Golpe al estatismo en Estados Unidos

Las historias están plagadas de muertes y resurrecciones. Debemos estar alertas a los entusiasmos desmedidos ya que las políticas sensatas solo se mantienen con perseverancia y con apoyo intelectual a las ideas que conforman la sociedad abierta. De todos modos, las elecciones del dos de noviembre quedarán en la historia como un severo llamado de atención al estatismo rampante de la actual administración que elevó el déficit fiscal al 13% del PBI y la deuda al 95% de ese guarismo en el contexto de un alarmante engrosamiento del Leviatán que se inmiscuye en los recovecos más sensibles de la vida privada.
Ese proceso electoral convierte a la Cámara de Representantes con mayoría republicana (243 bancas contra 192 de los demócratas) y eleva su representación en Senadores a 47 asientos contra 50 del partido gobernante, al tiempo que la oposición arrebató 10 gobernaciones con lo que queda con 31 estados frente a 18 en manos demócratas. Pero lo más destacable es lo dicho por la estrella de esas elecciones: Marco Rubio, el nuevo senador que venció en Florida tanto al republicano Charlie Crist como al demócrata Kendrick Meek y advirtió que “este resultado electoral no significa en modo alguno adherir al Partido Republicano sino que le otorga una segunda oportunidad para cumplir con la misión de aplicar los principios de un gobierno con poderes limitados”.
Recordemos que la administración de G. W. Bush resultó en la tasa más alta de los últimos ochenta años en la relación gasto público-PBI, que recibió un superávit fiscal que transformó en un déficit del 5% del PBI, que pidió cinco veces autorización al Congreso para elevar el tope de la deuda que fue del 75% del PBI, que comenzó con la tropelía de los “salvatajes” a empresarios irresponsables e ineptos con los recursos coactivamente detraídos de los contribuyentes, que provocó la burbuja inmobiliaria a través del otorgamiento forzoso de préstamos hipotecarios sin las suficientes garantías con el apoyo de las manipulaciones en la tasa de interés y que inauguró la “guerra preventiva” invadiendo Irak que nada tenía que ver con la inaudita masacre del 11 de septiembre.
Lo que ha dicho Rubio sirve para sacudir a los paquidermos del Partido Republicano instalados en Washington como una maquinaria que traicionó sus propias tradiciones y alabó a megalómanos siempre sedientos de poder. Asimismo, en su campaña, Marco Rubio recordó que Obama no ha hecho más que aplicar dosis mayores de lo mismo con el agravante de intensificar la monetización de la deuda que compromete más aún el futuro del dólar. Ahora la situación augura la reversión de algunas de las políticas de despilfarro y acelerado intervencionismo estatal del actual gobierno demócrata como la socialización de la medicina y la a todas luces contraproducente reforma financiera que profundiza errores anteriores en lugar adoptar medidas como la eliminación del sistema de reserva fraccional administrado por la banca central.
Entonces, esta vez no se trata de un partido versus otro sino de dos concepciones radicalmente opuestas sobre el futuro de Estados Unidos: el estatismo en el que ha venido deslizándose a pasos agigantados o el retorno a los valores y principios de la sociedad abierta establecidos enfáticamente por los Padres Fundadores, para lo cual sin duda ha ayudado notablemente la acción decidida del Tea Party que ha hecho de locomotora para este revés electoral a los desaguisados del Leviatán tal como lo declaró Ran Paul de Kentucky, otro de los destacados senadores que ahora se estrenan e hijo del extraordinario, perseverante y sólido Ron Paul. Por ahora, así lo comprendieron algunos dirigentes del Parido Republicano como John Boehner quien presidirá la Cámara de Representantes a partir de ahora que manifestó la noche de las elecciones que éstas significaron “un repudio a Washington” en abierto contraste con la ceguera y la terquedad de Nancy Pelosi que deja -derrotada- la presidencia de esa Cámara y, en una manifestación de alarmante autismo, dijo que “el resultado electoral no resta importancia al trabajo que hemos hecho a favor del pueblo estadounidense”.
Muchos de los partidarios del gobierno con poderes limitados y del federalismo sintieron que Sharon Angle perdiera en Nevada por estrecho margen frente al tortuoso y obsecuente manipulador Harry Reid o la perdidosa Christine O´Donnell en Delaware (que le había ganado en las internas a Mike Castle del viejo establishment republicano) a manos del militante y recalcitrante izquierdista Chris Coons, pero éstos como en otros casos muestran que el clima de opinión está influido por largos períodos de predica socializante desde no pocas instituciones supuestamente educativas. Ningún político es inmaculado -como no lo es ningún ser humano- pero como apuntó con razón Hanna Ardent “Nadie ha puesto en duda que al verdad y la política están más bien en malos términos y nadie, que yo sepa, ha contado a la veracidad entre las virtudes políticas”, a pesar de lo cual no deja de ser un buen síntoma lo ocurrido en estas elecciones en el seno del otrora baluarte del mundo libre, situación que da lugar a fundadas esperanzas para el retorno a la cordura al tiempo que otorga espacio para redoblar el trabajo intelectual e imaginar otras variantes en dirección al genuino respeto a las autonomías individuales.
Los sucesos en Estados Unidos resultan trascendentales para el futuro del mundo libre. Otro barquinazo allí puede sellar la vida de la libertad en Occidente. Estados Unidos fue durante largo tiempo el faro y el ejemplo de conducta civilizada. En ese gran país se gestó nada menos que la revolución más exitosa y fértil de la historia de la humanidad. La sabiduría de los Padres Fundadores fue notable y ejemplificadora para todos los espíritus libres. En mi libro titulado Estados Unidos contra Estados Unidos publicado en 2008 por el Fondo de Cultura Económica intenté explicar con el mayor detenimiento posible el truculento y vertiginoso desplazamiento de esa nación hacia los abismos del colectivismo y las portentosas reservas morales que allí habitan como sustento para un posible retorno al respeto recíproco como base de la sociedad libre.
Concluyo esta nota con la siguiente observación: si bien la votación del dos de noviembre significó un golpe al estatismo, ahora falta que se demuestre en los hechos el deseo de proceder en consecuencia y no dejarse engatusar por los enredos burocráticos de Washington.
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