Las mujeres del siniestro Idi Amin
Sanguinario, caníbal, autor de atrocidades y planes siniestros, abyecto, promiscuo, auténtica bestia humana, algunas expresiones propias a la hora de calificar la naturaleza de Idi Amin, el tirano de Uganda. Difícil cerrar el capítulo de sus procedimientos y métodos, tampoco se agotan las palabras para titularlos. A considerar, las cifras de sus crímenes mientras estuvo en el poder (1971-1979), refieren un promedio de 200 a 500 mil ugandeses asesinados, por algo lo acusa de genocidio el Tribunal de Justicia de La Haya.
No es de extrañar entonces, dar veracidad a su gusto en ordenar “la retransmisión televisada en directo de la decapitación de sus oponentes”, que llegó “a devorar las vísceras y otras partes del cuerpo de algunos de ellos". O su costumbre de comer 40 naranjas diarias, garantizaba elevar su virilidad de la cual alardeaba en público, o la de asesinar al novio o esposo de la mujer a la que le ponía el ojo, tipo de barbaridad ampliamente aceptada que lo deja en clara evidencia, o el rumor de haberse consumido los genitales de una joven al negarse a satisfacer sus deseos.
Sus mujeres no corren mejor suerte, bien sean las esposas o amantes o cualquiera de aquellas, comúnmente muy jóvenes que estuvieron en su cama, seducidas o a la fuerza. Su extravío le impedía distinguir entre la violación o el acto sexual consentido. Padecieron sufrimientos indescriptibles. De tal manera, tortura, degradación, brutalidad, pasión enfermiza, conforman la constante en la bibliografía de su vida a la hora de escrutar su relación con ellas.
En consecuencia, se pudiera atribuir el número de seis, a la serie de esposas y no cinco o cuatro, lo frecuentemente afirmado. Una veintena a la cantidad de amantes oficiales, sin dejar de mencionar los 30 a 45 hijos engendrados. Por cierto, no tuvieron mejor suerte, si acaso dos han podido disfrutar de fortuna, y en relación a la fiel aduladora de Idi Amin, la hechicera, le aconsejaba estar siempre acompañado de un niño, así evitaría ser asesinado. Al cumplir doce años eran enviados a comarcas o aldeas lejanas forma de no saber más de ellos.
Las esposas
Malyamu, es la primera, Sarah (Mama Mariam), la tercera esposa, Norah, la cuarta y Sarah Kyolaba, la sexta y última esposa. Se le atribuye la autoría de su asesinato, especulación sin lugar a dudas pues ella vive, lo acompañó al exilio junto a Madina Amin, la quinta, presente en el lecho de muerte de Amín. Ambas viven en Europa. En cuanto a la muerte de Kay, la segunda, está comprometido suficientemente.
Malyamu, la primera: logró escapar
Idi Amin mediante Radio Uganda durante el año 1974 dio a conocer que se había divorciado de Malyamu. Tres años después del golpe de estado a Milton Obote (1971), el presidente de Uganda que lo había ascendido. Acusada de infiel, hermana del ex canciller Ministro Wanume Kibedi, lo cuenta Henry Kyemba en su libro, “El Estado de Sangre”, escrito desde el exilio en Londres, año 1977. Su ex secretario privado y ex ministro de salud. Gracias a este hombre se conocen muchas anécdotas, referencia obligada a la hora de indagar sobre las perversidades del carnicero dictador.
Malyamu, mujer "escultural", de seis pies, orgullosa de si misma, muy madura a pesar de sus 20 años, cuando el “aprendiz de Hitler” (así lo llama el periodista César Vidal), la cortejó en la década de 1950. En esa época, era un sargento de 28 años de edad y la familia Rifles de África consideró que su falta de atractivo no lo merecía la hija. Sin embargo, ella locamente enamorada a sabiendas de correr el riesgo de la desaprobación de su familia, se anticipó a vivir al lado de Idi Amin, y en 1966 contraen matrimonio. Le fue posible pagar el precio de la novia a la familia, ya tenían varios hijos. Malyamu vivió el infierno, la suerte la acompañó al haber logrado el divorcio y salir del país vía Londres en el 72.
Kay, la segunda: asesinada
Su segunda esposa llamada Kay Adroa, bella e inteligente estudiante de la Universidad de Makerere, hija de un clérigo. Comenzaron a verse antes de formalizar su status con Malyamu. En febrero de 1966, el Parlamento lo había implicado en el robo de oro en el Congo, se van juntos a la clandestinidad.
En 1974 sería repudiada estando embarazada, toma lugar Madina, su quinta esposa. Un año antes, en 1973, el perverso ugandés se encargó de implantar la poligamia.
Sin ser aun presidente, existía un reglamento de los oficiales que los obligaba a tener sólo una esposa, y al alojar a dos de sus mujeres pudo salir del paso, al mencionar que la primera era la legal y en cambio la segunda "su dada" (en la lengua suajili significaba "hermana mayor"). De ahí es de donde le viene el apodo de “Dada”
Kyemba, la especie de biógrafo, pudo asistir a la recepción del matrimonio civil en Arua y cuenta sobre su vestido blanco y el uniforme de gala del ejército de Amin. Chica tranquila, muy segura, distinguen su personalidad.
La controversia deja sin resolver si realmente asesinó a Kay. Algunos aseguran es improcedente atribuirle esta muerte. Otros, basados en evidentes sospechas le atribuyen la responsabilidad de un crimen bastante enrevesado, de paso, siniestro. De entre lo que se dice: intentó evitar el nacimiento de un hijo que no era suyo, luego la secuestró de la clínica, la llevó al palacio donde vivían. Asesinó al médico, y a las enfermeras. "Allí, en presencia de cien de sus funcionarios, un verdugo se encargó de descuartizarla a hachazos, a la vista de dos de los pequeños llevados por Amin". El texto referido a las “abominables costumbres de un dictador despiadado”, menciona lo siguiente: "Sus brazos y sus piernas fueron cosidos al revés y fue exhibida durante muchos días como ejemplo de la crueldad a la que el dictador podía llegar".
Es verosímil deducir lo ocurrido a Kay: tras quedar embarazada del médico, éste la somete al aborto, cae en pánico porque ella muere en el proceso de interrupción del embarazo. Luego de despedazarla la mete en el maletero de su vehículo marca Citroen. El reporte de su desaparición le permite a los servicios de seguridad llegar al médico. Las partes del cuerpo al ser cosidas lograrían la apariencia requerida en su velatorio.
Sarah, a la que renombró Mama Mariam: la tercera
Contraen matrimonio en 1961 tras convivir pocos días, apenas una semana. Puede ser el motivo de la confusión y por lo general no es mencionada entre sus esposas. En el año 1974, Mama Mariam sufrió un accidente automovilístico. Durante su convalecencia en el hospital, Idi Amin la visita y reprende muy fuerte, achacando el incidente a su vida irresponsable. En conocimiento del intento de los hombres de Amin de asesinarla, la próxima vez no sería tan afortunada. Huyó del país al ser expulsada del palacio presidencial y se autoexilió estando casada. Un paso que la salvó de la muerte, la recibe su hermano Wanume Kibedi, un antiguo ministro de Asuntos Exteriores refugiado en Londres. Evidentes los moratones en su cara, el déspota lo atribuía a accidentes domésticos, igual le ocurría a Madina, la esposa que lo vio morir.
La cuarta: Nora
Norah, la cuarta esposa, el matrimonio es en el 67. De ella se sabe muy poco, pudo ser repudiada, acusada de infiel. Se salvó de ser víctima del asesinato pues logró abandonar el país en el año 1972, primero huyó a la República Democrática del Congo en 1979. Amin comenzaba a tener notoriedad política y Nora era de la tribu de Obote, el Langi, el matrimonio estuvo basado en una declaración política en el sentido de que Amín no tendría malas intenciones respecto a Obote. Ya luego le da el golpe de estado en el año 1971.
La quinta, Nalongo Madina: lo vio morir
Nalongo Madina, bailarina, se casa en 1972. Se puede decir que es la primera esposa en su condición de presidente. El dictador africano la hizo víctima de seguidos maltratos, se conoce que a causa de las palizas recibidas en cierta ocasión padeció fractura de la mandíbula en el año 1975 (año del casorio con Sarah Kyolaba)
El Frente de Liberación Nacional de Uganda es el autor del derrocamiento de Idi Amín. En su necesidad de huir le tocó buscar ayuda a uno de sus partidarios, el coronel Muammar al Kadafi, el 11 de abril de 1979. Es de las esposas que lo acompaña. Posteriormente estuvieron en Irak y finalmente con la familia termina refugiado en Arabia Saudí desde 1981. La vida es plácida en un palacio rodeado de toda clase de lujos y sirvientes. A Madina, de igual manera le corresponde anunciar sobre la gravedad de Amin, mientras se encontraba en el Hospital Especialista del Rey Faisal en Jeddah, donde muere el 16 de agosto de 2003, de un fallo renal a los 78 años. La noticia la publica el periódico local, The Monitor.
Considerada la favorita de Idi Amin, Nalongo Madina Amin, pidió además clemencia al presidente Museveni, pretendía el regreso del dictador. Se asegura que incluso le lloró. En vano. Le "recordó que Idi Amin había violado los Derechos Humanos de los ugandeses y en consecuencia, debería pagar por sus crímenes" si regresaba.
En sus declaraciones ella al cabo de los años, rememora que un concierto fue el lugar donde lo vió la primera vez. Habría sido imposible no poner atención sobre ella, mencionó Keyba. Madina era impresionante. A pesar de sus pocas libras, destacaba su figura espectacular, muy sexy en todos los sentidos… Delgada, caderas anchas, senos bien formados y bailarina ferozmente ágil. Cuenta incluso sobre la oportunidad en la que Amin se desnudó en su presencia, saltó a su cama y al salir éste corriendo, un guardaespaldas introdujo a Madina. Pareció broma y los otros ministros pretendieron hacer lo mismo si Madina quería.
Sarah Kyolaba, la sexta: la del restaurant en Londres
Amin tomó una sexta esposa, llamada Sarah Kyolaba, de igual forma bailarina, de un grupo de músicos soldados que formaron la banda de jazz de la Masaka. De 18 años tenía un hombre joven de compañero con el cual dio a luz un hijo el año antes de ser la esposa de Amin. Durante la cumbre de la OUA en agosto de 1975, se celebraron dos recepciones sucesivas que su esposo presidente llamó "la demanda del público". La boda de Sarah fue suntuosa, el costo del banquete millonario, su espada cortó el pastel, la “extraña y excéntrica regla” duró hasta 1979.
Alrededor del día de Navidad de 1974, Sarah dio a luz a un bebé en Namirembe (Mengo) Hospital. Amin ordenó emitir un comunicado, se daba a conocer que el Presidente había tenido otro hijo sin nombrarse a ninguna mujer. Sarah regresó a la casa de su novio, pero ella sería conducida regularmente a la residencia de Amin.
Sus guardias en obediencia a la orden del tirano, le advirtieron al amante que nunca volvería a ver a Sarah, no le importaba el destino del hijo, es incierto su paradero o no se tiene muy claro. El joven se negó a dejar partir a Sarah. Al pasar de las horas lo ametrallaron sin misericordia.
Precisamente fue de los acontecimientos que provocaría de las escasas manifestaciones públicas en contra del Gobierno de Dada. En 1976 fue asesinado un universitario mientras trató de impedir que un oficial del ejército ugandés violase a su novia, y los jóvenes estudiantes salieron a la calle. Se dice que cientos fueron detenidos y torturados, otros aseguran que “el campus universitario quedó sembrado de cadáveres mutilados”. Es sabido que los esbirros cometían las mismas atrocidades de su déspota jefe con las mujeres y no recibían castigo alguno.
Se afirma que no pudo tener hijos del sanguinario en vista del trauma sufrido a causa de la muerte de su enamorado, hace alusión Henry Kyemba en su libro, “ella soñaba que su amante venía a visitarla todas las noches”, nunca pudo olvidar a su joven amante ni perdonar a Idi Amín, el responsable de mandarlo a matar. Ella no fue asesinada, ampliamente conocida su vida en Londres.
Por la reseña de la BBC del año 1999, se puede conocer mayores detalles sobre su vida. Contaba ella 44 años (actualmente 2010 tiene 55 años), se desprende que tuvieron una hija, Hasafa, y que si, Sarah Kyolaba lo acompañó al exilio, a Libia, en el 79. Lo deja en 1983, no lo vuelve a ver jamás
Según el medio británico sería la quinta esposa, una imprecisión. Pide asilo político en Alemania, donde pasó un tiempo dedicada a modelar lencería. Más tarde, bajo la protección del gobierno de la Arabia Saudita, se va a vivir a Londres y logra montar un restaurante. Su vida transcurre en un sitio entre "platos africanos como estofado de cabra y pezuñas de vaca en salsa". Inclusive, podemos enterarnos sobre el haberse librado de ser sentenciada a la cárcel pues se encontraron ratones y cucarachas en su local. Otros aspectos ilustran ampliamente el acontecer londinense de Sarah.
Elizabeth Bagaya, la princesa con piel de seda
Otras mujeres rondan las historias, lo ocurrido a la princesa Elizabeth Bagaya, Princess Elizabeth of Toro, es una de ellas y se aleja del mito. “Diplomática excepcional”, bella, inteligente, modelo, ocupó las portadas de la revista Vogue, la primera mujer negra en aparecer en Harper's Bazaar, tal es su éxito que atrajo la atención de Jackie Kennedy, confiesa en sus memorias la forma cómo comenzó a darse cuenta de quien era en realidad Idi Amin, a enterarse de su represión y violación de los derechos humanos. Trato de hacer lo mejor que pudo.
En sus funciones en el cargo de embajadora, Amin le recomendaba mantener bajo perfil pues su mentor el libio Muammar Qaddafi podría sentirse subestimado, dada sus cualidades de mujer en capacidad de dar opiniones en la política.
Piel de seda en sus relaciones exteriores, la mezcla de ojos carnales y envidia mostraba el recelo en Amin. Los discursos de la princesa orientados mayormente en defensa de su país y Africa, que en exaltarlo a él, le inquietaban. Días difíciles, el hombre en entredicho, siempre se le atribuyó el asesinato de Kay en 1974. En vista de la propuesta de matrimonio, la princesa entró en shock. Razones suficientes. El rechazo significó el fin de su carrera diplomática y reputación. Se organizó la mentira, preciso obligarla a regresar a Uganda y encarcelarla, se le acusó de mantener relaciones sexuales con "un europeo desconocido" en el aeropuerto de Orly, en Francia. El propósito del tirano no se logró. El mundo comprendió la patraña y ella ganó en prestigio. Se quedó en el exilio, dedicada a obras de caridad en países como Alemania.
Visto lo anterior, es tal la magnitud de las aberraciones o el grado de perversión de Idi Amin, que indudablemente es imposible desestimar supuestas exageraciones lo que a la larga se presta en ocasiones para dar rienda suelta a la fabulación, por no decir ficción, concretamente, al tratar de resaltarse el destino de unas mujeres cuyas vidas al lado de este hombre parecieran haber perdido relevancia. En riesgo de caer en la especulación, cargada de mentiras la versión “oficial”, ha sido el atar cabos por aquí y por allí, en esas semblanzas consultadas que rondan la Internet, un intento de recomponer circunstancias o establecer ciertas verosimilitudes en los datos y hechos contados en este texto.
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