Una política descabellada
La decisión del gobierno de Estados Unidos de negarle la visa al periodista colombiano Hollman Morris, quien había sido invitado a pasar un año académico en la Universidad de Harvard, suena como algo más propio de Cuba, Corea del Norte o Irán.
Los grupos defensores de la libertad de prensa tienen un nombre para esta clase de practicas: "exclusión ideológica''. Es el procedimiento por el cual los gobiernos -casi siempre dictaduras- alegan la existencia de vinculaciones con el terrorismo para negarles visas de entrada a personas que pueden difundir verdades poco convenientes, o ideas que contradicen la línea oficial.
Las organizaciones defensoras de la libertad de prensa dicen que hay alrededor de 250 casos de periodistas, académicos, escritores y artistas extranjeros a los que se les ha negado la visa estadounidense por razones ideológicas en los últimos años.
Morris es un periodista independiente, de 41 años, que en años recientes ha sido un crítico acérrimo del presidente Alvaro Uribe. En su programa de televisión independiente suele entrevistar a activistas de izquierda y víctimas de abusos de los derechos humanos cometidos por el gobierno colombiano. Recientemente fue seleccionado para pasar un año en Harvard con una Beca Nieman.
Morris dice que ha viajado más de diez veces a Estados Unidos antes de que su visa de cinco años expirara en mayo. En enero, había sido invitado a la residencia del embajador estadounidense en Bogotá para participar de un almuerzo privado con James Steinberg, el No. 2 del Departamento de Estado, según me dijo Morris.
Pero cuando Morris fue al consulado de Estados Unidos en Bogotá a mediados de junio para renovar su visa para ir a Harvard, le informaron que su visa le había sido negada bajo la Ley Patriótica, que le permite al gobierno bloquearle la entrada a cualquiera que «apoye o promueva actividades terroristas''.
Morris niega ser un simpatizante o colaborador de las guerrillas marxistas colombianas. Según me dijo, que ha sido víctima de una "cacería criminal'' por parte del gobierno, que ha incluido "amenazas, estigmatización y detenciones arbitrarias'', por su trabajo, que el periodista describe como darles voz pública a aquellos que son excluidos por los medios de difusión más importantes.
"Soy un demócrata. Ni siquiera fui miembro de la Juventud Comunista, ni de ningún partido político de izquierda'', me dijo. "Mi trabajo es público, y en defensa de las víctimas de actos de barbarie cometidos por el ejército, la guerrilla y las fuerzas paramilitares''.
Varios grupos de defensa, incluyendo la Unión Estadounidense por las Libertades Civiles, el PEN Club y Human Rights Watch, han expresado su alarma por la negación de una visa de entrada para Morris.
Según las estimaciones del PEN Club, entre el 2001 y el final de la administración Bush se les negó la visa a alrededor de 250 académicos, periodistas y escritores. Por mi propia experiencia cuando intenté invitar a académicos y periodistas extranjeros a este país, conozco los casos del prominente editor venezolano y ex ministro de planeación Teodoro Petkoff y del ex líder de la guerrilla salvadoreña, convertido ahora en académico de la Universidad de Oxford, Joaquín Villalobos.
Ambos fueron guerrilleros en su juventud -como el actual presidente de Uruguay y otros muchos funcionarios latinoamericanos que actualmente son recibidos con alfombra roja en Washington- y tienen problemas para entrar en Estados Unidos a pesar de que hace mucho tiempo han renunciado a la violencia, y la condenan públicamente.
A principios de este año, el gobierno de Obama levantó la prohibición de entrada al país de dos académicos, Tariq Ramadan, de la Universidad de Oxford, y el sudafricano Adam Habib, lo que pareció señalar un cambio.
"La exclusión ideológica fue un fenómeno común durante el gobierno de Bush, pero la atmósfera ha mejorado con Obama'', dice Larry Siems, un alto funcionario del PEN American Center. "Por eso, la noticia de la negación de la visa a Morris nos sorprendió mucho''.
Mi opinión: Estados Unidos debería tener más cuidado en diferenciar los miembros de los grupos terroristas de las personas que estudian y opinan sobre las causas del terrorismo, sea cual fuere su ideología, y por más equivocados que estén.
Si Washington crea un "país fortaleza'', encerrado del mundo, que no aliente la circulación de información entre académicos, periodistas y en la sociedad en general, Estados Unidos estará peor informado, y será un país menos seguro. Y lo que es peor, perderá la oportunidad de convencer a muchos formadores de opinión en el extranjero de que «el imperio'' de vez en cuando tiene razón, y -aunque en una escala mucho menor- se colocará en el mismo nivel que algunas de las peores dictaduras del mundo. Eso es contraproducente, y una estupidez absoluta.
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