¿Oligarcas guayaquileños o personas de éxito? (III)
(Puede verse también las Partes I y II de este trabajo)
La existencia de la oligarquía guayaquileña es un mito, producto de la fantasía de los detractores del sector empresarial. Jamás ha existido club, logia o asociación de poderosos empresarios con afán de impedir la prosperidad de la gente. Los que han dirigido los destinos han sido personas que llegaron donde están, por su esfuerzo y dedicación. Se ganaron legítima y honorablemente la posición económica y social. Desde siempre, en cada década transcurrida han ingresado nuevas caras con distintos apellidos a hacer noticias, formando parte de los directorios de las cámaras de la producción, apareciendo en la promoción de una nueva empresa o apareciendo en los periódicos. No han sido los “mismos de siempre”, como erróneamente sostienen los detractores.
En los años treinta del siglo pasado, Pedro Robles Chambers, el más grande genealogista de Guayaquil y seguramente de Ecuador, escribió “Contribución para el estudio de la sociedad colonial de Guayaquil”, obra que describió la genealogía de 84 familias guayaquileñas. Esta lista presentaba las familias más representativas de nuestra ciudad en lo político, económico y social a esa fecha. Pero esa lista no avalaba la permanencia de ellas en décadas posteriores. Las sociedades no son estáticas, porque la economía es dinámica. Es decir, si se hubiera hecho un estudio similar en cada generación desde la creación de la Audiencia de Quito, antes de la publicación de ese libro, la mayoría de los apellidos no hubieran sido los mismos en cada década; esto hay forma de comprobarlo, revisando la lista de las personas que tenían que contribuir al Rey de España en cada ocasión que requería de fondos para satisfacer su dispendiosa forma de vida. Los apellidos fueron cambiando, exceptuando uno que otro. En estudios posteriores a los treinta, la mayoría de los apellidos, han sido otros. Al revisar la lista de Robles Chambers en la actualidad, apenas 25% de los apellidos tienen relevancia económica en el 2010 y 20% de los apellidos han desaparecido.
En la lista del distinguido genealogista no se encuentran quienes en años posteriores se convirtieron en colosos de los negocios. Dos de estos últimos fueron Francisco Illescas Barreiro y Luis Alberto Cordovez Cayzedo. El primero nació en Manabí y el segundo en Riobamba. Ambos llegaron desde muy jóvenes a Guayaquil en busca de un mejor futuro. Cordovez se inició en el comercio comprando mercadería en Guayaquil y vendiéndola en Ventanas, y con el producto de la venta adquirió cacao para la venta a las empresas exportadoras guayaquileñas. Luego estableció una pequeña empresa importadora y finalmente el poderoso almacén L.A.Cordovez con aproximadamente 3000 metros cuadrados en la calle Rocafuerte. Fue el primero en tener enormes vitrinas para exhibir, desde un vehículo hasta electrodomésticos, vajillas, juguetes, llantas, etc. Illescas Barreiro comenzó como secretario del presidente de Guayaquil & Quito Railyway Co. Luego convenció a Anglo Ecuadorian Oilfield, empresa que explotaba el petróleo de la península de Santa Elena, para asociarse con él en las empresas Carolina Oil Co. y Petropolis Oil Co. dedicadas a extraer petróleo en Salinas y Milina. Posteriormente Illescas estableció Molinos de Ecuador, la más moderna y grande fábrica de harina de trigo en Ecuador. Esta empresa fue vendida por su viuda a una multinacional en los años setenta y el apellido Illescas desapareció del mundo de los negocios guayaquileños.
En los últimos cincuenta años se han dado cambios dramáticos en el poder económico guayaquileño y es bueno porque evidencia una movilidad de clases, tan importante para la prosperidad de los países. Actualmente las más grandes fortunas guayaquileñas pertenecen a familias que no figuraban social o económicamente en los años cincuenta o tenían negocios modestos en aquella época. Dentro de este medio siglo, hubo empresarios que surgieron de la nada, fueron poderosos, pero sus negocios desaparecieron en la segunda generación o fueron vendidos. Otros superaron la adversidad y sus hijos han consolidado las empresas. Como vivimos en la sociedad de la información, hay numerosos medios para determinar quienes conforman el poder económico, comenzando por la lista de los principales grupos económicos elaborada por el SRI, el ranking de las 1000 empresas más grandes de Ecuador publicada anualmente por la Superintendencia de Compañías y las publicadas por las revistas Vistazo y Ekos.
Lo descrito sobre los últimos cincuenta años ha ocurrido en siglos anteriores. Si nos remontamos a la fundación de Guayaquil, los primeros pobladores del siglo XVI fueron españoles aventureros que dejaron sus tierras en busca de mejor futuro, así como lo siguen haciendo los migrantes del siglo XXI que optan por trasladarse a nuevas tierras para buscar mejor nivel de vida. Entre los que llegaron se encontraban ciudadanos que ocuparon cargos públicos y además de desempeñar su trabajo iniciaron negocios. Ellos no trajeron capitales, aspiraron a hacerlo en la ciudad que los acogía. Un ejemplo fue Toribio de Castro, a partir de 1572 llegó a crear el primer conglomerado empresarial guayaquileño que incluyó construcción de embarcaciones, minas de sal, comercio, transporte fluvial y agricultura. Posteriormente sus hijos ampliaron los negocios, en una ciudad donde no había suficiente capital, estaba todo por hacerse y las condiciones de trabajo no eran ideales por las enfermedades tropicales. Como la actividad empresarial está sujeta a ciclos, desde hace algunos siglos, el apellido Castro dejó de ser sinónimo de élite económica. Actualmente hay distinguidos profesionales que llevan ese apellido y viven de su trabajo.
Desde fines del siglo XVIII, Guayaquil ha dado los más grandes emprendedores de Ecuador. De ser una ciudad que poco aportaba a la economía de la Audiencia de Quito (ADQ), por falta de población, escasez de mano de obra y limitación comercial, al terminar el período colonial se había convertido en el principal motor económico de la ADQ. Un ejemplo fue mi tatarabuelo Ildefonso Coronel Méndez, quien llegó de Cuenca en 1810, junto con sus hermanos y madre viuda que buscaba mejores días para sus hijos, que no podía conseguir en su ciudad por encontrarse en severa recesión dada a la enorme caída de las dos principales fuentes de negocios: obrajes y quina (cascarilla). La primera se encontraba en crisis por la competencia de la ropa importada y la segunda se había agotado por la sobre explotación de los bosques. En el Austro había pobreza y desempleo.
Desde muy joven, Coronel comenzó a trabajar en la venta de libros y con el transcurso de los años, incursionó en otras actividades. Para 1821, debió haber mejorado su situación económica al ser donante de sábanas e implementos para el hospital de la ciudad. Para 1840 ya era agricultor, ganadero, exportador e importador y actuaba de agente para terceros. Miguel Heredia, uno de los empresarios más ricos de Cuenca, exportaba sus productos a través de la empresa de Coronel. Para 1860, este último se había convertido en banquero al fundar el Banco Particular, el primero de Ecuador, junto con el de Luzarraga. Coronel llegó a tener miles de cabeza de ganado en su hacienda Ayalán con más de 20,000 cuadras. La mantequilla de su hacienda posteriormente era comprada por los prósperos guayaquileños que vivían en Europa. Cuando falleció en 1877 se encontraba entre los cinco empresarios más ricos de Guayaquil. Años atrás escribí un libro sobre él titulado “Los Coronel, grandes comerciantes guayaquileños del siglo XIX”. Con el transcurso de las décadas, el apellido Coronel desapareció del mundo de las grandes empresas guayaquileñas.
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