El legado liberal de Sánchez Carrión
Lima. La figura de José Faustino Sánchez Carrión ha sido asociada al independentismo, al republicanismo e incluso, al indigenismo. Sin embargo, no se ha prestado suficiente atención a su legado como intelectual liberal. Un examen de su obra, así como de su ejecutoria política, revelan, que el tribuno posee todas las acreditaciones como el fundador del liberalismo peruano. En adición, su liberalismo está encuadrado en la tradición anglosajona, de corte típicamente clásico, en contraposición a la creencia difundida de que su liberalismo sería inspirado en la tradición continental. Todo lo cual, hace del prócer peruano un personaje no solamente influyente de las ideas liberales en el Perú, sino el fundador de una escuela de pensamiento que perdura incluso hasta nuestros días, tanto en el país como en su dimensión continental.
La preocupación central de Sánchez Carrión fue el límite al gobierno, porque entendía que la postración que justificaba la ruptura con España se superaría en la medida en que las decisiones de los actores sociales, políticos y económicos, encontraran menos intervención de la Corona. En el mundo del prócer peruano, la Corona era el Estado. Y el límite al gobierno, que personifica al Estado, no podría concretarse bajo un régimen monárquico, por la propia naturaleza de éste. De ahí que opta por el modelo republicano, pues en el mundo del prócer, lo estatal era al mismo tiempo, y de manera indubitable, la propia España.
Tal inquietud lo llevó, más de treinta años antes que otro referente liberal latinoamericano, el argentino Juan Bautista Alberdi, a desarrollar su visión marcadamente enmarcada en la tradición del liberalismo clásico. Si hubiera que preguntarse cuál es el legado de Sánchez Carrión, tendremos que responder que su concepción de un liberalismo que podía surgir de los Andes o de cualquier región pobre del Perú, aspirante de un orden social que promoviera la libertad, amparada en un tipo de gobierno que se organizara para potenciar las fuerzas del progreso. Tal es su legado.
¿Qué pasaría si hoy, a casi ciento noventa años de la publicación de sus Cartas, apareciera alguien con el mensaje de Sánchez Carrión? No solamente hablando del gobierno limitado, la igualdad ante la ley y la responsabilidad individual, sino yendo más allá, de manera audaz y valiente, a plantear que los sistemas democráticos contemplen la figura de la ciudadanía calificada y las descentralización extrema en la figura del un federalismo sin cortapisas. Pero vayamos aún a todos los extremos: incluso imaginemos que este hipotético personaje manifestara sin ambages su admiración por los Estados Unidos de América, propusiera abiertamente que adoptemos en el Perú la Constitución de dicho país, con las modificaciones pertinentes, con el propósito de orientar el país hacia el progreso económico. Y si para completar el cuadro, fuera un defensor de la pena de muerte. ¿Qué se diría de dicho personaje? Huelga decirlo: las fuerzas antiliberales del país no dudarían un segundo en descargar todas sus baterías discursivas para llamar a ese ficticio personaje desde "neoliberal" y "capitalista-salvaje" hasta "entreguista", "vendepatria", "pro-yanqui" y, cómo no, fascista en todos los tonos y calibres. No obstante lo anterior, este era, en buena síntesis, un comportamiento político consistente con lo que en vida fue el prócer.
Sin embargo, a pesar de sus numerosos estudiosos, la figura del prócer no ha sido suficientemente resaltada. En un país que aún siente a San Martín, e incluso a Bolívar, como sus "héroes" de la Independencia, no ha calado todavía la idea de que fue en el pensamiento de los liberales peruanos del siglo XIX, precedidos por las acciones rebeldes de comerciantes, caudillos e indios que rechazaron la opresión de un Estado omnipotente, en donde germinó verdaderamente la flor de la libertad. Por eso, junto a los numerosos reconocimientos como el Primer Caballero de la Revolución Independentista y de la formación de la República, también se le ha llamado "el prócer olvidado".
En un país acostumbrado a rendir tributo a lo extranjero, debido en parte a lo que el propio prócer llamó "la blandura del carácter del peruano", no es esto tan sorprendente. Lo que ciertamente sí lo es, es que él haya sido olvidado aun por los que deberían ser los depositarios directos de su legado. Efectivamente, aún más difícil de entender es por qué los liberales peruanos han dejado pasar inadvertido el legado de Sánchez Carrión, algo muy distinto, por ejemplo, del caso de los liberales argentinos, que tienen unánimemente a Alberdi como su referente histórico máximo.
Dejando a un lado algunos hechos de la ejecutoria política del prócer que le llevó a postergar, momentáneamente, sus convicciones ideológicas en tiempos en que la realidad exigía pragmatismo; y por cierto, mucho más allá de la evolución posterior de las ideas liberales en el Perú, lo que aparece meridianamente claro de la obra de Sánchez Carrión es su legado a la historia latinoamericana de las ideas. Quedando acaso sólo a la espera de que en la década previa al bicentenario de la República, encuentre el reconocimiento de la historia como el Primer Liberal del Perú, Padre del Liberalismo Peruano y sin ningún tipo de duda, uno de los Próceres del Liberalismo Latinoamericano.
Nota: Este artículo es una síntesis del ensayo publicado en la Revista Economía y Derecho de la UPC, número 28, primavera 2010, que puede encontrarse también en: https://blog.pucp.edu.pe/media/avatar/759.pdf.
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