Robin Hood
Por John A. Bennett Novey
Ojalá no pase desapercibido el tema fundamental de la película Robin Hood, el cual es y sigue siendo la principal causa de la pobreza en el planeta; vale decir, el endiosamiento del rey que ve la constitución como un obstáculo y una ofensa a su divinidad. Por otro lado, vemos a los barones reaccionando ante los excesos del rey y demandando una carta que limite su poder. Estos son los elementos vitales de cualquier sociedad. Veámoslo en la jerga del momento.
Toda comunidad, comenzando por la familia, y aún la persona, necesita un clima propicio para vivir y prosperar, lo cual sólo lo podemos encontrar en una economía abierta; es decir, una economía sin intervenciones excesivas de parte del rey: exceso y concentración de poder; excesos y calidad de leyes; discrecionalidad autoritaria; impuestos abusivos y, en general, una economía dónde cada quien es el gestor de su realidad, limitado únicamente por los derechos de los demás. Por eso también es imprescindible estar claro en qué es un derecho y qué no lo es.
El rey tiene sus funciones, pero estas jamás deben ser protagónicas pues él no es el “muchacho de la película” sino el celador de los verdaderos protagonistas, que somos todos a título individual; ya que cuando queremos introducir el concepto comunal abrimos una Caja de Pandora.
El rey tiene que estar muy claro en que su rol es el de proteger la producción y no dirigirla, ya que nadie sabe mejor que cada persona o empresa qué le conviene y cómo ha de lograrlo. Cuando el rey se cree que su divinidad le faculta para ser quien “redistribuye riquezas”, típicamente termina redistribuyendo a sus favoritos en detrimento de los demás. El ciudadano productivo sólo pide que le ayuden a defenderse de los pillos; incluyendo a los cobradores de impuestos excesivos.
En toda corte existen las rémoras que ganarán los favores del rey mediante la adulación. En la película vemos como Ricardo Corazón de León busca afanosamente a un hombre que sea valiente y le diga la verdad que no le complace escuchar. Curiosamente cuando lo encuentra, lo felicita y luego le empicota.
Aunque se ha dicho a más no decir, la sortija del poder corrompe sin fronteras y por ello el propósito de una carta magna es limitar las facultades de quienes gobiernan. Por ejemplo, no dar las funciones de quitar a unos para dar a otros, puesto que esta es una función social de la familia; del barrio; de la comunidad y no es algo que deba ser delegado al portador del anillo de poder, pues es lo mismo que dar alcohol a un borracho.
Cuando el rey parte y reparte, típicamente es para favorecer a quienes le sirven (grupos de intereses especiales); mientras que al resto les pone en picotas. El ciudadano productivo al verse en la necesidad de sortear los interminables escollos que suelen erigir el rey y sus acólitos, no tiene más que tres opciones: 1) escapar, dejando de producir; 2) incumplir, en la informalidad, o burlando leyes malas e incumplibles; y 3) la rebelión fiscal, tal como le ocurrió al rey Juan I de Inglaterra en 1215, que es precisamente el rey protagonista que enfrenta a Robin Hood; en Francia la revolución a Luis XVI; en Estados Unidos la revolución del té y Argentina la de Santa Fe de 1893 por el impuesto al trigo.
Si hay algo que es propio de cada persona es el fruto de su trabajo y cuando el rey decide que él tiene derecho a parte del producto del trabajo de los ciudadanos, comienzan los jaleos. Los reyes se las han ingeniado inventando toda clase de estratagemas para birlar lo ajeno; tal como los aranceles de importación y exportación y hasta la devaluación de la moneda para lograr señoreaje.
Lo esencial en todo esto es que no tiene sentido castigar la eficiencia y la capacidad productiva, ya que es contraproducente y termina afectando mayormente a los que menos tienen. Ya buenos personajes de la historia, como Santo Tomás de Aquino y Juan de Mariana se pronunciaron de forma tajante en contra del abuso de los reyes, incluso llegando a justificar su derrocamiento y más. Y no es por menos ya que con la devaluación de la moneda se le roba el fruto de trabajo de toda una vida y se deja a los ancianos en triste situación, lo cual es imperdonable. (AIPE)
El autor es analista panameño.
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