Dilma vs. Serra, ¿y Lula?
Dejemos de lado la elegante y respetuosa respuesta, "a palabras necias oídos sordos'', que públicamente diera en estos días Hugo Chávez al pedido de informe sobre actividades de ETA en Venezuela que le hicieran la Justicia y el Gobierno español y centremos la atención en Brasil. Allá los españoles sí están dispuestos a tolerarle lo que sea al comandante bolivariano.
En el gigante sudamericano la puja electoral se ha puesto interesante. Parece, según las encuestas, que casi se está al borde de un empate técnico. De acuerdo con los últimos sondeos la candidata oficialista, Dilma Rousseff, en el mejor de los casos llega al 49% y en otro al 46.8%, mientras su contrincante José Serra se le acerca con un 43 y un 42.7 por ciento respectivamente.
En esta carrera lo aconsejable es no hacer apuestas, aunque resultaría una sorpresa mayúscula que perdiera la candidata oficialista, concretamente, la candidata de Lula. Es aventurado hacer pronósticos, y mucho más sobre diferencias de votos: puede darse cualquier resultado. Sería la última victoria de Lula. Y es más, Rousseff debería ganar por mucha diferencia para que se la reconocieran como tal a su mentor.
Respecto al resultado de las elecciones del pasado 3 de octubre, pued interpretarse a gusto del consumidor. Que ganó el oficialismo es un hecho, pero no como esperaba. Que el presidente Lula no pudo pasarle toda su popularidad a su delfina, puede ser una interpretación válida, pero desmerece a la casi segura próxima presidente. Y, además, ¿habrá sido tan así?
Nadie duda del prestigio del presidente saliente. Que se da con Lula, pero que se ha dado también con otros presidentes como Ricardo Lagos, Tabaré Vázquez, Alvaro Uribe. Da la sensación de que el salir de la escena les añade puntos extra; como que esto les exime de deméritos, los exonera de cargos, aunque sean menores. Cuando algunos de ellos amagaron con continuar más allá de lo previsto institucionalmente, y pasó con Uribe, Vázquez y hasta Lula, los cuestionamientos comenzaron a aparecer y la cosa y el encanto cambió. Sin negarles el gran prestigio ganado por todos ellos en general y por Lula en particular, también, de alguna forma, cada uno de sus pueblos al mismo tiempo de darles el reconocimiento les tendía un puente de plata para dejar el lugar libre.
A Lula, fue notorio, no le gustó el resultado del 3 de octubre.
La imagen del presidente brasileño es mejor afuera que adentro. Pero en las elecciones sólo eligen los brasileños. Cuando se va a votar, se miran otras cosas. Es el momento en que hay que pagar las cuentas y Lula tenía algunas pendientes de las que en definitiva en la instancia electoral se hizo cargo de una parte su candidata, y de otra parte, quizás, si la suerte no le acompaña, se deberá hacer cargo él más adelante. Cuando ya no sea presidente. Entre esas cuentas hay varias vinculados a casos de corrupción, en los que estuvieron involucrados amigos políticos y personales y hasta familiares del presidente, que nunca quedaron definitivamente aclarados, problemas de abuso de poder, prácticas "electoreras'' y de «reparto'' utilizando instrumentos del estado y ciertas "libertades'' que se tomó el mandatario contra las libertades, como son sus ataques a la prensa y su reticencia a revisar la actuación de la Fuerzas Armadas en materia de derechos humanos durante la era militar. Lula perdió votos a dos puntas. Eso fue lo que se vio el 3 de octubre.
Habrá, entonces, que esperar lo que se verá el 31 de octubre. Faltan aún dos semanas y mucha agua por pasar y varias encuestas que descifrar.
- 28 de diciembre, 2009
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