¿Y qué es el buen vivir?
Otro más de sus acostumbrados revuelos ha levantado el gobierno, con lo que el presidente denomina la “cédula del buen vivir”. Y es que esas ideas repentinas, sacadas debajo de la manga, son como para analizarlas con lupa, a ver de qué se trata y sobretodo, si es posible implementarlas.
La mencionada cédula creó numerosas suspicacias en la opinión pública. Francamente, se encendieron alarmas. Mucha gente creyó que se trataba de la tristemente célebre tarjeta de racionamiento cubana, que tanta miseria y hambre ha traído a la isla durante casi medio siglo.
Pero no. No se trataba de eso. O quién sabe si en realidad era esa la intención; pero ante la alarma de la gente, se cambio el concepto. Piensa mal y acertarás, dicen por ahí. Porque en el mismo anuncio de la polémica cédula, se refirió al “consumo necesario”, con lo cual asoma la intención de decirle a la gente cuánto debe comer. De allí a libreta de racionamiento, solamente hay un paso.
Pero el líder de la revolución se desdice, retrocede. Está decidido a aplicar el socialismo del siglo XXI… Hasta que las encuestas lo desfavorecen.
Y es así como la libreta de racionamiento se transforma, como por arte de magia, en una tarjeta de crédito. Más capitalista, imposible. El gobierno quiere elevar el consumo a como dé lugar.
Bien se sabe que hay una buena tajada de electorado chavista que es pragmática y clientelar. Siguen con el comandante en tanto y en cuanto sientan dinero en el bolsillo, un dinero producto de la abundancia petrolera, que hubiera llegado con este presidente y con cualquier otro. Pero probablemente cualquier otro lo hubiera administrado con mucho más criterio de abundancia, inversión, prosperidad y bienestar.
Entonces, el presidente busca, a pocos días de las elecciones para la Asamblea Nacional, inundar el país de neveras, cocinas, DVDs y aparatos de sonido, para mantener fiel y contento a su electorado. Falta que lo logre.
Porque la mencionada tarjeta va a financiar comida, línea blanca y marrón, además de viajes. Una vida oligarca, pues. Pero, ¿Qué gana el venezolano pertrechándose en una casa llena de electrodomésticos que no va a poder utilizar porque no hay luz? ¿Qué gana si, al salir de su bien equipado hogar teme por su vida, ante los 19 mil asesinatos impunes que hubo el año pasado?
Tampoco se gana mucho teniendo una cédula del buen vivir o tarjeta de crédito –llámela como quiera– si en los establecimientos gubernamentales no hay productos porque casi doscientas mil toneladas se pudrieron.
Por cierto, que al buscar un mecanismo para financiar comida, el gobierno estaría confirmando algo extremadamente grave: la gente tiene que comprar comida a crédito. El sueldo ya no alcanza ni para eso. La disparatada política económica se convierte en inflación, pulveriza el bolívar fuerte y hace que los ciudadanos puedan comprar cada vez menos. ¿Endeudarse para comprar la comida diaria? Es el peor disparate que se puede cometer.
Insistimos. No vemos por ninguna parte el buen vivir. Buen vivir nace de un país con reglas claras, con funcionarios que hagan su trabajo, con leyes que se respeten, con un sector privado robusto, que ofrezca abundante empleo bien remunerado a los ciudadanos; mientras el gobierno se ocupa de la seguridad, de la salud, de la educación. De fijar las reglas para que una economía estable no genere inflación y se coma el salario.
Eso sí es buen vivir. Y no se necesita cédula o tarjeta alguna, sino la buena voluntad del gobierno para que el ciudadano progrese.
- 23 de enero, 2009
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