El crimen de la virtud
El recrudecimiento y proliferación de la violencia del narcotráfico en México, pone de manifiesto una vez más la inconsistencia de la política antinarcótica. En otras palabras la decisión de permitir el consumo y prohibir la venta, es una contradicción evidente. Y esa contradicción no solo se encuentra en el ámbito de la lógica aristotélica, sino que trasciende cada vez más a la realidad de los hechos. Esa contradicción implica la aparición del narcotráfico en primera instancia. En otras palabras la venta ilegal de la droga, particularmente en el país que provee el mayor mercado para la misma, que son los Estados Unidos. No podemos esperar que los que violen la ley sean niños de pecho, por tanto es el negocio para los criminales de turno. Y es asimismo que la prohibición evidentemente constituye un elemento fundamental en la rentabilidad del negocio.
Pero la criminalidad del narcotráfico no se agota en si mismo sino que trasciende a la política. Ya deberíamos saber que la corrupción forma parte integral de muchos gobiernos, aun cuando no pienso referirme por el momento a ninguno de ellos en particular. Pero no puedo olvidar las sabias palabras de Alexis de Tocqueville, que he repetido hasta el cansancio: “A tal punto son más fuertes los vicios del sistema que la virtud de los que lo practican”. Y debo señalar que no creo que en aquella oportunidad se estuviera refiriendo a los gobiernos latinoamericanos, (dicho sea de paso).
Me voy a referir en este caso a una observación de Adam Smith, que si bien en su oportunidad se refería a los impuestos excesivos, su validez implica en el caso de las drogas el reconocimiento de la naturaleza humana. Y dice: “Un impuesto imprudente crea la gran tentación al contrabando. La ley contraria a todos los naturales principios de la justicia, primero crea la tentación, y después castiga a los que se rinden ante ella; y comúnmente aumentan el castigo, también, en proporción a la misma circunstancia que debiera ciertamente aliviarla: la tentación de cometer el crimen.” (el subrayado es propio).
No me cabe la menor duda de que las anteriores palabras, que definitivamente reflejan un análisis de la naturaleza humana, son aplicables a la situación creada por la contradicción ante dicha, que implica el magnificar la tentación al crimen. Y esta tentación se extiende a múltiples gobiernos que por su propia naturaleza carecen de las limitaciones políticas inherentes al “Rule of Law”. Es decir la limitación del poder político y el respeto por los derechos individuales. Por tanto ante la ausencia de limitación al poder político, el incremento de la tentación, no tiene otro resultado que el aumento de la corrupción política.
En el caso de Estados Unidos, como sabemos uno de los derechos individuales, es precisamente el derecho del hombre a la búsqueda de su propia felicidad. Por tanto en virtud de ese principio, a mi juicio fundamental, no creo fuera posible el prohibir el consumo de drogas. No quiere ello decir que crea que el consumo es una virtud, sino tan solo que se encuentra precisamente en la libertad del hombre en tanto y en cuanto no perjudique a sus congéneres.
Pienso que la inclusión en 1919, de la enmienda XVIII por la que se prohibió la manufactura, venta y transporte de licores intoxicantes, debiera constituir un ilustrativo antecedente del error que ella implicó. Ya es sabido que la nicotina es más dañina a la salud que la marihuana. No obstante, si bien en la mayoría de los espacios públicos el fumar está prohibido, la venta de cigarrillos como debe ser, no ha sido prohibida. Y la decisión de prohibir fumar en los espacios públicos tiene su razón de ser en impedir el posible daño a terceros, y no por el que le pueda producir al fumador.
Por iguales razones, y de conformidad con la idea de la justicia, y no de la moral, como diría David Hume, la prohibición de manejar habiendo bebido alcohol (Alcoholemia) tiene por objeto la protección a terceros. Creo que el mismo criterio debe ser aplicado al caso de las drogas. Si alguien por estar drogado comete un delito debe ser juzgado por tal y no por haberla consumido. Si existe el propósito moral de reducir el consumo, no hay otra alternativa que la educación y la información pertinente respecto al daño que produce su consumo.
Lamentablemente existe un problema político adicional que surge precisamente de la misma contradicción y que es el narcoterrorismo. Es decir la colusión manifiesta entre los narcotraficantes y los terroristas racionales (guerrillas) que pululan en nuestras tierras. Los intereses comunes los unen frente a los gobiernos que pretenden defender a la sociedad, tanto del crimen organizado, como del por organizar a través de la ideología socialista-marxista que hoy impera en Cuba por más de cincuenta años y se pretende desde Venezuela mediante el socialismo del siglo XXI.
Por la misma razón nos encontramos aun con la colusión de algunos gobiernos, tanto con unos como con otros en la búsqueda de la perpetuación del poder político absoluto, en nombre del pueblo. Según la información pertinente, en el caso de Chávez es un hecho notorio su colusión con el narcotráfico colombiano así como con sus aparentes socios las FARC. También se supo en su oportunidad la colusión de Fidel Castro con el narcotráfico, por más que se siga pretendiendo ignorar tanto los crímenes cometidos como los que se sigue cometiendo. Tanto así que ahora la Iglesia parece pretender llevar a Castro al cielo, olvidando e ignorando que creó un infierno en la tierra.
En fin es un hecho manifiesto, que la contradicción entre el permiso del consumo y la prohibición de la venta de drogas, amén de incrementar la proficuidad del negocio, y por tanto la tentación se ha constituido en el más trágico problema que enfrenta políticamente nuestra sociedad. La connivencia entre el tráfico, la corrupción política y el desvarío ideológico, traen como consecuencia el dilema de la vivencia del narcotráfico, la narcopolítica y el narcoterrorismo. Pensemos una vez más al respecto que si no podemos evitar el pecado evitemos el delito, y no que en la búsqueda de la virtud se incremente el delito.
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