Fumando espero…, que no jueguen más con fuego

Habiendo el Presidente Funes desactivado de manera oportuna, y esperemos que definitiva, semejante bomba, caben algunas reflexiones generales.

La primera es que no se debiera hablar de un "triunfo de la dolarización", sino apenas decir que se impuso el sentido común para evitar las nefastas consecuencias de una desdolarización. Y hay que hacerlo con humildad, porque El Salvador sigue siendo un país económicamente pobre, pese a tener potencial para ser mucho más rico.

Tampoco debiera ser visto como un triunfo de los que dicen ser de derecha sobre los que dicen ser de izquierda: es tan larga la lista de supuestos triunfos, de los unos y de los otros, que debiera ofender la inteligencia de ambos seguir participando en esa competencia tan estúpida.

La segunda reflexión es que habría que ser muy ingenuo para suponer que se trató de un debate ideológico (en verdad pseudo-ideológico, como son la mayoría…): creer que los unos se oponen al dólar por su "odio al imperio" es tan ridículo como pensar que los otros adhieren monolíticamente a la "ortodoxia monetaria". Son clichés baratos, espejitos de colores, anzuelos. No los repita, no los compre, no los muerda.

Prueba de ello es que hace apenas tres meses las críticas a la dolarización habían venido del otro lado. Ocurre que a veces la memoria selectiva y de corto plazo, pariente cercana de la miopía intelectual, puede hacer que algunos olviden ciertas cosas.

En efecto, poco antes de que el presidente del Banco Central hiciera referencia a las restricciones monetarias que impone la dolarización, el último candidato a vicepresidente por el partido que dice ser de derecha había hecho esos mismos comentarios. Como usted recordará, se trata del hombre que iba a "manejar la economía".

En el pasado mes de agosto, en una entrevista televisiva por Canal 33, el ex candidato no tuvo mejor idea que lamentarse porque "no tenemos política monetaria, ni casi (¡?) tampoco política crediticia".

Añoraba el colón. Y no por "odio al imperio", supongo. Era, simplemente, el canto de sirena de quienes pretenden que la economía salvadoreña le sume, a sus no pocos problemas, una adicción a dos drogas duras: la emisión monetaria y la manipulación de las tasas de interés.

La realidad es que, se pongan el disfraz de izquierda o de derecha, a la "política monetaria" algunos empresarios la quieren para abaratar artificialmente los costos de producción medidos en dólares, comenzando por su salario ("su", el de usted), con el argumento de impulsar las exportaciones a costa de su poder adquisitivo ("su", el de usted). Limitando, de paso, la competencia de productos importados, pues su salario quedaría devaluado en términos de dólares. Dos pájaros de un tiro.

Eso se llama "capitalismo de amigos", por culpa del cual el mercado suele tener mala prensa. La dolarización, lejos de ser la cura de todos los males, es apenas una herramienta útil que le cierra la puerta a tales manipulaciones.

Finalmente, la tercera reflexión no es específicamente sobre la dolarización, aunque comenzó con ese tema cuando Fabio Castillo, cigarrillo en mano, también abogaba en una entrevista televisiva por terminar con esa discusión.

Su cigarrillo, sin embargo, me dejó otro mensaje (saludable, valga la paradoja): hacía tiempo que no veía a alguien fumar en cámara. Quizás sin saberlo, y aún estando en las antípodas ideológicas, Castillo coincidía con Mario Vargas Llosa, quien hace poco escribió sobre el peligro de aceptar que el Estado decida qué es bueno y qué es malo para nuestra salud.

En estos tiempos descafeinados y de histerias "pseudo-healthy", impulsadas por reglamentaciones estatales que sutil pero tenazmente pretenden controlar todo en nuestras vidas, fue bueno ver un poco de humo en la TV.

Hasta la próxima.

El autor es Ingeniero, Máster en Economía (ESEADE, Buenos Aires) y columnista de El Diario de Hoy.