¿Gays? esclavos o no, es la cuestión
El Estado argentino es el primero de Latinoamérica, y sexto del mundo, que forma "matrimonios" sin que importe el sexo. Algo (¿bueno o malo?) artificial.
Varios jueces adelantaron que se negarán "por razones de conciencia" a celebrar bodas entre personas del mismo sexo. Entonces, el abogado Pablo Abiad hace una excelente defensa del racionalismo, la Ilustración, el Estado artificial: "En todas las épocas hubo quienes se negaron a cumplir normas que consideraron injustas".
Sófocles cuenta que Creonte, rey de Tebas, le prohíbe a Antígona celebrar ritos fúnebres por su hermano, pero lo desoye argumentando que es más sagrada la ley de los dioses. Para San Agustín, la intrínsecamente injusta, no es ley. Y Santo Tomás de Aquino llega al "extremo" de que las normas opuestas al orden divino deben desobedecerse. En rigor, dicen que, aquello que desvía las leyes de la naturaleza, es una falsa ley.
"Con el Iluminismo, los contractualistas irán estableciendo la idea de que no hay sociedad sin el apego a los pactos entre los hombres", dice Abiad. Pero no aclara que estos "contractualistas" suponen una autoridad coactiva que, por la fuerza (utilizando el monopolio de la violencia estatal), imponga "los pactos entre los hombres" que son las leyes promulgadas por los políticos "surgidos del voto popular".
Pero resulta que, voto popular o no, la coacción (la violencia) para imponer una "sociedad" es inmoral y quienes la sufren no son sino esclavos. Es un engaño, de los que quieren explotar a los débiles, el que una sociedad necesite de una "autoridad" coactiva para poder desarrollarse.
Como decía Aristóteles y repetía Santo Tomás, la violencia es contraria a la naturaleza y, por ende, la destruye. Pero es lo que necesita el racionalismo, precisamente, para imponer una sociedad artificial que no se da espontáneamente, naturalmente.
Acierta Abiad en su conclusión final. Si estos jueces se han comprometido a hacer cumplir la "ley", tienen la obligación de hacerlo y no pueden "objetar" cuando les viene en gana porque estarían faltando a su palabra. "Negarse a aplicar el Derecho… es una buena causa para someter a un magistrado a un proceso de destitución", dice el abogado.
No seamos prejuiciosos. Es verdad que el matrimonio natural es la unión de dos personas que resulta, espontáneamente, en una familia con "los hijos que mande la naturaleza". Pero esto no quita que dos personas, del sexo que sea, se unan con cualquier fin y le pongan a esta unión el nombre que prefieran. Eso sí, deberán dar explicaciones a Dios y sus conciencias, como todos.
La solución es dejar el racionalismo, ese dogma de que el Estado es capaz de diseñar a la sociedad ("defender", dicen los sofistas, cuando la sociedad es algo natural que no necesita defensa violenta) y abstenerse de legislar, imponer coactivamente, la vida privada. Que cada persona decida su situación, que los católicos o cualquier religioso se case según sus ritos y que todos, heterosexuales o no, tengan las relaciones que decidan y realicen los acuerdos o contratos privados que prefieran, sin que se les imponga coactivamente leyes "matrimoniales" que deben cumplir para poder acceder a otros derechos.
En fin, Abiad nos deja una perla: "Los supuestos más frecuentes son las negativas a prestar un servicio militar obligatorio o entrar en guerras amparándose en valores contrarios al uso de armas". Una característica de la "autoridad" coactiva es su permanente conflictividad, en contraposición con la armonía de la naturaleza.
Hitler necesitaba las guerras. Habría caído más rápido si no fuera que los aliados le dieron la sangre necesaria. Si Chávez continúa su escalada autoritaria, necesitará una guerra, y para eso busca a Colombia que, esperemos, no caiga en la trampa y le responda con paz.
En contraposición, Internet, que se desarrolla prácticamente sin ninguna "ley" coactiva (estatal), muestra como el orden y el progreso van de la mano de los liderazgos morales no coactivos. La "sociedad" Facebook, por caso, va por 500 millones de "ciudadanos", tras seis años de existencia el 34,8% de los internautas del mundo forma parte del sitio más popular de la red.
El autor es miembro del Consejo Asesor del Center on Global Prosperity ene l Independent Institute, de Oakland, California.
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