Fabricantes de riqueza… para ellos mismos
17 de agosto, 2010
17 de agosto, 2010
Fabricantes de riqueza… para ellos mismos
Desde tiempos inmemoriales siempre ha existido la lucha del hombre contra la represión del estado. Esa lucha por definir cual debería de ser la verdadera relación entre esos dos elementos. Desde el nacimiento de la Carta Magna desmantelando los poderes ilimitados de los monarcas, hasta el movimiento de Reforma de Martín Lutero, la revolución francesa y la era de Mandela, esa lucha ha sido el anhelo libertador de todos los pueblos de la tierra.
Hace algunos años James Buchanan ganó el premio Nobel de economía con sus revolucionarias teorías del Public Choice, a través de las cuales da explicaciones muy válidas de los motivos, conductas y estrategias del estado para acrecentar su poder, mantenerlo, utilizarlo, y sus repercusiones económicas.
Public Choice es una teoría a veces llamada “la economía de la política”, que explica y predice el comportamiento político asumiendo que los actores de la misma son oportunistas y lo que buscan es su interés muy personal. Esta visión del hombre ha sido muy efectiva explicando su comportamiento económico egoísta, y se ha aplicado en la política contrastando aquellas teorías que observan, erróneamente, dicha actividad como la persecución del loable interés general de la sociedad.
La conclusión de los abanderados del Public Choice, es que los gobiernos se edifican mucho más grande que lo que se requiere simplemente por conveniencia de los políticos, burócratas y grupos de interés especiales cómo sindicatos, empresarios estatistas etc, formando carteles para su beneficio siempre a costa del sufrido pueblo. Se adueñan luego de los activos nacionales que deberían de ser el cuadro para el desarrollo económico general, y los usan como si fueran de su propiedad.
Buchanan y su socio, Gordon Tullok, presentan la idea de un contrato entre sociedad y gobierno a través del cual ese gobierno existe para proteger los derechos individuales y proporcionar servicios públicos. Ese papel ha sido generalmente aceptado aun cuando no cumpla cabalmente su función. Pero cuando el gobierno va mas allá del contrato y pasa a transferir recursos y riqueza entre ganadores y perdedores, su legitimidad se cuestiona, crece el descontento y se prende la mecha de las insurrecciones.
Este contrato entre la sociedad y el estado no es una descripción histórica, sino más bien un standard para medir el papel del estado mostrando cómo, a través de los años, ha ido mucho más allá del concepto limitado del acuerdo original invadiendo todos los campos imaginables. Public Choice explica por qué los gobiernos han crecido producto del egoísmo irracional de los políticos, burócratas y grupos especiales.
Los políticos son descritos como maximizadores de votos y lo único que les interesa es retener sus “huesos”. Para conseguirlo utilizan estrategias que van desde la compra de votos hasta la intimidación y el chantaje. Prometen a los votantes beneficios sin importar costos sabiendo que no van a cumplir. El ejemplo clásico de este tipo de engaño, es el ciclo de los negocios mediante el cual los gobiernos, antes de las elecciones, incrementan el déficit público o el dinero en circulación para proyectar una imagen de bonanza artificial con grandes costos económicos a futuro, pero que normalmente se sentirán hasta después de esa elección.
Buchanan y Tullok aseguran que los presupuestos de los gobiernos del mundo, son el doble y a veces hasta cinco veces de lo requerido en administraciones eficientes. Pero los burócratas establecen como uno de sus objetivos primordiales el “tamaño de su emporio. Es bien sabido que en las burocracias “tamaño” representa poder, ingresos, mordidas, status y la visión de su futuro político se incrementa con la dimensión de su agencia, departamento, Secretaría.
Los burócratas, cómo primeros elementos de esta estructura, son proveedores de sus servicios monopólicos para los políticos. Los políticos, como segundo elemento, son supervisores de los burócratas y representan grupos con gran demanda por ese tipo de servicios. Los grupos de intereses especiales son el tercer elemento—empresarios rentistas, sindicatos etc.–y los que buscan es ser incluidos en el reparto de dulces, ir al juego, pero siempre con las cartas marcadas estructurando una economía de rentismo.
En un reciente viaje del Dr. Buchanan a Tucson, tuve oportunidad de platicar con ambos de la situación de México ante nuestra ya próxima elección. Los dos coinciden en afirmar que México es un ejemplo clásico del Public Choice. Desde nuestra independencia la estructura política del país se desarrolló en base a los intereses de los políticos y no para servir al pueblo. El cartel político se organizó como la Mafia, de la punta de la pirámide hacia abajo, para servir a los intereses de sus miembros. La ansiada democracia lo único que logró es que el club de participantes se ampliara un poco más. Pero la pandilla sigue siendo la misma.
Ahora, desde que los revolucionarios fueran expulsados del poder, han acudido a todos los trucos, mañas, chantajes, amenazas etc, para recuperar esos intereses. En los últimos meses se ha empezado a notar, y será más notable en los siguientes, el exceso de dinero flotando en los mercados estatales controlados por los revolucionarios junior dando la impresión de una bonanza artificial, esa euforia que provoca la borrachera irresponsable, pero después, y no lo dude nadie, vendrá la horripilante cruda que sufriremos todos los mexicanos.
Estos dos grandes intelectuales afirman que algo muy positivo para México sería que todos esos elementos desaparecieran.
Uno de los secretos del éxito de Japón y Alemania, es que con la destrucción de la Segunda Guerra Mundial todos esos grupos desaparecieron y, al iniciar una nueva etapa sin ellos, se convirtieron en las economías 1 y 2 del mundo. Grupos como los que hemos enumerado que solo dedican tiempo y esfuerzo a la distribución y no a la producción del pastel nacional. De esa forma, ambos países tuvieron la oportunidad de empezar de cero, sin la hemorragia de riqueza física, financiera, económica, moral que provocan esos parásitos sociales.
Cuando se presentan este tipo de enfrentamientos entre burocracias frustradas, las consecuencias económicas pueden ser aterradoras. Ya lo comprobamos cuando los revolucionarios decidieron sabotear el país en 1994. Es por tal motivo al Public Choice se le llama la “economía de la política”.
Los revolucionarios, ante las elecciones presidenciales ya en el umbral, están decididos a recuperar el poder a cualquier precio. Durante su exilio han utilizado todos sus trucos aprendidos en más de 7 décadas para sabotear la marcha del país. En el bicentenario de la independencia se habla de una tercera revolución mexicana, tal vez esta sea para, como afirman Buchanan y Tullok, deshacernos de los nuevos parásitos fabricantes de pobreza para el pueblo, y de inmensa riqueza para ellos.
Public Choice es una teoría a veces llamada “la economía de la política”, que explica y predice el comportamiento político asumiendo que los actores de la misma son oportunistas y lo que buscan es su interés muy personal. Esta visión del hombre ha sido muy efectiva explicando su comportamiento económico egoísta, y se ha aplicado en la política contrastando aquellas teorías que observan, erróneamente, dicha actividad como la persecución del loable interés general de la sociedad.
La conclusión de los abanderados del Public Choice, es que los gobiernos se edifican mucho más grande que lo que se requiere simplemente por conveniencia de los políticos, burócratas y grupos de interés especiales cómo sindicatos, empresarios estatistas etc, formando carteles para su beneficio siempre a costa del sufrido pueblo. Se adueñan luego de los activos nacionales que deberían de ser el cuadro para el desarrollo económico general, y los usan como si fueran de su propiedad.
Buchanan y su socio, Gordon Tullok, presentan la idea de un contrato entre sociedad y gobierno a través del cual ese gobierno existe para proteger los derechos individuales y proporcionar servicios públicos. Ese papel ha sido generalmente aceptado aun cuando no cumpla cabalmente su función. Pero cuando el gobierno va mas allá del contrato y pasa a transferir recursos y riqueza entre ganadores y perdedores, su legitimidad se cuestiona, crece el descontento y se prende la mecha de las insurrecciones.
Este contrato entre la sociedad y el estado no es una descripción histórica, sino más bien un standard para medir el papel del estado mostrando cómo, a través de los años, ha ido mucho más allá del concepto limitado del acuerdo original invadiendo todos los campos imaginables. Public Choice explica por qué los gobiernos han crecido producto del egoísmo irracional de los políticos, burócratas y grupos especiales.
Los políticos son descritos como maximizadores de votos y lo único que les interesa es retener sus “huesos”. Para conseguirlo utilizan estrategias que van desde la compra de votos hasta la intimidación y el chantaje. Prometen a los votantes beneficios sin importar costos sabiendo que no van a cumplir. El ejemplo clásico de este tipo de engaño, es el ciclo de los negocios mediante el cual los gobiernos, antes de las elecciones, incrementan el déficit público o el dinero en circulación para proyectar una imagen de bonanza artificial con grandes costos económicos a futuro, pero que normalmente se sentirán hasta después de esa elección.
Buchanan y Tullok aseguran que los presupuestos de los gobiernos del mundo, son el doble y a veces hasta cinco veces de lo requerido en administraciones eficientes. Pero los burócratas establecen como uno de sus objetivos primordiales el “tamaño de su emporio. Es bien sabido que en las burocracias “tamaño” representa poder, ingresos, mordidas, status y la visión de su futuro político se incrementa con la dimensión de su agencia, departamento, Secretaría.
Los burócratas, cómo primeros elementos de esta estructura, son proveedores de sus servicios monopólicos para los políticos. Los políticos, como segundo elemento, son supervisores de los burócratas y representan grupos con gran demanda por ese tipo de servicios. Los grupos de intereses especiales son el tercer elemento—empresarios rentistas, sindicatos etc.–y los que buscan es ser incluidos en el reparto de dulces, ir al juego, pero siempre con las cartas marcadas estructurando una economía de rentismo.
En un reciente viaje del Dr. Buchanan a Tucson, tuve oportunidad de platicar con ambos de la situación de México ante nuestra ya próxima elección. Los dos coinciden en afirmar que México es un ejemplo clásico del Public Choice. Desde nuestra independencia la estructura política del país se desarrolló en base a los intereses de los políticos y no para servir al pueblo. El cartel político se organizó como la Mafia, de la punta de la pirámide hacia abajo, para servir a los intereses de sus miembros. La ansiada democracia lo único que logró es que el club de participantes se ampliara un poco más. Pero la pandilla sigue siendo la misma.
Ahora, desde que los revolucionarios fueran expulsados del poder, han acudido a todos los trucos, mañas, chantajes, amenazas etc, para recuperar esos intereses. En los últimos meses se ha empezado a notar, y será más notable en los siguientes, el exceso de dinero flotando en los mercados estatales controlados por los revolucionarios junior dando la impresión de una bonanza artificial, esa euforia que provoca la borrachera irresponsable, pero después, y no lo dude nadie, vendrá la horripilante cruda que sufriremos todos los mexicanos.
Estos dos grandes intelectuales afirman que algo muy positivo para México sería que todos esos elementos desaparecieran.
Uno de los secretos del éxito de Japón y Alemania, es que con la destrucción de la Segunda Guerra Mundial todos esos grupos desaparecieron y, al iniciar una nueva etapa sin ellos, se convirtieron en las economías 1 y 2 del mundo. Grupos como los que hemos enumerado que solo dedican tiempo y esfuerzo a la distribución y no a la producción del pastel nacional. De esa forma, ambos países tuvieron la oportunidad de empezar de cero, sin la hemorragia de riqueza física, financiera, económica, moral que provocan esos parásitos sociales.
Cuando se presentan este tipo de enfrentamientos entre burocracias frustradas, las consecuencias económicas pueden ser aterradoras. Ya lo comprobamos cuando los revolucionarios decidieron sabotear el país en 1994. Es por tal motivo al Public Choice se le llama la “economía de la política”.
Los revolucionarios, ante las elecciones presidenciales ya en el umbral, están decididos a recuperar el poder a cualquier precio. Durante su exilio han utilizado todos sus trucos aprendidos en más de 7 décadas para sabotear la marcha del país. En el bicentenario de la independencia se habla de una tercera revolución mexicana, tal vez esta sea para, como afirman Buchanan y Tullok, deshacernos de los nuevos parásitos fabricantes de pobreza para el pueblo, y de inmensa riqueza para ellos.
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