Néstor Kirchner visto desde Venezuela
“Consternación” fue la palabra más usada por los medios argentinos al referirse al efecto causado por la muerte súbita del ex presidente Kirchner. Y es que a sus 60 años de edad, el consorte de doña Cristina no era sólo una figura importante del pasado reciente o incluso el llamado poder detrás del trono de la Casa Rosada, sino el más probable candidato presidencial del justicialismo-peronismo para las próximas elecciones presidenciales de 2011.
Y consternación significa, por una parte, abatimiento de ánimo, lo que sin duda debe prevalecer entre los numerosos partidarios de la fórmula kirchnerista, y por la otra, alteración profunda, lo que ya no debe ser privativo de sus seguidores sino del conjunto de la comunidad argentina. Al fin y al cabo, su sorpresivo fallecimiento cambia radicalmente las expectativas políticas con respecto al venidero futuro de ese país.
Desde la distancia venezolana es difícil hacer un balance de su legado para la Argentina. Se le reconocen destacados méritos en la lucha por los derechos humanos, y por haber conseguido superar el ambiente catastrofista que imperaba en el 2003, cuando asumió la presidencia. La gestión económica a partir de entonces logró un precario equilibrio así como también mejorar algunos indicadores de crecimiento, lo que no es poco para una economía tan caracterizada por ciclos destructivos.
Entre sus pasivos se encuentra el montaje de una dinastía continuista, alimentada por un engranaje nada transparente en lo administrativo, y con ejecutorias muy cuestionadas en términos de desempeño democrático, restricción de libertades informativas y respeto a la autonomía de otros poderes públicos. La pareja K no parece haber escatimado esfuerzos para reforzar su entramado de poder, aún por encima de la gobernabilidad democrática.
Pero lo que no es complicado de valorar desde Venezuela, es el tipo de relación que Néstor Kirchner y Hugo Chávez fueron forjando a lo largo de estos años. Una de identidad política y solidaridad operativa en los escenarios internacionales, lo que no debería ser criticable como tal. Pero así mismo, una de densas imbricaciones al margen de la opinión pública y el control convencional de los Estados, que ha originado múltiples escándalos de corrupción, como el “valijagate”, y la presunción, cada vez más fundada, de dos esferas separadas de vínculos: los institucionales y los subrepticios de la corrupción.
La retórica oficialista de Venezuela está presentando al finado Kirchner como un héroe de la redención social de los pueblos… Y sin pretender desconocer la faz positiva de su liderazgo para ese país tan complejo y paradójico que es Argentina, resulta evidente que el ensamblaje de un eje notorio y viciado entre Caracas y Buenos Aires, no lo coloca en el pedestal de los ejemplos a seguir. Todo lo contrario, al menos para los venezolanos.
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