La Transilvania bolivariana
SALAMANCA.- Lamento que el escritor irlandés Bram Stoker (1847-1912) haya fallecido hace ya casi cien años, noventa y ocho, para ser preciso, víctima de la sífilis en un miserable hospedaje de Londres sumido en gran pobreza. De haber podido cobrar los derechos autorales de su famosísima novela, muy bien podría haber pasado sus últimas horas rodeado de atenciones en una lujosa casa de campo como solo las hay en Inglaterra.
Lamento su muerte, porque de haber vivido podría haber presenciado una escena real que supera en mucho las escenas más tenebrosas de su libro dedicado al conde Drácula; una escena tenebrosa, al mismo tiempo que demencial, que llega a ser espeluznante por su propia absurdidad. Ya no es una primicia: el presidente socialista bolivariano Hugo Chávez decidió desenterrar el cadáver de Simón Bolívar (Caracas, Venezuela, 1783 – Santa Marta, Colombia, 1830). Desenterrar es un decir, ya que los restos del Libertador fueron sepultados en la Catedral de Santa Marta de donde fueron tras- ladados a la catedral de Caracas y por fin recibió sepultura definitiva en el Panteón Nacional.
Eso de que “descanse en paz” también es una imprecisión, ya que dos semanas atrás, el presidente socialista bolivariano Hugo Chávez decidió abrir el ataúd para confirmar si eran realmente o no los restos de Bolívar y tratar de determinar las causas de su muerte. En ciertos países es agravante de algunos delitos haber sido cometidos “con nocturnidad”, es decir, aprovechándose de la noche. Pues esto fue lo que se hizo. Aprovechándose de la noche, entró a la cripta un grupo de hombres enfundados en batas blancas, guantes blancos, máscaras blancas. Abajo de una de esas modernas “burkas” iba el propio Chávez. Hay ciertas cosas que, crea uno en ellas o no, es necesario que se cumplan siguiendo cierto ritual.
En la película distribuida por el propio gobierno socialista bolivariano de Venezuela, se ve a esos hombres, evidentemente militares, haciendo pasos marciales, girando ya a la izquierda, ya a la derecha… No, a la derecha nunca, tratándose de Chávez; digamos entonces más a la izquierda y luego retirando la bandera que cubría el féretro del héroe. La máscara no dejó ver las lágrimas de Chávez, según lo reconoció él mismo en su programa de televisión y allí sintió que se trataba realmente del cuerpo del Libertador. ¡Qué maravilla! Para qué servirán entonces los análisis de ADN si él ya lo “sintió”. Ahora solo queda averiguar la causa de su muerte. Alguien aludió a restos de cianuro, cosa que es muy probable ya que Bolívar heredó la tuberculosis de su madre, muerta a causa de esta enfermedad y el propio héroe también. El cianuro se administraba entonces a los tuberculosos para fortalecerlos. Habrá que esperar que se retome el tema, ahora un tanto olvidado, apenas Chávez necesite desviar la atención nacional e internacional. Nosotros, al igual que Chávez, ya lo “sentimos” también: la oligarquía, los burgueses de siempre, apoyados por el cianuro imperialista enviado desde Washington, asesinaron a Bolívar, lo que será un motivo perfecto para una buena ola de persecuciones.
Chávez, con sus salidas extravagantes, ha ofendido a medio mundo y ahora lo sigue haciendo con esta falta de respeto hacia los muertos, convirtiendo al país en la nueva República Socialista Bolivariana de Transilvania. ¿No habría podido Drácula alimentarse con sangre menos noble y heroica?
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