Dos Américas Latinas
Madrid. – La vertiginosa tasa de crecimiento de América Latina y el Caribe, que supera el 5% en 2010, permite a la región mostrarse como un todo que parecería haber encontrado un nuevo modelo de crecimiento. Sin embargo, más allá de la diversidad política de los distintos países, que sigue siendo significativa, se esconden dos realidades económicas bien diferenciadas: la de los países del sur y la de los del norte. Los primeros, encabezados por Brasil y que incluyen a Mercosur y sus vecinos exportadores de materias primas, tienen ante sí un porvenir que se anticipa más próspero que el de los países del norte, con México a la cabeza.
Ello se debe tanto a su modelo de crecimiento como a su estrategia de inserción internacional. Mientras que los países del norte de América Latina tienen como destino principal de sus exportaciones Estados Unidos, son más dependientes de las remesas y producen bienes industriales que compiten directamente con los productos asiáticos (que son más competitivos), los del sur exportan productos primarios (fundamentalmente a Asia), lo que los convierte en economías complementarias de China y sus vecinos y no en competencia directa.
Si a esto se añade que el crecimiento económico potencial en Estados Unidos tenderá a ser lento tanto por el alto endeudamiento y la sobreinversión como por el envejecimiento de su población; mientras que las economías emergentes asiáticas deberían continuar creciendo a tasas cercanas a los dos dígitos, al menos durante la próxima década, Mercosur tienen mejores perspectivas económicas que México y América Central. Su relación real de intercambio continuará mejorando por el previsible aumento de precio de las commodities, mientras que la de los exportadores de “maquila” del norte no hará más que empeorar por la fuerte competencia asiática, especialmente en el mercado estadounidense.
Pero en este contexto de diferenciación norte-sur también existen diferencias dentro del sur. Mientras que algunos países están aprovechando este boom exportador para diversificar su estructura productiva, promover algunas industrias estratégicas e intentar generar un crecimiento cada vez menos dependiente de las exportaciones de materias primas, otros se están comportando como cigarras, sin aprovechar la buena coyuntura para consolidar este incipiente nuevo modelo de crecimiento a través de la diversificación productiva.
Asimismo, la guerra de divisas, que perjudica al conjunto de la región porque tiende a apreciar los tipos de cambio y debilitar la competitividad precio de las exportaciones, también afecta a los países de forma desigual. Mientras que Brasil se está viendo obligado a establecer controles de capital para limitar la entrada de liquidez, Argentina, que por su propia historia no recibe tantos capitales extranjeros no está experimentando tanta presión sobre su tipo de cambio.
En este sentido, y por paradójico que resulte, a Argentina le está beneficiando su mala reputación en los mercados financieros internacionales (derivada del default de 2002), ya que ahuyenta al capital extranjero, no fuerza la apreciación de su moneda y le permite continuar vendiendo soja (y otros productos) a la insaciable china. Pero tiene otros problemas.
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