¿En quién confía usted?
El país se nos va de las manos. Lo pensamos cuando nos roban otro celular, reloj o cadena. Lo pensamos cuando vemos listones amarillos anunciando un crimen, cuando leemos sobre otro piloto asesinado, y cuando relatamos experiencias de extorsión por las maras. Lo pensamos también cuando vemos esfumarse la inversión y las oportunidades económicas. Es alarmante la cotidianeidad de estas vivencias. Esta realidad subraya nuestra vulnerabilidad e impotencia, pero el descalabro social y la violencia alcanzan niveles aún más aterradores. Percibimos que cobra fuerza ese mundo paralelo del crimen organizado y del narcotráfico, que corrompe hasta las más altas esferas de nuestra sociedad.
Han aumentado los niveles de desconfianza mutua, tanto en el plano interpersonal como en el plano institucional. ¿Qué instituciones gubernamentales y sociales gozan aún de nuestra confianza? Las encuestas confirman que desconfiamos de los partidos políticos, grupos de interés, gobiernos locales y dependencias públicas, y hasta de los policías y las cortes que supuestamente protegen nuestros derechos básicos.
El tema de la confianza inquieta a científicos sociales. Steve Knack, economista del Banco Mundial, dice que la confianza posibilita el comercio. Él distingue entre la confianza informal e institucional: una sería la cordialidad entre vecinos, otra la que nos compele a anotar nuestro número de tarjeta de crédito en una página de Internet. La confianza institucional trasciende a la informal y alimenta una pujante economía global entre perfectos extraños. Según Knack, la confianza es el factor que mejor explica las diferencias en el ingreso per cápita entre naciones.
El economista Tyler Cowen invierte la relación, haciendo hincapié en cómo el comercio crea confianza. Él se autodefine como optimista porque considera que las sociedades pueden transitar de una situación de desconfianza generalizada, a una cultura de confianza. Estudió dos pueblos remotos en México que comparten una historia, etnia y cultura: San Agustín Oapán y Ameyaltepec. Los índices de pobreza, alcoholismo, corrupción, criminalidad y desocupación son altos en San Agustín. En Ameyaltepec se vive mayor confianza, libertad y prosperidad. Los habitantes de Ameyaltepec han logrado establecer confianza y reciprocidad mediante el intercambio comercial regular. Conviven en paz, al punto que ven como una amenaza común a la policía que abusa de su poder coercitivo para extraer mordidas y entorpecer sus interacciones pacíficas.
El Gobierno juega un papel importante en la defensa de un ambiente de confianza. Mitiga el temor un gobierno que protege a los ciudadanos de actos violentos y que hace valer los contratos y los derechos de propiedad. Destruye la confianza un gobierno amenazante y corrupto, que usa la fuerza arbitraria para impedir la cooperación reiterada, libre y voluntaria entre ciudadanos.
Tenemos que adoptar reglas del juego político que transformen a nuestras instituciones gubernamentales en amigas de la confianza, base de la libertad y la democracia.
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