El estado anímico y la inversión
Esto muestras claramente que el problema no está en la capacidad de reacción de la economía (la producción para llenar la demanda extranjera está creciendo), sino en la falta de crecimiento de la demanda doméstica, es decir, los consumidores salvadoreños no están aumentando su consumo y los inversionistas, salvadoreños y extranjeros, no están invirtiendo en El Salvador. Esto está sucediendo a pesar de que hay claras oportunidades de inversión y de que hay enormes recursos en los bancos, que podrían ser prestados para financiar el aprovechamiento de esas inversiones. ¿Qué es lo que está pasando?
En sus declaraciones públicas, el presidente ha expresado repetidamente su frustración ante el estancamiento y ha culpado a los inversionistas por su falta de "compromiso" con la economía salvadoreña. También ha culpado a lo que él llama "fuerzas oscuras", que supuestamente están deteniendo la inversión como parte de una gran conspiración para destruir económicamente su gobierno. La ironía del caso es que si hay grupos y personas que están deteniendo la inversión y la actividad económica, estos son precisamente el gobierno mismo y su partido oficial. Con su lenguaje que promueve no la armonía social sino la lucha de clases, y con sus acciones que apuntan hacia el Socialismo del Siglo XXI, el gobierno del FMLN está creando el ambiente perfecto para detener la inversión y la actividad económica.
Entender las razones por las cuales actitudes como éstas resultan en estancamientos como los que estamos viviendo, requiere entender el proceso de la inversión. Pocos han descrito este proceso tan claramente como el destacado economista británico John Maynard Keynes en su obra más famosa: "La Teoría General del Empleo, el Interés y el Dinero". Keynes notó que la decisión de formar una empresa tiene un alto componente de lo que él llamó "animal spirits", que puede ser traducido liberalmente como "impulsos naturales". Estos son impulsos que son similares a los deseos que siente un alpinista de subir a una montaña o a los que tiene un explorador de irse a recorrer el África. Si este espíritu es destruido, la inversión no se dará y la economía se detendrá.
Entre los párrafos en los que analizó el proceso de inversión, Keynes incluyó los siguientes: "Decisiones de tomar acciones positivas cuyas consecuencias se conocerán sólo después de un largo tiempo pueden ser tomadas sólo como resultado de impulsos naturales, de una espontánea urgencia de actuar en vez de no actuar… Una empresa está basada sólo un poco más que una expedición al Polo Sur en un cálculo exacto de los costos y beneficios por venir. Es seguro decir que las empresas que se basan en esperanzas que se estiran profundamente en el futuro benefician a la comunidad en su conjunto. Pero la iniciativa individual para establecerlas será adecuada sólo cuando el cálculo razonable de costos y beneficios está apoyado por los impulsos naturales, de tal forma que el pensamiento de una posible pérdida total en el negocio que frecuentemente se cierne sobre los empresarios, se pone de lado de la misma manera que una persona saludable pone a un lado la expectativa de la muerte…"
En los párrafos en los que Keynes discute el impacto del ambiente político en la inversión pareciera que él conocía nuestra situación y que sabía de la idea del presidente Funes de que la falta de inversión es consecuencia de un complot: "Si los impulsos naturales están decaídos y el optimismo espontáneo se tambalea, la empresa se desvanece y muere… Como consecuencia, la prosperidad económica depende enormemente de la existencia de una atmósfera social y política que sea amigable para el inversionista promedio… Si el miedo [a un gobierno] deprime a las empresas, esto no es necesariamente el resultado de un cálculo por parte de las empresas o de un complot con intenciones políticas, es la mera consecuencia de haber perturbado el delicado balance del optimismo espontáneo".
El problema es que el FMLN anuncia continuamente lo que es el equivalente empresarial de la muerte, el establecimiento de un régimen socialista en el que, como está comenzando a pasar en Venezuela y como pasó hace décadas en Cuba, el gobierno expropia las empresas. En estas circunstancias es lógico que los impulsos naturales de los que hablaba Keynes desaparezcan y que, como él mismo predijo, la inversión se paralice. Por supuesto, no sólo la inversión cae en estas circunstancias. En El Salvador, el consumo ha caído también, no sólo porque el desempleo está muy alto y la gente no tiene con qué gastar, sino también porque los que tienen trabajo y algunos recursos para gastar prefieren no gastarlos porque temen que los malos tiempos se prolonguen.
Esto, no una conspiración de empresarios, es lo que está deteniendo a la economía. En realidad, los empresarios desearían invertir –al fin y al cabo, viven de eso–. Pero no lo están haciendo porque el gobierno que les pide que inviertan está bajo el control de los que quieren despertar el odio de la población hacia los que proveen sus empleos, tratando así de dividir al país y ponerlo a la merced de la dictadura del Socialismo del Siglo XXI. El presidente Funes podría resolver este problema. Para resolverlo necesitaría tomar acciones no económicas sino políticas. Las dos preguntas son si quiere y si puede hacerlo.
El autor es Máster en Economía, Northwestern University y columnista de El Diario de Hoy.
- 28 de diciembre, 2009
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