Argentina en el remolino de los sentimientos
A partir de la muerte de Néstor Kirchner, al país lo cruzan tres sentimientos encontrados: la simpatía por el dolor presidencial, la reactivación de la juventud kirchnerista y la perplejidad de la oposición.
Estas fuertes corrientes emocionales no coinciden entre ellas y no serán, además, necesariamente duraderas. Gran parte de los argentinos, ya sean kirchneristas o no kirchneristas, acompañan a la Presidenta en su dolor. A este sentimiento ampliamente compartido contribuyó la sobriedad de la propia viuda de Kirchner, quien así vino a corroborar aquella advertencia de Adam Smith en su Teoría de los sentimientos morales según la cual, cuando alguien padece la pérdida de un ser querido, necesita "bajar" la expresión de su estado de ánimo a la altura de lo que son capaces de sentir los demás para que éstos, "subiendo" a su vez el nivel de sus propios sentimientos, se encuentren con el deudo en un nivel intermedio de comunión solidaria. La reactivación, en verdad la radicalización de la juventud kirchnerista, se hizo visible durante la ceremonia del adiós con gestos y actitudes que parecían recrear el fervor setentista detrás de La Cámpora, alineada a su vez alrededor de Máximo Kirchner. En cuanto a la oposición, su perplejidad inicial derivó del hecho de que la súbita desaparición de Néstor Kirchner la dejó sin su principal contrincante y ya se sabe que, en la política como en el deporte, el rival es el que define la estrategia de los competidores. Aquí cabe recordar el mensaje que el politólogo ruso Georgi Arbatov les envió a los norteamericanos en 1991, cuando la Unión Soviética se disolvió después de haber perdido la Guerra Fría: "Les hemos causado el mayor de los daños porque los hemos dejado sin enemigo".
Exclusivismo y agresión
Dos notas caracterizaron a la política de Néstor Kirchner: el exclusivismo y la agresión . Encerró a los suyos, de un lado, en el corralito de una estricta verticalidad. Desplegó ante sus rivales, del otro lado, una incansable seguidilla de agresiones. Ya desde las exequias, su sucesora ratificó el exclusivismo al no permitir que los opositores llegaran hasta ella para expresarle sus condolencias. Es demasiado temprano para concluir que también Cristina será agresiva. La frontera entre el exclusivismo y la agresión será cruzada o evitada quizá muy pronto, cuando la Presidenta aborde en algunos de sus próximos discursos el tema crucial de la ley de medios y de Papel Prensa. Lo más probable es que Cristina renueve en alguno de ellos el ataque a los medios independientes de comunicación que había iniciado su marido, pero lo menos que se puede decir por ahora, cuando escribimos estas líneas, es que esta temible actitud aún no se ha producido. Y decimos que renovar esta actitud sería "temible" no sólo para el funcionamiento del sistema democrático como tal, sino también para la propia Cristina, porque podría encerrarla en el círculo estrecho del sectarismo, un círculo que, a cambio de una mayor militancia, consignaría su presidencia al reducido apoyo de los incondicionales conduciéndola, de aquí a un año, a una derrota electoral esta vez definitiva.
Después de perder las elecciones del año pasado, Kirchner concluyó que su derrota se había originado en una "conspiración" de los medios independientes de prensa. Esta conclusión era errónea porque, en vez de ser la "causa" de las dos derrotas del oficialismo frente al campo primero y frente a los votantes después, los medios no hicieron otra cosa que reflejar otra causa más profunda: que buena parte de la sociedad, y sobre todo la clase media, estaba abandonando el kirchnerismo porque rechazaba la crispación, la división, a la que éste apuntaba.
¿Se dejará llevar la Presidenta por la militancia juvenil a la que parece estar invitándola La Cámpora? Su poder, sin duda, no será igual al que compartía con Néstor Kirchner. En un sentido será más amplio porque podría recoger nuevas adhesiones como la que acaba de anunciar José Manuel de la Sota en Córdoba, en áreas vedadas a su esposo. Pero en otro sentido será más débil porque la ausencia de su esposo la privará del concurso de su obsesiva energía. En este sentido, la disruptiva militancia sindical "moyanista" en áreas tales como la aviación comercial, prácticamente catastrófica para Ezeiza y Aerolíneas Argentinas en estos días, o la embestida gremial contra las distribuidoras de luz que podría afectar seriamente el consumo eléctrico, ¿serán a su vez la vanguardia de una ofensiva del moyanismo en su esfuerzo por no quedar aislado en medio del justicialismo bonaerense?
En cuanto a la "perplejidad" de la oposición, ella se ha manifestado hasta ahora a través de dos síntomas paralelos: la desorientación quizá pasajera de Daniel Scioli, que ya no puede expresar como antes una disidencia callada pero evidente ante el agresivo liderazgo de Néstor Kirchner y, además, la reaparición en escena de Carlos Reutemann, quien podría asomarse al fin a una candidatura presidencial nunca desmentida del todo, junto a la candidatura de Francisco de Narváez a la gobernación de la provincia de Buenos Aires, en un intento de potenciar entre ambos las energías aún dormidas del peronismo federal.
Cristina en transición
Ya sin la presencia dominante de Néstor Kirchner, la presidencia de su viuda se abre por lo visto en dos direcciones mutuamente excluyentes. Ella podría, de un lado, "profundizar" la herencia de su esposo en una dirección sectaria. Esto es lo que le pide el entorno de "setentistas" que la rodea. El predominio de los setentistas le aseguraría el calor de los incondicionales, pero esta adhesión militante la privaría al mismo tiempo de la posibilidad de llegar a los círculos más amplios del kirchnerismo "blando" que aún encarna Daniel Scioli, atrayendo además a vastos sectores moderados.
En términos institucionales, América latina se divide hoy entre las presidencias pretendidamente vitalicias de atávicos caudillos como Chávez, Correa, Evo Morales y Rafael Ortega, y la formación de verdaderas repúblicas como las que rigen hoy en Brasil, Chile, Uruguay, Colombia y México. Merced a la "alternancia conyugal", la Argentina de los Kirchner prometía inclinarse en dirección del caudillismo. Hoy, sin embargo, la mano silenciosa del destino parece apuntar en dirección de estas repúblicas democráticas que, a cambio de presidencias severamente limitadas en el tiempo, miran hacia un largo horizonte de estabilidad política y progreso social porque el mandato presidencial de Cristina ya no podría mirar al infinito aunque ella así lo quisiera. Es que, aun si ganara en 2011, el telón de nuestra Constitución republicana caería detrás de ella, inevitablemente, en 2015. ¿Escogerá entonces la Presidenta la república en lugar del caudillismo?
Si Cristina aceptara finalmente un futuro de diálogo y consenso para todos los argentinos, podría hacer de la necesidad virtud encolumnándose con las repúblicas democráticas, las únicas que, a la inversa de las presidencias pretendidamente vitalicias de los caudillos, ofrecen a nuestro país una perspectiva cierta de inmortalidad. Integrándose en esta columna, Cristina Kirchner podría ser elevada al pedestal de la estabilidad democrática a menos que, dejándose llevar por el fanatismo de aquellos que pretenden condicionarla, se inclinara por librar a todo o nada la misma batalla que dejó inconclusa su marido. Una batalla que, además de perderla a ella misma para la república, podría costarle a la Argentina una secuela de sinsabores tan dolorosos como gratuitos.
- 28 de diciembre, 2009
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