¿Merece un rescate la prensa?
En un nuevo libro, Uninhibited, Robust, and Wide-Open: A Free Press for a New Century, Bollinger defiende que la situación de la prensa de referencia, que está siendo aplastada lentamente bajo la asfixiante proliferación de Internet, "podría llegar a ser tan grave como para exigir inyecciones de dinero público". En la práctica, está convencido de que "esa demostrará ser la única forma de sostener una prensa libre a lo largo del tiempo".
Bollinger no es el único al que le gustaría ver al contribuyente apuntalando a la industria de la información. El pasado año, el Senador de Maryland Benjamin Cardin proponía una legislación que permite que la prensa funcione igual que las organizaciones sin ánimo de lucro y que pueda recibir donaciones libres de impuestos.
Más recientemente, la Comisión Federal de Comercio difundía un "borrador de discusión" que contiene un abanico de propuestas "encaminadas a apoyar la reinvención del periodismo". Muchas de ellas son canales para transferir dinero de la administración a los medios de comunicación. Entre las sugerencias de la Comisión: elevar la financiación destinada a la televisión y la radio públicas, la creación de un Fondo Nacional de Información Local, deducciones fiscales a los grupos de información por cada periodista que contraten, y hasta una nueva división "de periodismo"dentro de AmeriCorps ("para garantizar que los jóvenes que aman el periodismo se quedan en la profesión").
Según una estimación, un paquete de subsidios así podría costar hasta 35.000 millones de dólares al año. ¿De donde saldría ese dinero? La Comisión Federal de Comercio proponía toda clase de ideas de recaudación sobre la mesa: dar competencias a la Agencia de la Pequeña Empresa para garantizar los préstamos concedidos a organizaciones de información sin ánimo de lucro. Elevar los subsidios postales a periódicos y publicaciones. Imponer un nuevo impuesto a los canales comerciales — o a los artilugios electrónicos de consumo — o a la publicidad en la radio y la televisión — o al acceso a la red desde la telefonía móvil.
¿Pero por qué deben tener derecho los periodistas a un paquete multibillonario de subsidios destinados a los medios?
Llevo los últimos 23 años trabajando para cabeceras, y todavía queda mucho para mi jubilación. No hace falta decir que la viabilidad del negocio de la prensa no es una cuestión que me tome a la ligera. Tampoco resto importancia al significado de los grupos de información y el periodismo tradicional, con todos sus defectos y errores, en la modernización de la democracia y la sociedad civil. ¿Pero mi autoestima justifica la intervención de la administración en el sector de la información — o la de Bollinger o la de Cardin o la de la Comisión — para mantenerlo con vida?
Los subsidios siempre equivalen, en último término, a quitar dinero a muchos contribuyentes para beneficio de unos cuantos relativamente escasos. Aquellos que instan a mantener con vida a la prensa y los medios de siempre mediante inyecciones de dinero público están diciendo en realidad que si el consumidor no apoya de forma voluntaria esas formas de periodismo, hay que obligarle a hacerlo en contra de su voluntad. Estoy convencido de que toda familia estadounidense debería suscribirse a una o dos cabeceras y leerlas con asiduidad. Pero eso no me da el derecho a obligar a nadie a pagar por una suscripción que no desea — ni siquiera si estoy convencido de que le irá mejor si la leyera. ¿Cómo puede tener derecho la administración a hacer, en la práctica, lo mismo?
El argumento en defensa de la mayoría de los subsidios públicos es que la actividad que financian genera un beneficio generalizado a la nación — un beneficio que se perdería si se dejaran las cosas en manos del mercado. En un ensayo publicado la semana pasada en el Wall Street Journal, Bollinger afirma que "confiar en que el mercado proporcione por sí solo toda la cobertura informativa que necesitamos significará aventurarse en lo desconocido — un postulado arriesgado que tiene a una institución pública vital pendiente de un hilo".
Pero durante la mayor parte de dos siglos, la prensa prosperó en el mercado. Ahora lucha por salir adelante no porque carezca de valor comercial para "proporcionar por sí sola toda la cobertura informativa que necesitamos", sino porque millones de consumidores han terminado escogiendo otros vehículos para informarse. No se ha producido un fallo del mercado, sólo una transformación del mercado.
Celebraré la nueva apuesta por la vigencia y la rentabilidad de la prensa, y valoro el periodismo de categoría, pero las dos cosas no son sinónimos.
Cualquiera que sea el destino de los medios tradicionales, el periodismo y la crónica encontrarán formas rentables de perdurar. La transición de los medios de siempre a los nuevos se va a desarrollar nos guste o no. Lo mejor que puede hacer la administración es quitarse de en medio.
- 23 de enero, 2009
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