Guatemala: Déjennos crear riqueza
Los martes por las noches estamos teniendo lo que hemos dado en llamar cenas de familia. Estas se llevan a cabo en la Cafetería San Martín de San Cristóbal Mix y estamos teniendo la oportunidad de contar con la presencia de familias empresarias en grupos de entre 4 y 10 familias.
Durante el tiempo que tengo de estar trabajando con las mismas he comprobado el alto grado de “emprendimiento” que existe en Guatemala; esta situación, por cierto, puede ser reconfirmada por la observación de varias personas que prestan similares servicios y algunos estudios formales. Durante estas reuniones no sólo he podido reconfirmar lo anterior sino que éstas sólo necesitan una cosa: que las dejen trabajar para crear riqueza.
Independientemente de los motivos que hacen que una familia quiera emprender su propio negocio, o del giro del mismo, estos grupos tienen una gran capacidad de creatividad y un alto compromiso para “sacar adelante” lo que hayan emprendido. He comprobado, por otro lado, el alto espíritu de servicio hacia la clientela (comunidad) que estas tienen. En mi opinión, cumplen a cabalidad lo que yo conozco como “el nuevo enfoque” de los negocios: Personas que, a través de productos, sirven a personas. Las empresas familiares, producto de la creatividad y trabajo duro de sus miembros (sus dueños) superan un aspecto en el que muchas empresas fallan: hacer que sus clientes se sientan frustradod, desilusionados, abandonados e incluso enojados… pero, más importante aún, evitan a toda costa, que sus clientes se sientan “ignorados”.
Estas familias empresarias, sin embargo, claman que, para mejor servir a sus clientes, los “dejamos trabajar”. Ellos prometen servir a sus clientes a expensas de perder todo lo que tienen… prometen (y logran si se les deja) convertir los requerimientos de los consumidores en oportunidad de servirlos para que sean mejores personas. Si nosotros, como comunidad general, dejamos que las empresas operen libremente, estaremos ayudando a “crear riqueza”.
Lo que usualmente olvidamos es que las “utilidades” de una empresa tienen su origen en el servicio a los clientes… si yo no soy capaz de crear un producto o servicio que los clientes demanden, yo no seré capaz de “vender”. La función social de la empresa es la creación de riqueza.
El profundo conocimiento de los clientes (en sus cinco estadios: iniciador, influyente, decisor, comprador y usuario) es algo que estos grupos saben hacer muy bien (por su disciplinada capacidad de “saber atender”) … el profundo conocimiento de los clientes conduce a conocer el tipo de productos y servicios que los mismos requieren y, con ello, a saber qué tipo de producto o servicio deben ofrecerles.
En los foros de familias empresarias he comprobado, una y otra vez, la condición que las mismas requieren para operar eficientemente: que las dejemos trabajar… dejarlas trabajar es sinónimo de mantener un ambiente libre de violencia, un entorno pacífico que garantice que las personas, haciendo uso de su libertad, puedan emprender grandes aventuras que, bien ejecutadas, les permitirá crear riqueza. La creación de riqueza, de manera pacífica, y como producto del trabajo arduo es algo digno de promover.
La mejor forma de promover el espíritu emprendedor, y con ello la creación de empresas, con la consiguiente creación de riqueza, es mantener un ambiente de justicia y libertad… un ambiente que permita crear y que evite actos de “redistribución” —se requieren actos de “creación”—. No se trata de distribuir la riqueza; se trata de crear, de generar, nueva riqueza.
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