El metiche Kirchner en la Cumbre Santos-Chávez
Juan Manuel Santos, a cuatro días de su gestión como presidente de Colombia y de cumpleaños, arribó a Santa Marta a las 12:44 hora colombiana, al encuentro con Hugo Chávez de Venezuela, abierta la posibilidad del relanzamiento de relaciones con el país hermano.
En un avión que a pesar de ser local, tenía las banderas de ambos países. En protocolo, una señal de cortesía con el visitante, de buena voluntad. No así lo hizo el del venezolano Hugo Chávez, a su llegada, por cierto, todo un espectáculo. Aunque así y todo se lograra un “aparente” borrón y cuenta nueva.
Mucho menos lo haría el avión que Néstor Kirchner cargaba prestado por Chávez, una asistencia de parapeto, asunto de prestarse a la conveniencia del venezolano.
Santos muy sereno, pidió a Dios y al Libertador que “nos inspire”. Se refirió a “bases firmes y perdurables", fundamentos para el restablecimiento de las relaciones. Por su parte, Chávez, recibido con honores militares, en sus palabras se presentó como “soldado de la paz”. Ante esa prosopopeya mostrada ¡Cualquiera diría!
El arribo de su comitiva destacó por el excesivo número de efectivos de seguridad, cargaban municiones y hasta los vehículos blindados eran procedentes de Venezuela. Vía a la residencia donde falleciera el Libertador Simón Bolívar, la Quinta San Pedro Alejandrino, rompió el esquema previsto para el trayecto con el pretexto de saludar pobladores, abrazar niños, muy mediático el asunto pues las fotografías circularon de inmediato. Sin sentido lo de la extrema seguridad, la evasiva para toda la parafernalia innecesaria que nos cuesta plata a los venezolanos.
Toca al fin, el apretón de manos, unos hombres frente a frente distendidos, nada menos, un Chávez y un Santos, cosa de no tener que nombre atribuirle. Se escuchan los himnos. Aquellos insultos al nuevo mandatario neogranadino cuando era ministro de la defensa quedaron como si nunca se hubiesen dicho, y a eso de las 2 y 15 minutos hora colombiana, se encerraron, los dos, sin testigos.
Tres horas más tarde los presidentes anunciaron el restablecimiento total de las relaciones diplomáticas entre Venezuela y Colombia. Pero ¿a qué precio? ¿Y las denuncias? Mucho menos parecía existir fractura alguna por los improperios y acusaciones al hombre que durante ocho años libró la batalla por la seguridad de los colombianos. Se presta para una mezcla de confusiones.
Seguidamente a la lectura de una declaración de principios, siguió la rueda de prensa. Chávez ante cada pregunta, hablaba y hablaba y hablaba, en su estilo atrapa incautos, asunto éste que mostró visiblemente incómodo a Santos, preciso en sus respuestas.
Por el otro lado, muy claro quedó luego de las alabanzas de Hugo Chávez al ex presidente Néstor Kirchner, a quien trató de atribuirle bondades de las cuales carece, que su presencia, no fue más que la impertinencia de un metiche. Le hacía comparsa a los respectivos cancilleres, Nicolás Maduro y María Ángela Holguín.
Hacerlo acreedor de haberse concretado el encuentro, no fue sino otra gran mentira, una pretensión sí, del argentino, con su figura gris cargando en el lomo con el enriquecimiento ilícito, la campaña fraudulenta de su esposa la KK, el maletinazo y demás, por nombrar algunos hechos de corrupción durante su mandato.
En evidencia la intromisión de Kirchner, cuando Juan Manuel Santos reiteró de su interés, única y solamente, con el diálogo franco, directo y sin intermediarios, para sostener y mantener las relaciones con Venezuela.
Tampoco quedaría muy bien parado en vista de su condición de secretario general de la llamada Unasur, instancia irrelevante que reúne a conveniencia a los compinches chavistas, también exaltada por Chávez como la panacea de la región, porque el mandatario colombiano de forma muy diplomática marcó distancia con el organismo.
Un escenario insólito inesperado, mantiene sorprendidos a muchos, a otros indignados, una premura o premisa incomprensible, o quizá indigna, ¿la pauta de honor pisoteada bajo el pretexto de pasar la página?
Ahora, lo que si me atrevo a decir, es que Santos no es un blandengue, ni menos un Chamberlain, y a quien si ví sudar y sudar mientras hacía la perorata fue al venezolano. En un tratar de convencer sobre lo inútil…
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