Cinco interrogantes a un año de las presidenciales argentinas
De acuerdo a la reforma electoral aprobada en 2009, dentro de unos 12 meses tendrán lugar las nuevas internas partidarias simultáneas y obligatorias para seleccionar a los candidatos presidenciales. Con ellas, se crea un nuevo calendario electoral de doble voto (y eventualmente triple, si hay ballotage), con primarias y generales separadas por apenas dos meses. Por eso podemos decir, en suma, que ya estamos a un año de la elección presidencial para elegir al sucesor o sucesora de Cristina de Kirchner.
El escenario es aún bastante incierto. No sabemos quiénes serán los candidatos, ni cómo serán las alianzas electorales, ni cómo enfrentarán las internas. Entre todas las claves que aún ignoramos, destacamos las cinco siguientes:
a) La oferta del kirchnerismo.
Tras haber tocado fondo en 2009, la recuperación experimentada en las encuestas de este año devolvió al kirchnerismo el sueño de la continuidad. Pero a pesar del buen ciclo económico, los aciertos políticos del gobierno y todo otro factor a favor que podamos enumerar, el desgaste en la imagen de los esposos es una restricción importante. Sería la primera vez en la historia democrática argentina que un mismo gobierno pelea seriamente por una segunda reelección consecutiva. Es un equipo que juega con poco resto físico y varios expulsados: no es imposible que gane, pero nunca será fácil. En el proyecto kirchnerista, la presencia del apellido en la fórmula pareciera ser una decisión inamovible. Pero hay encuestas que dicen que con otro candidato a la cabeza –digamos Scioli-, las chances son mayores. En algún momento, Kirchner deberá enfrentar ese dilema.
b) El grado de división del peronismo.
Lo más probable es que el peronismo federal se consolide como alternativa al FV-PJ oficialista, pero todavía está por verse hasta qué punto logrará implantarse en todo el país. Su incapacidad de sumar al PJ cordobés es, hasta ahora, uno de sus fracasos. Tampoco sabemos que sucederá en la provincia de Buenos Aires: De Narváez, ya precandidato a gobernador, aún no decide si competirá en la interna del justicialismo, o si construirá el peronismo disidente en el distrito. Lo que más pareciera convenirle, de acuerdo a la lógica política de la última década, es jugar en forma intermedia: una candidatura de base provincial que apoye al candidato presidencial del peronismo opositor –si consiguiese uno que mida lo suficiente-, pero con la necesaria plasticidad como para no comprometerse con su suerte, y eventualmente captar votos presidenciales kirchneristas. En este esquema, Solá podría estar en esa fórmula presidencial.
c) El alcance del Acuerdo Cívico.
El ascenso de Alfonsín parecía predecir que las chances de un Acuerdo no-peronista similar al de 2009 eran mayores que con Cobos, el hasta entonces mejor candidato del “espacio”. Sin embargo, todavía hay camino para recorrer y la unidad no está garantizada. Los partidos que la integran no confían entre sí. Y mientras que Alfonsín es hoy una de las pocas figuras que unen, tampoco es seguro que su momento se mantenga hasta 2011.
d) La posibilidad de un polo de izquierda.
Está planteada por el hecho de que en los cuatro distritos principales, que representan el 70% de los votos nacionales, hay un candidato de ese vector con potencial: Solanas en Capital, Binner en Santa Fe, Juez en Córdoba y, en menor medida, Sabbatella en Buenos Aires. Pero los cuatro reflejan la tradición fragmentaria del progresismo argentino: todos mantienen posiciones distintas en la política nacional. Binner se declara opositor e integra el Acuerdo, pero “con autonomía”; Sabbatella apoya “con autonomía” al kirchnerismo y critica al Acuerdo; Solanas también critica al Acuerdo, pero es mucho más crítico aún del kirchnerismo, y Juez, que fue oficialista y luego acuerdista, hoy oscila entre integrar el Acuerdo o hacer una fuerza local independiente. Ensamblar todas estas posiciones luce virtualmente imposible.
e) El futuro de Macri.
El jefe de gobierno porteño, líder de la centroderecha y presidenciable clave de una posible alianza entre el PRO y el Peronismo Federal hoy enfrenta una coyuntura crítica. Ha manejado con torpeza el escándalo que se ha desatado en su gobierno por las escuchas ilegales. Junto a sus múltiples contradicciones en declaraciones públicas y la puesta en evidencia del error de haber renunciado a su Vice para enviarla a una intrascendente banca legislativa, su más grande pecado es no haber tenido miedo a los problemas.
Cualquier otro líder político, acudiendo a la teoría del fusible, hubiera “entregado la cabeza” del jefe de policía o de gabinete. Pero Macri, haciendo gala de un coraje fuera de lugar, sacrifica su prestigio para defender a sus subordinados. Enfrenta dos riesgos: el judicial, que parece ser manejable, y el de la opinión pública, que es fatal. La energía de Macri está ahora orientada al segundo, a salvar su reputación ante la sociedad. No se va a definir de un solo golpe, porque a lo largo del proceso aparecerá nueva información que lo comprometerá, y él tendrá tiempo de demostrar su posición. Su mayor aliado es la inverosimilitud de la historia: es cierto, como él dice, que detrás de la acción de la que se lo acusa no hay motivos. Si su objetivo era montar un aparato de inteligencia, tenía mejores formas de hacerlo. Eso no quiere decir que no sean ciertas las acusaciones. Pero las batallas de la opinión pública se ganan con explicaciones convincentes, y ese relato todavía nadie logró escribirlo.
La teoría de que Macri pueda salir fortalecido, a partir de la suposición de que la opinión pública concluirá que está siendo perseguido por los Kirchner y con la anuencia de su propio padre, y que eso le generará una corriente de compasión social, es atractiva desde el punto de vista melodramático pero tampoco parece fundada. Si miramos las experiencias en el mundo, los escándalos destruyen reputaciones, o no las afectan, pero tampoco las mejoran. Macri puede, en todo caso, madurar ante los ojos de sus pares si sale ileso de esta. Pero no se convertirá en un héroe: se debate entre perder, o quedar igual.
- 23 de enero, 2009
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