No se olviden de Haití
Como que la solidaridad humana se manifiesta de maneras contradictorias y hasta caprichosas, y algo similar también ocurre con la selección de las noticias, habría que definir qué obedece a qué: si la información es el reflejo de ese tipo de conducta o si la ayuda y el auxilio entre semejantes recién surge a partir de la trascendencia que los medios dan a los hechos que reclaman esa solidaridad, y lo peor, si su magnitud y el esfuerzo que se haga dependen de la importancia que esos medios de comunicación le asignan al acontecimiento. Qué triste, si fuera así, ¿no?
Ya van más de mil muertos por cólera en Haití. Es increíble que hayan muerto mil seres humanos, por cólera, ante la pasividad de todo el mundo y que además sigan muriendo. Dicen que se necesitan algo menos de 200 millones de dólares para resolver el problema. Es ridículo que aún estén los basurales ahí.
Resulta caprichoso, contradictorio, y hasta frívolo, que los medios de comunicación hayan destinado más espacio y tiempo, mucho más, al caso de los 33 mineros chilenos que al de los pobres haitianos. Son esas cosas de la naturaleza humana o del periodismo; parece que el dolor o las historias individuales con nombre y apellido conmueven más, llaman más a la solidaridad de los semejantes, venden más.
Pero nadie puede no darse por enterado de lo que pasa en Haití. No puede no conseguirse 200 millones y hasta dos mil millones de dólares para resolver de raíz el problema. Tantos soldados y tantos aviones que todos los días salen por el mundo, no podrían destinarse algunos por unas horas a Haití, sin armas, con palas para limpiar los basurales y cargar los aviones, no con bombas sino con tanques de agua potable, y que se lleven de vuelta la basura.
¿Por qué es tan difícil? Sería cuestión de hacer una pausa, por uno o dos días. Simplemente salirse del libreto. Distraer un poco de dinero. Menos que una propina.
¿Y la OEA? Es en este tipo de situaciones donde se pone a prueba la utilidad de una organización como la OEA. Por supuesto que está ausente. Es que todos sabemos que no sirve. Como no ha servido en el conflicto entre Costa Rica y Nicaragua ni en otros diferendos entre sus miembros, que son en los que realmente debe tratar de conciliar, y si es posible arbitrar, o en casos como el de Haití para convocar el esfuerzo y el aporte de todos para rápidamente llevar la ayuda y la solución al consocio en apuros. Pero no, la tarea hasta ahora ha sido prestarse, no a prestigiar por cuanto no le alcanza, pero sí a acompañar los más tristes sainetes regionales por un lado, y por el otro a callarse cuando ha debido hacer sentir su voz firme y clara en defensa de los principios de libertad y democracia, que fundamentaron su creación.
Mientras tanto, no perdamos tiempo en cosas ya sabidas -y juzgadas-; insistamos para que nadie se olvide ni se dé vuelta la cara frente a la tragedia de Haití.
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