Bolivia: La fiesta del inflacionismo pasivo…
Una palabra muy de moda y que ningún inversionista o profesional entendido en materia financiera quiere escuchar hoy en día, es la de “burbuja”, pero es necesario saber que en Bolivia se está creando una de estas muy rápidamente, y que los economistas de la intervención o el socialismo no sólo no la pueden explicar, sino que son ellos quienes las generan. En terminología austríaca o palabras de Ludwig von Mises, la etapa del ciclo económico en la que nos encontramos es la del inflacionismo pasivo, pero veamos primero cuál es su proceso.
La intervención del Banco Central de Bolivia (BCB) en la economía ha venido siendo más que clara durante los últimos años. En un principio, el ente emisor se mostraba cauto mientras la crisis financiera internacional aún no revelaba impacto sobre la economía boliviana, pero una vez que vio que la Reserva Federal de los Estados Unidos decidía rescatar a la banca privada de su país, encontró argumento para “coordinar sus políticas con el Órgano Ejecutivo” y ser un actor mucho más relevante en el ámbito nacional.
De esta manera, el BCB ha emprendido una agresiva política de expansión del crédito, provocando que el sistema bancario coloque préstamos en moneda nacional por un equivalente a 2.217 millones de dólares, es decir, un 47 por ciento de la cartera total. Sin embargo, si sumamos la repatriación obligatoria de un patrimonio neto de 661 millones de dólares del sistema financiero, y los 994 millones de dólares adicionales como expansión del crédito hasta fin del año en curso, el potencial inflacionario y de liquidez casi inmediato muestra una magnitud de riesgo sobre nuestra economía más grande aún.
Cuando se alertó sobre la inoperancia de las políticas del banco central -en el más estricto sentido económico del término-, también se advirtió que el BCB, al ver que el sector productivo no respondía a la promoción del crédito fácil, podría iniciar una etapa de estímulo y auge aparente mucho más agresiva, reduciendo aún más los tipos de interés y haciendo que el crédito esté disponible también para aquellos quienes tienen pocas o ninguna garantía de repago. Pues bien, al observarse la creciente escasez de productos, nos encontramos exactamente en aquella situación. Este sistema de intervención planificada considera sus políticas sólo en términos de agregados y no supone que esta promoción del crédito fácil induce errores cualitativos de inversión, porque no responde a lo que los consumidores desean.
Para el socialismo, las tasas de interés son solamente instrumentos de explotación o un producto de la avaricia de los empresarios, por eso, si por él fuese, las tasas de interés serían del cero por ciento. Pero es ese exactamente el problema, el momento en que la intervención económica crea las burbujas financieras y consiguientes recesiones económicas.
Cuando el banco central promueve activamente el crédito barato, está generando una distorsión en el precio del mismo y lo aleja de su valor real, provocando que el empresario, por tener la información equivocada respecto de cuál es la verdadera tasa de interés que el mercado asignaría, invierta por equivocación en aquellos proyectos que parecen viables por alocados que parezcan. Cuando el mercado detecta esos errores, deben liquidarse activos y los empleados deben trasladarse ágilmente, pero el pasivo del banco sigue siendo el mismo.
Es este y no otro motivo por el que el sistema de banca central, como órgano de planificación, no puede ajustar el sistema económico de manera eficiente.
Ahora bien, a pesar de este riesgo, el optimismo se ha generalizado y la gente continúa solicitando préstamos a la banca privada, pero ésta lo concede sin el respaldo real por el cual el banco central debería hacerse cargo en situaciones adversas, pero como vemos, considera que la promoción del crédito es más importante, y será otro el momento para evaluar su solvencia.
Todos los mecanismos se conjugan para que el proceso de la burbuja se inicie o continúe, y para que la destrucción del capital y el empobrecimiento se prolonguen, pero para cuando el daño ya sea evidente, habrá sido demasiado tarde para que alguien se atreva a detener esta fiesta, la fiesta del inflacionismo pasivo…
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