Nos cortaron las piernas…, monetarias y crediticias

De sólo escuchar el reclamo daban ganas de llorar: "no tenemos política monetaria, ni casi (¡?) tampoco política crediticia". Ante semejante nivel de supuestas carencias, para peor autoimpuestas…, la situación parecía ameritar una conclusión maradoniana: "nos cortaron las piernas". Esa fue su reacción cuando lo expulsaron del mundial '94 por positivo de pseudoefedrina.

La referencia a tan ilustre pensador contemporáneo (…) es inevitable por dos razones: en primer lugar porque el reclamo es de una torpeza y falta de oportunidad tal, que está mucho más cerca de las habituales tonteras del Diego que de las enseñanzas monetarias de Hayek.

Y además, porque refleja el reiterado canto de sirena de quienes quieren que la economía salvadoreña le agregue, a sus no pocos problemas, una adicción a dos drogas duras: la emisión monetaria y la manipulación de las tasas de interés. Cocktail letal para bastardear la moneda. Algunos nunca pierden la esperanza de intoxicarnos.

El reclamo sorprende a la gente en su buena fe: al fin de cuentas no suena bien eso de carecer de "política monetaria". Menos aún de "política crediticia". Con tono solemne terminan argumentando envueltos en la bandera, para parecer bien patrióticos. No les crea, hay gato encerrado.

La realidad es que, se pongan el disfraz de izquierda o de derecha, a la política monetaria algunos pseudo-empresarios la quieren para abaratar artificialmente los costos de producción medidos en dólares, comenzando por su salario ("su" de usted…), con el argumento de impulsar las exportaciones. Lo harán a costa de su poder adquisitivo ("su", el de usted…), limitando asimismo la competencia de productos importados. ¿Cómo? Su salario quedará devaluado en términos de dólares. Primera ley del mercantilismo.

Y a la política crediticia la quieren para acceder a créditos con tasas de interés artificialmente bajas, subsidiadas por los depositantes del sistema financiero. Entre los cuales está usted, al menos con sus aportes a la jubilación. Segunda ley del mercantilismo.

Ambas leyes tienen la misma consecuencia: socializar pérdidas y privatizar ganancias. Es el capitalismo de amigos, por culpa del cual el mercado y las ideas de la libertad suelen tener tan mala prensa.

Pero, ¿quién hizo el reclamo? Un ex. No un ex convicto, sino un ex candidato a vicepresidente por el partido que dice ser de derecha, en una entrevista televisiva en que despotricó, por enésima vez, contra la dolarización.

De tal forma, además de relativizar la responsabilidad de las autoridades en el pobre desempeño de la economía, perdió la oportunidad de enfatizar en una política económica que sí merece un radar atento: la política fiscal. La que trata de ingresos y egresos del Estado: tipo de impuestos, endeudamiento y calidad del gasto.

En efecto, sugiriendo que la dolarización es la camisa de fuerza que le impide crecer a El Salvador (sin demostrarlo, claro), olvida que los principales problemas que frenan el despegue de la economía son de naturaleza no monetaria. Son la incertidumbre política y la inseguridad pública, cuya solución, evidentemente, depende de las autoridades.

La dolarización no es la cura de todos los males, sino una herramienta útil que le cierra la puerta a las manipulaciones de los mercantilistas (usted ya leyó cómo), quienes con su cocktail de drogas sumarían problemas monetarios a los ya citados que El Salvador padece.

Los del partido que dice ser de derecha debieran reflexionar sobre estas cosas. Si no lo hacen va a ser difícil que salgan adelante, porque lo tienen adentro. Me refiero al enemigo.

Quienes por encima de banderías defendemos la tradición libertaria, en su origen filosófico más cercana a la izquierda que a la derecha, pues nació para defender al individuo de los abusos del Estado totalitario, y asimismo tenemos un profundo desprecio por el capitalismo de amigos (se disfrace "de izquierda" o "de derecha"), debemos trabajar para que no sean las ideas de la libertad las que la tengan adentro. Usted bien sabe a qué me refiero.

Hasta la próxima.

El autor es iIngeniero, Máster en Economía (ESEADE, Buenos Aires) y  columnista de El Diario de Hoy.