Chávez desprecia a sus gobernados
Sobre nuestros indios tengo una opinión de esas mías que no complacen a nadie. Los he conocido geniales, como José Francisco Torrealba, Manuelito Peñalver y Andrés Velásquez. Los conozco envilecidos, como los que el Estado mantiene en los pueblos vecinos del Orinoco, borrachos perdíos a mediodía en punto un día de trabajo. Sobrevivientes milenarios en el medio tropical, adverso al desarrollo humano.
En Venezuela no hay una cultura indígena digna de conservarse. No tuvimos mayas, ni aztecas, ni chibchas, ni incas. Apenas los timoto-cuicas andinos hicieron una cerámica elemental y alguna cestería. Pero cuesta abajo todo fue adversidad, como la que viven hoy los yanomamis. Las enfermedades se los están comiendo y nadie se ocupa. Menos que todos, este presidente que no sirve para el cargo.
En Venezuela, la muerte de yanomamis por centenares o por miles, víctimas aparentemente del paludismo pero en realidad del hambre, no le interesa a nadie. Mucho menos a Chávez, que si acaso se estará enterando por esta crónica, porque suele leerme. El domingo, cuando escribo, los palúdicos yanomamis apenas merecieron una nota aislada páginas adentro en El Universal. La prensa internacional, en cambio, lo despliega. Satisface la curiosidad roussoniana del hombre civilizado por quienes viven en forma primitiva.
Han sido los corresponsales de las agencias internacionales quienes han bajado al Amazonas para reportear la muerte de centenares de indios en cada poblado. Periodistas gringos y europeos. Han hablado con los funcionarios menores y con los caciques o cosa así. Se están despoblando las románticas churuatas que los funcionarios chavistas reproducen en el traspatio de sus mansiones, como escenario a propósito para beber whisky no del bueno, sino del mejor. No lo aceptan con agua corriente. Exigen Perrier, lo cual no debe sorprender ahora que Chávez descubrió el caviar (se le recomienda con casabe, como el comunismo chic decía lo disfrutaban los adecos).
Como todo demagogo, Chávez desprecia a sus gobernados. Es natural. Ha descubierto que pueden ser perreados, sean obreros o sean generales. Dentro de su inescrupulosa primitividad ha usado la cosa de las razas para sus fines políticos. Se les da de bolivariano pasando por alto que Bolívar, quien perdonó a Santander y a Carujo no obstante que iban a matarlo, y en cambio fusiló a Piar y al colombiano Padilla -el héroe de San Félix y el héroe de la batalla del lago, nada menos- porque intentaron explotar el tema racial, que es la muerte de la República. Un día le vi en televisión -a Chávez, no a Bolívar- diciendo de sí mismo: “Este indio que ven aquí”. Lo mismo pudo decir este blanco y este negro, porque él es un batido de razas. Pero la verdad es que los iraníes le importan más que los pobres indios, que de todos modos van borrachos a votar en manada por el Gobierno cualquiera que sea, o ni van porque eso lo arregla el CNE.
A los chavistas parece que ya no les hacen falta esos voticos indígenas. Los periodistas de las agencias llaman a los funcionarios del Ministerio de Salud en Caracas. “Estos no devolvieron repetidas llamadas” (…) “Tampoco la epidemióloga del Gobierno en el estado Amazonas”, dice Associated Press.
Salva a esos pobres indios, Hugo. Más adelante los puedes volver a usar para tu demagogia.
- 23 de julio, 2015
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