Cambalache populista, camino de servidumbre
En el libro "Cuatro décadas que cambiaron nuestro planeta" (Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas, Lima/ 2008), el sueco Johan Norberg destaca con acierto que "el cambio económico más abrupto que se dio desde la Revolución Industrial es la revolución económica, registrada en lo que tradicionalmente se conoce como 'países en desarrollo', en especial en Asia oriental".
Las cosas, ciertamente, fueron facilitadas por los avances tecnológicos, que van desde algo tan simple como la adopción de contenedores estandarizados, que redujeron drásticamente el costo del transporte, hasta la Revolución de la Conectividad, cuya mejor definición fue dada por Manuel Hinds en su libro "The triumph of the flexible society" (Praeger, Connecticut/ 2003), quien la caracteriza como "el matrimonio entre las computadoras y las telecomunicaciones".
El camino al desarrollo, sin embargo, dista de ser placentero: está lleno de baches, como los que esquivamos diariamente en las calles de El Salvador, provocados por diferentes actores: a) los que por ignorancia, estupidez (y en ciertos casos un conveniente mercantilismo), defienden con vergonzosa timidez las ideas de la libertad, b) las organizaciones internacionales que en su afán por ser "políticamente correctas" terminan haciendo observaciones contradictorias, y c) los que viven de la venta de resentimientos. Un negocio muy rentable.
El propio Norberg se refiere al caso de las organizaciones internacionales al inicio de su obra, al poner de manifiesto que en la introducción (la parte que todos leen…) del informe sobre el "Desarrollo Humano 2005" del PNUD se dice que "el informe general de avances es deprimente".
Pero luego, "en una parte menos visible del mismo informe", como ironiza Norberg, se indica que "si consideramos la última década, se ha mantenido la tendencia a largo plazo de progreso en el desarrollo humano. En general, las personas que hoy nacen en un país en desarrollo pueden esperar ser más acaudaladas, más saludables y mejor educadas que la generación de sus padres. También tienen más probabilidades de vivir en una democracia multipartidista y menos probabilidades de verse afectadas por un conflicto".
Asimismo, uno de los latiguillos preferidos de los vendedores de resentimientos es convencer a la población de que todos los males vienen de afuera: el FMI, la banca internacional, o el "Consenso de Washington" (decálogo de prudencia fiscal y aliento a la inversión). A este decálogo, que por cierto tiene un nombre muy poco marketinero…, se lo critica desde un olímpico desconocimiento. Comenzando por el que de él tienen algunos que dicen ser de derecha.
Estos arrebatos populistas no son exclusivos de El Salvador: hace unos meses el economista Orlando Ferreres publicó en "La Nación", de Buenos Aires, un artículo sobre dicha epidemia, ilustrando con una anécdota la forma en que Brasil la sufrió alguna vez.
Cuenta Ferreres que en 1963 el radical Frente Parlamentario Nacionalista interpeló en el Congreso brasileño a Roberto de Oliveira Campos, un diplomático a quien el presidente Goulart le había encomendado unas negociaciones en Estados Unidos.
El extenuante interrogatorio, contestado por Campos con solvencia, duró 17 horas. Ya en el bar del Hotel Nacional de Brasilia, quienes habían interrogado a Campos lo invitaron a tomar un trago, y olvidando la batalla le propusieron, entre risas, que se unieran: "Nosotros ponemos al pueblo en la calle y usted pone su cerebro electrónico. Haríamos una fuerza imbatible".
Siguiéndoles la broma, Campos les preguntó: "¿Y cómo podría hacer yo para ser aceptado por el partido de ustedes?". La respuesta fue clarísima: "Dos discursos contra Estados Unidos. Haga dos discursos contra Estados Unidos". Tipico. Como dice el tango Cambalache, "en el 506 y en el 2000 también".
Es hora de repavimentar el camino al desarrrollo. Hay una vía aparentemente sin baches: es el populismo, pero pronto exige renunciar a las libertades. La historia lo registra disfrazado de derecha (Europa en la Segunda Guerra), y también de izquierda. Es una trampa autoritaria. Es el camino de servidumbre del cual ya hablaba Hayek en 1944.
Hasta la próxima.
El autor es Ingeniero, Máster en Economía (ESEADE, Buenos Aires) y columnista de El Diario de Hoy.
- 28 de diciembre, 2009
- 8 de junio, 2015
- 10 de abril, 2013
- 26 de enero, 2014
Artículo de blog relacionados
- 5 de junio, 2012
- 26 de julio, 2010
The Wall Street Journal La campaña de Hugo Chávez para forjar una coalición...
29 de junio, 2009La Nación La gran transformación que ha implicado la aplicación del sistema capitalista...
30 de agosto, 2013