El Salvador: Competitividad, ¿buscando por donde no es?
El diagnóstico fue el mismo de todos los años. Y la prescripción, también. Ante tanta reiteración frustrada, cabe la expresión de Einstein: "no se pueden esperar resultados distintos si seguimos haciendo lo mismo".
La referencia es a la falta de avances de El Salvador en el Indice de Competitividad Global (ICG) 2010-2011 del Foro Económico Mundial, documento que fue presentado la semana pasada por el INCAE. Afortunadamente no hace falta ser Einstein para entender por qué no hay avances. Desafortunadamente, sin embargo, sigue sin entenderse. O sin querer entenderse.
El reporte del ICG incluye una oportuna definición de competitividad como el "conjunto de instituciones, políticas y factores que determinan el nivel de productividad de un país". Porque "competitividad es sinónimo de productividad", según la práctica interpretación de Michael Porter, que Antonio Cabrales, presidente de FUSADES, recordó al inicio del evento. Como para que no busquemos por donde no es.
Son abrumadoras las evidencias sobre la correlación entre el nivel de productividad de una sociedad y el nivel de prosperidad de sus habitantes. Los intentos por negarlo sólo pueden provenir de la necedad.
Unos altos niveles de productividad, a su vez, favorecen la rentabilidad de las inversiones efectuadas en el seno de una sociedad. Y considerando que la rentabilidad es un formidable impulsor del crecimiento económico, se cierra el círculo virtuoso: competitividad/ productividad, prosperidad personal, rentabilidad, crecimiento sostenible.
¿Sostenible? En los países bien administrados y con seriedad institucional, tal como muestra la historia desde de la Revolución Industrial en adelante.
El ICG es un estudio comparativo entre 139 países sobre los factores que inciden en la competitividad, que se viene efectuando desde 1979 a través del análisis metódico de más de 100 variables, que se traducen en doce factores claves para la confección del ranking. El Salvador ocupa el puesto 82 en la clasificación general.
De esos doce factores claves, América Latina se caracteriza por tener marcadas carencias en tres de ellos: "Infraestructura", "Instituciones", y "Educación superior". Allí aparecen las mayores diferencias con los países desarrollados.
Escarbando en el detalle de las variables, una que no debería perderse de vista es "calidad de la educación primaria", donde El Salvador ocupa el preocupante puesto 114. Urge, como diría Remberto.
Otra variable con calificación preocupante, que requiere solución urgente, es "crimen organizado", donde El Salvador ocupa la última posición del ranking: 139. Nada que agregar. Mucho por hacer.
Arturo Condo, rector del INCAE, reflexionó sobre la poca relevancia de los límites fronterizos, especialmente los de Centro América, ante un planeta que mira a la región como un todo. Solemos no entenderlo. O no querer entenderlo.
Ese comentario me llegó particularmente, porque unos días antes había conducido hasta San Pedro Sula. Transitar por esa desastrosa ruta hondureña puede despertar una sonrisa del tipo "pobres hondureños, que malos caminos tienen". Error.
La lectura correcta, de cara al mundo, es "pobres salvadoreños, qué mala conexión con Puerto Cortés tienen". La ruta guatemalteca hasta Puerto Barrios no es mucho mejor. Tan malas vías con el Atlántico afectan la competitividad de El Salvador, abortando el mencionado círculo virtuoso. Y ni hablemos de las pérdidas de tiempo en los surrealistas puestos fronterizos.
Finalmente, en nada contribuyen las permanentes declaraciones sobre la dolarización de Carlos Acevedo, un economista de sólida formación y con quien es un placer conversar personalmente, pero que parece olvidar que es presidente del Banco Central.
¿Qué puede entenderse de sus continuas quejas? El mundo, que no tiene tiempo para aclaraciones, interpreta lo siguiente: "están pensando en devaluar". El daño está hecho.
Desdolarizar/ devaluar (que son sinónimos) aparentemente no figura entre los planes del gobierno, y seguramente no sería la recomendación de un profesional serio como Acevedo. Es, eso si, el deseo oculto de varios pseudo-empresarios mercantilistas que quisieran "mejorar la competitividad" pagándoles menos dólares a sus empleados.
Pero la competitividad, la verdadera, sólo se mejora con productividad. No busquemos por donde no es.
Hasta la próxima.
El autor es Ingeniero, Máster en Economía (ESEADE, Buenos Aires) y columnista de El Diario de Hoy.
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