Hijos de las FARC
A medida que pasan los días más repugnantes resultan las maniobras de la narcoguerrilla colombiana. En realidad, a nadie debería sorprenderle el giro grotesco que ha cobrado la operación mediática montada por las FARC y su aliado, el presidente Hugo Chávez. En medio de la romería que organizaron junto a enviados de países vecinos que reciben dineros y petróleo del gobernante venezolano, la cordura y la decencia impiden olvidar que los dirigentes estalinistas de este grupo terrorista, son los culpables del inmenso sufrimiento de los secuestrados.
Es triste que Consuelo González y Clara Rojas continúen presas bajo las FARC. Sin embargo, la despiadada historia del hijo de Rojas, Emmanuel, ha servido para, una vez más, poner de manifiesto las crueles y sádicas prácticas de estos discípulos del Che. Por medio de los relatos de rehenes que han logrado escapar de la vigilancia de la guerrilla, sabemos que no sólo los cautivos viven en condiciones infrahumanas, sino que, además, en los campamentos nacen niños a cuyas madres se les priva de los derechos más elementales.
Según el testimonio del policía John Frank Pinchao, quien después de nueve años de secuestro logró huir de sus captores, Rojas imploraba que la dejaran ver a su bebé. Y, de ser cierto lo que ahora cuenta el campesino al que las FARC obligaron a quedarse con Emmanuel, el pequeño apareció en su casa desnutrido y a punto de morir por paludismo y malos tratos.
No sabemos, a lo largo de tantos años, cuántos hijos de mujeres secuestradas o forzadas a servirles a los guerrilleros pueden haber nacido en condiciones de esclavitud. Desconocemos cuántos pueden haber muerto en condiciones lamentables. Cuántos han sido entregados a familias ajenas. O cuántos han sido abandonados en centros de acogida.
Son crímenes tan atroces como los que en su día cometió la Junta militar argentina con los hijos de los opositores torturados y luego "desaparecidos" en las interminables noches de la fatídica Escuela Superior de Mecánica de la Armada. Basta leer el "Informe Sábato" para comprender la magnitud del horror de quienes, en nombre de unos ideales y una cruzada particular, separaban a los bebés de sus madres para "regalarlos" a matrimonios desconocidos. Tan sólo hace unos años el poeta Juan Gelman logró conocer a su nieta, quien fue adoptada por una familia uruguaya después de que su hijo y nuera fueran asesinados por los militares. De esa misma calaña son los asesinos de las FARC. Es extraño que las madres de la Plaza de Mayo no salgan a denunciarlo.
Pronto sabremos sin ninguna duda si el niño que hace unos años llegó casi moribundo a un orfanato es Emmanuel, pero lo que verdaderamente debería preocuparnos es la certeza de que las FARC esclavizan, abusan, maltratan y abandonan como perros a los hijos de la gente a la que someten a la fuerza. Debería haber un clamor popular contra este crimen de lesa humanidad y no tanto circo de feria en torno a unos gángsteres y sus amigos. Los hijos de las FARC merecen ser liberados antes de que se los trague la selva. (Firmas Press).
- 23 de julio, 2015
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