Devaluación de música ligera
A la dolarización se la suele cuestionar con análisis carentes de fundamentos, con fundamentalismos radicales que no resisten el menor análisis, o con encubiertas excusas de pseudo-empresarios que quisieran que la "competitividad" se logre a expensas del salario de sus empleados. Son pocas las excepciones a esa trilogía de superficialidades.
Entre las excepciones están el déficit fiscal y la deuda pública, que según puede leerse entre líneas de ciertas señales, pronto serán argumentos para cuestionar la dolarización. Y la lógica, ahí si, será impecable. Esas no son superficialidades
En efecto, una dolarización es incompatible con déficits fiscales abultados y deudas públicas crecientes: el final de la convertibilidad en la Argentina (2001) brinda un formidable ejemplo de lo que ocurre cuando no se cumplen las reglas de un sistema monetario de "tipo de cambio fijo".
La realidad, sin dogmatismos baratos, es que tanto con una política monetaria de "tipo de cambio fijo" o de "tipo de cambio flexible" (moneda propia), las cosas se pueden hacer bien. O se pueden hacer mal.
Lo que no se puede hacer es ignorar las reglas de la política monetaria adoptada…, ni desentenderse de la realidad: en América Latina cualquier "desdolarización" generará devastadoras expectativas negativas, comenzando por las de los propios ciudadanos, quienes independientemente de sus convicciones ideológicas buscarán refugiarse en el dólar. Ideología no es sinónimo de estupidez, al menos entre la gente común.
Las dos políticas monetarias señaladas exhiben ejemplos exitosos: Hong Kong aplicó un tipo de cambio fijo en 1983, y mal no le ha ido…, mientras que Nueva Zelanda demuestra cómo un país pequeño puede manejar una política de tipo de cambio flexible.
Así como los economistas Ken Rogoff y Carmen Reinhart hablan de la "intolerancia a la deuda" de ciertos países (es más grave una del 50% del PIB para Grecia que una del 100% para Alemania), en América Latina cabría hablar de "intolerancia al abandono del tipo de cambio fijo": los mercados asumen (con razón…), una inmediata devaluación fenomenal.
Ahora bien, reducir déficits fiscales y deudas públicas suele ser sinónimo, aunque no necesariamente debieran serlo…, de aumentar tasas de impuestos. Bien pudieran significar gastar menos, cobrar mejor e incluso concesionar actividades para que el Estado en vez de gastar en prestar servicios, cobre impuestos (que hoy no cobra) a los concesionarios.
Pero dado que esas cosas requieren más esfuerzo que decretar aumentos de alícuotas, el condicionamiento para mantener la dolarización seguramente será que se adopte una segunda etapa de reformas fiscales, de lo cual ya un diputado, que no es de los que dicen ser de izquierda…, estuvo hablando recientemente al mencionar la necesidad de aumentar alícuotas de IVA y de renta.
Finalmente, acerca de la trilogía citada al inicio, cabe puntualizar lo siguiente: entre los análisis mal fundamentados encontramos economistas que argumentan según los resultados de las encuestas (¡?), o que culpan a la dolarización de la inflación local (olvidando convenientemente los datos de inflación en los países no dolarizados).
Sobre los fundamentalismos radicales, sean a favor (que también los hay…) o en contra de la dolarización, su estudio pertenece al campo de la psiquiatría, no de la economía.
Y en lo referente a los pseudo-empresarios que abogan por "la competitividad de un tipo de cambio alto" (de más de 8.75 colones por dólar), suelen escudarse detrás de economistas "anti-dolarización" (¡?).
Uno de éstos, luego de explicar perfectamente la "ley de Gresham" en un reciente reportaje, al decir que "si en un país circulan dos monedas y el Estado decide sobrevaluar artificialmente una de ellas, la otra desaparecerá de circulación (porque la gente la preferirá para atesorar)", terminó recomendando volver a los colones y "quitar los dólares" porque "la gente los preferiría". ¿Alguna duda que quiere devaluar arbitrariamente?
Reconocía, ingenuamente, ser un "pro-manipulación" de la moneda, disfrazado de "anti-dolarización". Quizás ignore, o quiera ignorar, que de una devaluación de música ligera, nada nos libra. Nada más queda.
Gracias totales.
El autor es Ingeniero, Máster en Economía (ESEADE, Buenos Aires) y columnista de El Diario de Hoy.
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