Cuba: Ser o no ser
Me enteré por la prensa nacional que se imprimieron y se están vendiendo a los cubanos ejemplares de la Constitución, algo que me parece una idea excelente para que los ciudadanos conozcan los deberes y derechos que ésta les otorga.
Yo mismo me compré un ejemplar para renovar el viejo y amarillento que descansa en mi librero. Me dio por releerla y me sorprendí con una frase que aparece en el Artículo 32 del Capítulo II, el que habla sobre la ciudadanía.
Resulta que la Ley de Leyes -de obligatorio cumplimiento por todos los cubanos- dice que "No se admitirá la doble ciudadanía. En consecuencia, cuando se adquiera una ciudadanía extranjera, se perderá la cubana".
El artículo parece claro pero la interpretación de las autoridades es sorprendente. Cuando los nacidos en Cuba adquieren otra ciudadanía, los obligan a mantener la cubana al exigirles un pasaporte nacional como condición para entrar o salir de la isla.
Las cosas se han puesto aun más complicadas a partir de la Ley de la Memoria Histórica, aprobada por Madrid, gracias a la cual alrededor de 200 mil cubanos, nietos de españoles, podrán obtener la ciudadanía de la "Madre Patria".
Si se respeta el espíritu y la letra de la Constitución de la República, todos estos nuevos europeos deberían perder la ciudadanía cubana y abandonar la isla o vivir en ella con los mismos derechos y deberes de cualquier otro extranjero.
Esto tendría evidentes ventajas para ellos, por ejemplo no necesitarían pagar U$150 por una Carta de Invitación para poder salir del país, se les permitiría comprar automóviles legalmente y tendrían acceso a Internet en su domicilio.
Claro que también estarían obligados a pagar la Salud Pública y la Educación, no podrían tener propiedades inmobiliarias (salvo en los nuevos campos de golf) y perderían la posibilidad de ocupar cargos políticos y de gobierno.
Incluso tendrían vetado el acceso al Partido Comunista (PCC) porque en el Artículo 1 de sus estatutos se especifica que los militantes deben ser ciudadanos cubanos, lo que provocaría la separación de miles de personas.
Si entre los miembros del PC cubano se mantiene el porcentaje de nietos de españoles que existe en el resto de la sociedad, la organización política se vería obligada a dejar fuera de sus filas a más de 10 mil militantes.
Lo que digo podría parecer una simple especulación pero he comprobado que en los núcleos se empezó a separar a los miembros que confiesen que ya son españoles o que están tramitando la ciudadanía de sus antepasados.
He hablado con varios militantes que fueron separados por este motivo y coinciden en que el proceso se produce sin agresiones, pero siempre obligándolos a elegir entre la militancia comunista y la ciudadanía española.
Todos con los que hablé terminaron dejando el PC. Uno de ellos me confesó que fue un alivio abandonar las filas sin grandes conflictos pero los demás afirman que optaron por la ciudadanía solo por motivos económicos y por la facilidad para viajar.
Algunos se sienten injustamente marginados. Uno de ellos dedicó su vida a trabajar por la Revolución. Hoy habita una casa muy humilde, no tiene automóvil y depende de una ínfima jubilación para comer, a pesar de lo cual continúa defendiendo las mismas ideas.
Las listas con solicitudes de ingreso al Partido deben estar rebosantes para que puedan darse el lujo de renunciar al concurso de miles de personas, algunas de ellas comunistas convencidos, con décadas de militancia en sus costillas.
Tengo incluso la impresión de que existe un conflicto legal. Si estos nuevos españoles son obligados a usar pasaporte cubano para viajar es porque se les considera ciudadanos de Cuba y por lo tanto deberían mantener todos sus derechos, entre otros el de ser militantes del PC.
Es paradójico que este tema genere tanto conflicto político en un país en el que el principal jefe militar de la lucha por la independencia fue dominicano y uno de los más destacados líderes de la revolución de 1959 era argentino.
Y no fueron los únicos, en 1975, en un discurso Fidel Castro se refería a otro dirigente cubano, Fabio Grobart, afirmando que era "sastre de profesión, polaco de nacimiento y ciudadano del mundo, como todos los comunistas".
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