En las familias, los números son lo que cuenta
Varias cifras denotan molestos problemas sociales. Comprenden 10.000 (el número de "baby boomers" que a diario se acogen a la seguridad social y Medicare); 10,2 por ciento (el margen en el que se situaría la tasa del paro si 1,2 millones de desalentados parados no hubieran dejado de buscar empleo últimamente); 9,9 billones (la estimación que hace la Oficina de Gestión Pública de la diferencia entre la recaudación prevista y los desembolsos destinados a las instancias estatales y locales durante los próximos 50 años); 76,4 billones de dólares (la estimación semejante que hace la Oficina de Gestión del déficit fiscal de la administración federal a 75 años).
Los remedios a estos problemas se pueden imaginar como mucho. Pero la cifra trágica de los Estados Unidos — trágica porque es difícil concebir remedios legislativos — es 70%. Es el porcentaje de menores afroamericanos que son hijos de madres solteras. Ello puede explicar lo que desconcierta a Nathan Glazer.
Firmando en The American Interest, Glazer, catedrático emérito de sociología en Harvard, considera "una paradoja" que la elección de Barack Obama "coincida con la práctica desaparición de la vida pública estadounidense del debate de la condición de la minoría negra y de cuál podría ser la legislación pública que la mejore". Esta, dice Glazer, es la situación de la minoría negra:
"las esperanzas de encontrar empleo en el caso de los varones negros jóvenes empeoraron hasta cuando la economía era robusta. Hacia los primeros años de la década, más de la tercera parte de todos los varones negros jóvenes sin educación superior estaban en prisión. Más de la tercera parte de los alumnos negros nacidos desde mediados de los años 60 que abandonaron el colegio secundario acaban en la cárcel. La encarcelación masiva arruina las esperanzas de las mujeres negras que buscan marido. Lo mismo que otra tendencia detectada por el sociólogo William Julius Wilson: "Durante el curso lectivo 2003-2004, se concedieron 200 graduados a mujeres negras por cada 100 entregados a varones negros".
Dado que los cambios en las legislaciones y las costumbres han rebajado barreras, la clase media negra ha podido abandonar las zonas deprimidas, que se han convertido, dice Glazer, "en territorios de hacinamiento de los pobres, los de educación deficiente, los parados y los imposibles de contratar". La elevada tasa de hijos ilegítimos se traduce en una cohorte permanentemente renovada de varones adolescentes sin referencia paterna, lo que se traduce en vecindarios y centros escolares con problemas. Glazer piensa que es posible que para algunos varones negros, "actuar a lo blanco" — tratar de despuntar en la escuela — se considere "una traición a su cultura de minoría". Esto limita gravemente las oportunidades de empleo en una economía cada vez más dedicada a los servicios en la que trabajar en grupo importa más que trabajar con cosas en la fabricación.
Ahora, desde el Servicio de Valoración Educativa, llega un informe acerca de "La disparidad entre blancos y negros: cuando el progreso se detiene", firmado por Paul E. Barton y Richard J. Coley. Examina el dato "sorprendente" de que la mayoría de los progresos a la hora de cerrar la disparidad en comprensión lectora y matemáticas se produjeran en las décadas de los 70 y los 80. Esto significa "que el progreso en general se detuvo en seco para aquellos nacidos alrededor de mediados de los años 60, un momento en que importantes victorias legislativas anunciaban el final de la discriminación racial".
Sólo el 35 por ciento de los menores negros viven con dos tutores, lo que explica en parte el motivo de que, aunque sólo el 24% de los alumnos blancos de octavo ven 4 horas de televisión o más a diario de media, el 59% de sus compañeros negros las ven. (Los menores privilegiados pierden su tiempo en las nuevas redes sociales entre otras bendiciones muy heterogéneas de la informática y los teléfonos inteligentes). Los menores negros también se ven negativamente afectados de forma desproporcionada por esta disparidad de clases: a los cuatro años, el menor medio de una familia en la que el cabeza tiene educación superior escucha alrededor de 20 millones de palabras más que el menor medio de una familia de clase obrera y alrededor de 35 millones más que el hijo medio de una familia dependiente de la ayuda social — un hijo que a menudo sólo tiene una madre que colgó los libros en el instituto.
Tras examinar gran parte de la investigación referente a muchas posibles explicaciones del motivo de que el progreso se detenga, particularmente en los barrios caracterizados por una "concentración de privaciones", el informe del Servicio afirma: "Es muy difícil imaginar que el progreso del avance educativo y la disparidad de resultados se reanude sin invertir estas tendencias familiares — es decir, elevar la cifra de matrimonios por cada mil habitantes y devolver al progenitor al deber de educar a los hijos". Y: "Es igualmente difícil imaginar mecanismos legislativos directos" que afecten a eso.
Por tanto, dos cifras para acabar: dos décadas, cinco factores. Dos décadas han transcurrido desde que Barton publicara "La escuela más pequeña de América: La familia". Él ha estimado que alrededor del 90% de la diferencia en las valoraciones de los centros se puede explicar mediante cinco factores: la cifra de ausencias de los alumnos, la cifra de horas que los estudiantes pierden viendo la televisión, la cifra de páginas que leen como deberes, la cantidad y la calidad del material de lectura presente en los hogares de los estudiantes — y, lo más importante de todo con diferencia, la presencia de dos tutores en la casa. Las legislaciones pueden tener alguna influencia sobre estos cinco, y ninguna en absoluto sobre el quinto.
© 2010, The Washington Post Writers Group
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