Prensa SA: rugieron los montes y parieron un ratoncito
La Prensa, Buenos Aires
"Parturient montes, nascetur ridiculus mus" Horacio
La semana que acaba de concluir mostró la versión menos exitosa de Néstor Kirchner, dueño de la iniciativa, pero errando golpes decisivos. Con un número creciente de frentes abiertos. Cada vez más aislado y refugiándose entre una dirigencia incondicional que disminuye: legisladores, piqueteros, gobernadores, sindicalistas. Una semana para marcar con una piedra negra y para reformular la estrategia en curso.
Primer error: la denuncia contra los dueños de Papel Prensa.
Generó un clima previo de fuerte expectativa y hasta que comenzó el discurso de la presidenta Cristina Fernández circulaban versiones sobre la intervención, confiscación o estatización de la empresa. Nada de eso ocurrió. El gobierno optó por denunciar ante la Justicia presuntas presiones a los antiguos dueños por parte del último régimen militar y por enviar al Congreso un proyecto para imponer precio máximo al papel de diarios. Un verdadero fiasco para una administración acostumbrada a imponer su voluntad sin atenuantes.
¿Qué pasó? En primer lugar, que testigos de primera fila de aquella transacción desvirtuaron por completo la denuncia oficial. Miembros de la familia ex propietaria de Papel Prensa -Graiver- supuestamente torturados y obligados a vender dijeron que no habían sido torturados y que la venta a los diarios "Clarín" y "La Nación" fue perfectamente legal. Los Graiver que el gobierno reclutó se neutralizaron con los Graiver que apoyaban a Papel Prensa para mal del gobierno. Por último hasta los Graiver "K" admitieron que estaban libres cuando se vendió la empresa. Conclusión: la dirigencia opositora se regocijó denunciando la maniobra y la prensa adicta al gobierno no tuvo ninguna chance de emparejar la pelea.
Del encontronazo salió airoso el principal enemigo -por estos días- del gobierno: el CEO del Grupo Clarín, Héctor Magnetto. Su estrategia superó largamente a la oficial. Contó con los testigos más convincentes y la solidaridad del "establishment", de los medios internacionales y hasta del Departamento de Estado. Si se compara esa falange con la que concurrió a la Casa Rosada (Hebe de Bonafini, Piumatto, etcétera) la diferencia habla por sí sola.
Pero las desventuras del oficialismo no terminaron allí. El mismo martes de la cadena nacional fallida, el sindicalista Hugo Moyano asumió la presidencia del partido Justicialista bonaerense con el respaldo y la presencia de Néstor Kirchner en un acto relámpago para evitar incidentes. En la ceremonia la nota central fue la reticencia de los intendentes peronistas, que temen dos cosas: las presiones de Moyano para ocupar con su gente las listas comunales y la mala imagen del camionero que puede restarles votos.
En suma, el acto fue una exhibición de superestructura -con apoyo nacional y provincial- y una muestra del poder del aparato sindical, pero con los jefes territoriales marginados y bajo presión para adherir al proyecto de la Casa Rosada. Un escenario similar al que precedió la derrota electoral bonaerense del año pasado.
También el martes cesó el bloqueo de los camioneros a la empresa Siderar que amenazaba con paralizar buena parte de la actividad industrial al cortar la cadena productiva. Esa agresión resultó decisiva para que los empresarios que habían apoyado al gobierno nacional desde 2003 faltaran a la convocatoria de la presidenta. Hasta algunos que pertenecen al "grupo de amigos" de la Casa Rosada dejaron sillas vacías a la hora de pasar lista (ver Visto y Oido).
Néstor Kirchner cree que el poder político sirve de poco sin el poder económico y dio testimonio de esa convicción con hechos abundantes en los últimos siete años. En pocas palabras, no concibe la política sin los negocios. Que los hombres de negocios -hasta los que han tenido y tienen rentabilidad excepcional bajo su administración- se alejen de él y lancen críticas sobre la "inseguridad jurídica" en un momento de fuerte confrontación constituye una señal de aislamiento que no requiere ser explicada.
Las críticas empresarias durante la reunión del Consejo de las Américas, las peleas de los funcionarios con hombres de negocios de primera línea, la conflictividad en aumento reproducen un escenario parecido al del conflicto con el campo. Si insiste en avanzar por ese camino, la dispersión oficialista será un hecho antes de fin de año.
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