La guerra que no habrá
El vocablo ejército tiene un curioso origen. La palabra viene del latín exercitus, que quiere decir “ejercicio”. La razón para ello es que en tiempos de Roma los guerreros que conformaban las legiones usaban un campo ubicado en las afueras de la ciudad, donde se concentraban para ejercitarse físicamente durante los intervalos entre una guerra y la siguiente. Dichos ejercicios eran intensos, a veces hasta mortales e implicaban una serie de simulacros de enfrentamientos. Para los romanos –y si ha existido un pueblo que sabía algo de guerra eran ellos– no podía concebirse a los guerreros sin el ejercicio.
Entre otras cosas, es por esto que no hay en América Latina un ejército mejor preparado para una guerra que el ejército colombiano. Es probable que para muchos esto no sea nada meritorio. Pero eso es otra cosa. Lo innegable es que los soldados colombianos han pasado los últimos 20 años en un constante ejercicio bélico casa adentro. Aunque los enemigos contra los que han estado enfrentándose no han sido enemigos convencionales, lo cierto es que son fuerzas armadas que han estado en constante entrenamiento desde hace más de dos décadas. Un entrenamiento doloroso, si se quiere, pero entrenamiento al fin y al cabo.
El poder de las fuerzas armadas no se mide hoy en día por el número de aviones, tanques, radares, fusiles o inclusive de aliados poderosos. Más importante que el material bélico es el nivel de entrenamiento de sus soldados, el grado de su preparación. Puede un país comprar el más sofisticado material bélico imaginable pero si sus líderes del ejército están dedicados a la política y a las intrigas palaciegas ese ejército está condenado al fracaso si en algún momento tiene que enfrentarse bélicamente contra algún enemigo.
Todo eso lo sabe el ejército venezolano. Sabe que tiene las de perder en un enfrentamiento bélico con Colombia. Chávez se ha encargado de desprofesionalizar a las fuerzas armadas de su país siguiendo el camino de todos los regímenes autoritarios. Ha incorporado a los militares en su proyecto político involucrándolas en la política, entregándoles el manejo de ciertos sectores de la administración pública y exigiendo lealtades personales. El movimiento político del chavismo y el Estado se han fusionado en una amalgama, y en esa mezcolanza las fuerzas armadas han sido arrastradas.
Por ello es que Chávez podrá seguir con sus bravatas de ordenar la movilización de sus tropas hacia la frontera con Colombia que no pasarán de eso, de ser simples payasadas. Los militares venezolanos no tienen vocación de suicidas.
Sin embargo, las constantes amenazas de Chávez de una guerra con Colombia a pesar de su comicidad de opereta no dejan de tener consecuencias. A nivel regional las fintas guerristas de Chávez están matando políticamente al Unasur antes de que nazca jurídicamente. A nivel interno no sería de extrañar que el falso aventurismo militar de Chávez hacia Colombia se convierta en una jaula de la que no le será fácil salir.
- 23 de enero, 2009
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