Tiranía baja en calorías

Periodista Digital

Tras el chasco de la gripe A, Sanidad ha encontrado una nueva epidemia: la obesidad infantil. De ahora en más los niños no podrán comprar en los centros escolares bollos, refrescos y chucherías que no cumplan unos requisitos nutricionales mínimos. El Consejo de Ministros ha aprobado la Ley de Seguridad Alimentaria y Nutrición, que prohíbe "la venta de alimentos con un alto contenido en ácidos grasos saturados, ácidos grasos trans, sal y azúcares sencillos […] en el interior de los colegios".

Ya están aquí de nuevo los políticos para "protegernos" y esa siempre es una pésima noticia para la responsabilidad individual. En lugar de informar a los padres sobre lo perjudicial que pueden ser los bollos de toda la vida, la ministra Trinidad Jiménez asume el rol de "Madre Coraje" dejando a los niños sin Donuts en los recreos.

¿Quién decide lo que comen los niños en el colegio? ¿El Gobierno o sus padres? Los prohibicionistas lo tienen muy claro: los padres no están maduros para este tipo de decisiones y hay que educarlos con leyes bienintencionadas "modernas y oportunas", como dijo la ministra, contra la obesidad infantil, "que es una auténtica amenaza de salud pública".

No, ministra. La auténtica amenaza es que los políticos infantilicen a los padres reduciéndolos a la categoría de idiotas invisibles que no pintan nada en la alimentación de sus hijos. Hoy van a por los bollos. Mañana será la sal (ya hay leyes restrictivas en EEUU), el chocolate y los yogures enteros. Los niños se alimentarán mejor cuando el Gobierno deje de entrometerse. Porque aquí lo único que no deja de engordar es el apetito de los burócratas. Ya es hora de poner a dieta al Gobierno y no a los niños.