Brito: símbolo del decoro y resistencia cívica
Consternación. Indignación. Repudio. Pena ajena. Reivindicación. Una mezcla entre sentimientos y deseos. Son las sensaciones más resaltantes y generalizadas hoy entre la gente -cualquiera sea su posición o militancia- ante la alevosía, sectarismo, insensibilidad y negligencia del régimen regente, opresor, revanchista, excluyente y ahora verdugo.
El ensañamiento despiadado e indiscriminado contra la sociedad, avalado por unas instituciones sumisas y cómplices, le costó la vida a otro humilde venezolano, productor rural, quien en algún momento de su vida, corta y trágica, confió en Chávez, admiró a Fidel y se dejó cautivar por una delirante propuesta redentora que terminó siendo autocrática, clasista y violenta. Que lo despojó de sus tierras, de su vida y causó a su familia aflicción y tristeza. Lo que nunca le pudo arrebatar el fascismo militarista entronizado, asesorado por esbirros cubanos, fue su coraje, su moral y su dignidad. ¡No hay saña ni azote capaz de doblegar a los ciudadanos íntegros!
De las garras, ambiciones e imposiciones de los regímenes y caudillos totalitarios no se salva nadie. Ni los adeptos. Ni los aliados. Ni los colaboracionistas. Ni los condiscípulos. Ni siquiera los más obsecuentes ordenanzas como son quienes ejecutan sin escrúpulos las órdenes o caprichos del mandón, muchas veces ilegales, abusivas, injustificadas, vandálicas y hasta inoportunas.
Brito -otra víctima más de la violencia, en su caso ejercida por el Estado, quien ofrendó su vida en medio de la indolencia, anarquía y sectarismo propiciados por organismos oficiales- es un héroe. Un mártir. Un símbolo del decoro y la resistencia cívica. Se inmoló por defender sus principios, sus derechos, su dignidad. Y esos valores éticos están muy por encima del mismísimo derecho humano, la facultad jurídica y el deber moral -que le otorga a todo venezolano la Constitución Nacional- de defender un patrimonio personal y familiar.
Brito fue vejado, denigrado, estigmatizado, hostigado, desasistido y despojado de sus bienes, de sus derechos y de su libertad por el mismo Estado permisivo que sufraga, dota, ampara, utiliza y se hace la vista gorda con las bandas sectarias que "proclaman" la revolución y con los delincuentes comunes que continuamente acosan a la sociedad venezolana.
Mientras esta autocracia subordinada a la "chuloguiatura" cubana despojó a Brito de sus tierras, como ha hecho con otros pequeños productores agrarios como él, Venezuela deja de producir bienes, servicios y prosperidad colectiva para importar 80% de lo que el pueblo necesita para subsistir.
Llegó la hora de reivindicar a las víctimas de esta putrefacción: El 26 el pueblo pasará factura por las tropelías.
- 23 de enero, 2009
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