Los otros cachiporristas

Claro que las súbitas y exageradas declaraciones de amor recientemente escuchadas (tan súbitas y exageradas que, rápidos de reflejos, tuvieron que matizar para no quedar en ridículo), tampoco son el motor de una sociedad moderna. Lo único que pueden hacer funcionar es la fábrica de sospechas. Que son muchas. Habría que ser doblemente ingenuo para no tenerlas.

En consecuencia, sería deseable que la cúpula de la ANEP fuese en el futuro mucho más medida en sus declaraciones. Al menos, si lo que quiere es representar a todo el sector empresarial, y no sólo a sí misma.

Le serviría, además, para diferenciarse de su pasado reciente, cuando varios de sus directivos eran cachiporristas del anterior gobierno: sólo un desinformado aceptaría un desmentido sobre una relación que fue, para decirlo con benevolencia, pegajosa. No nos hagamos los distraídos.

Esto, obviamente, lo sabe bien el agudo periodista que es el presidente Funes. Sabe también que el resultado de ese contubernio mercantilista fue muy negativo para El Salvador.

Aún cuando preguntar es más fácil que responder, hay ciertos cuestionamientos que son válidos: ¿qué avances hubo en la lucha contra la delincuencia?, ¿se superó la incertidumbre política?, ¿pueden las maquilas contratar turnos extendidos?, ¿cuándo dejarán de cobrar renta las maras? Que el referente sea Lula y no Chávez es un buen dato, pero no responde las preguntas anteriores.

Y aunque sólo un trasnochado exigiría que todos los problemas ya tuviesen solución, es preocupante que un viaje a Brasil le haya hecho decir a la actual cúpula de la ANEP que "la desconfianza está superada". No es eso lo que dicen los números de la economía.

Esperemos que sólo haya sido por efecto de alguna caipirinha de más, o por la emoción de ver tantas garotas juntas. De lo contrario, estaríamos en presencia de una nueva camada de cachiporristas del poder político.

Por su parte, la señora que aparentaba ser la inquisidora de los tiempos modernos terminó siendo, ella misma, una notable cachiporrista. En su caso, del oscurantismo económico.

En efecto, luego de inculcar por enésima vez el resentimiento porque hay gente que compra apartamentos caros, propone abrazar una "economía solidaria", que incluya la vuelta al trueque (¡?) y granjas comunitarias. La razón por la cual los peregrinos del Mayflower superaron las hambrunas en 1623, dando origen a la celebración estadounidense del día de acción de gracias, la ilustrarían sobre los resultados de tales granjas.

La economía dejará de ser economía el día que olvide el carácter escaso de los recursos materiales y la función de los incentivos. Las solidarias, en todo caso, son las personas.

Somos muchos los que creemos que al Estado moderno le cabe una clara función subsidiaria en áreas puntuales, así como de apoyo a personas carenciadas. Algo que en El Salvador, por supuesto, está muy lejos de cumplirse.

Pero incluso en dicho caso no corresponde hablar de "solidaridad", pues el Estado obtiene los recursos de manera coercitiva. Es que así funcionamos los humanos, aunque nos encante creernos ángeles solidarios.

Para que el Estado cumpla con su función subsidiaria hace falta que la economía tenga rentabilidad. De lo contrario, ¿qué espera recaudar?, ¿el 25% de qué renta?, ¿el 13% de qué venta?

Guardaré la presentación de 84 slides hecha por la señora para discutirla con mis alumnos de cuarto año de economía en el próximo ciclo de Realidad Empresarial Nacional III, en la ESEN. Y les pediré que la refuten con argumentos estrictamente técnicos. Les resultará fácil.

Paradójicamente, la señora dijo algo que es cierto: en El Salvador sobran cachiporristas. Pero de los otros. Los del poder político y los del oscurantismo económico.

Hasta la próxima.

El autor es ingeniero, Máster en Economía (ESEADE, Buenos Aires) y columnista de El Diario de Hoy.