Sobre el gobierno y el uso del conocimiento

El Imparcial, Madrid

Las políticas intervencionistas del presidente Barack Obama vienen generando no pocos debates en medios académicos y periodísticos y entre otras cosas han revivido la rivalidad mantenida entre dos de los más grandes economistas del siglo XX: John Maynard Keynes y Friedrich Hayek. Para sorpresa incluso de quienes lo hacían definitivamente olvidado, el libro de Hayek Camino de servidumbre (1944) se halla hoy muy bien ubicado en los índices de ventas de Amazon.

Por mi parte quiero recordar otro trabajo de Hayek, originalmente publicado por The American Economic Review en septiembre de 1945 y titulado “El uso del conocimiento en la sociedad”. Se trata de un trabajo señero que no perderá vigencia mientras la planificación central sea una práctica cotidiana de gobiernos que se atribuyen para sí el conocimiento de una información que, por su naturaleza dispersa, es necesariamente refractaria al cálculo económico, a saber: la información sobre “las condiciones particulares de tiempo y lugar” que sólo puede ser familiar respectivamente a cada individuo pero que es comunicable mediante el sistema de precios.

Desde el filósofo rey de Platón hasta el planificador gubernamental moderno, pasando por el “hombre de sistema” que criticaba Adam Smith, la pretensión de reunir toda esa información con miras a reglamentar la vida de la sociedad cruza casi la historia de la humanidad y refleja la arrogancia (“fatal arrogancia”, la llamó Hayek) que, en mayor o menor medida, caracteriza especialmente a los estados contemporáneos.

Lecturas como las de “El uso del conocimiento en la sociedad” pueden ayudarnos, en este sentido, a develar y cuestionar una lógica que, por instalada que esté, no deberíamos dejar de combatir sobre todo en países donde el empobrecimiento de los contribuyentes termina siendo su directa e irremediable consecuencia.

Enrique Aguilar es politólogo argentino