Ensayos sobre Africa: dos posturas antagónicas (II)
Africa necesita crecimiento, no lástima y grandes planes
A Bill Gates le gusta mi libro El optimista racional. En verdad, le gusta. Aunque discrepa con mis opiniones sobre África y el cambio climático, éstas ocupan, como él mismo lo dice, sólo un capítulo. El resto lo resume de manera inteligente y justa, lo que le agradezco. Es muy bueno para un autor cuando alguien reseña un libro "bien", en ambos sentidos de la palabra.
Vale la pena explicar por qué elegí África y el cambio climático como "los dos grandes pesimismos de hoy". La respuesta es sencilla: cada vez que hablo respecto al optimismo y alguien en la audiencia protesta y dice "pero no pensara en verdad que alguna vez vamos a poder resolver…", los temas que más citan son la pobreza del Àfrica y el calentamiento global. Gates también menciona amenazas potenciales como las computadoras súper inteligentes y las pandemias. Quizá tenga razón en preocuparse por ellas, pero no me convence de que sean más que pequeños riesgos.
A Gates no le gustan mis comentarios sobre el cambio climático, que pienso es menos dañino de lo que vaticinan los pronosticadores oficiales mientras que las políticas diseñadas para combatirlo serán más perjudiciales de lo que reconocen sus partidarios. Yo sostengo que si nos apresuramos a adoptar tecnologías de bajo carbono demasiado pronto, porque pensamos que el problema es más urgente de lo que es, nos arriesgamos a hacerle un daño real a los ecosistemas así como a los niveles de vida humanos, como tan gráficamente ilustra el fiasco de los biocombustibles. La carrera por transformar el maíz estadounidense en etanol en vez de en comida ha contribuido al alza de los precios mundiales de los alimentos y a una hambruna real, en tanto que la prisa por producir biodiésel para Europa ha alentado la destrucción del hábitat del orangután en Borneo.
Considero también, sin embargo, que es altamente improbable, dado el ritmo con el cual la tecnología humana cambia, que no podamos resolver el problema del cambio climático provocado por el hombre incluso si demuestra ser más severo de lo que espero. Por ejemplo, el mundo está en un camino sorprendentemente constante hacia la descarbonización. El número de átomos de carbono que quemamos por unidad de energía que generamos está cayendo a medida que cambiamos de manera gradual de combustibles ricos en carbono como la madera y el carbón a otros ricos en hidrógeno, como el petróleo y especialmente el gas. Al ritmo actual, podríamos dejar de quemar carbono en el año 2070 aproximadamente, aunque sospecho que nunca llegaremos realmente a ese punto.
La pregunta que hago en mi libro es si es probable que el optimismo demuestre estar en lo cierto. En esencia, ni Gates ni yo pensamos que el problema del cambio climático generado por el hombre vaya a resultar ser insoluble o fatal para la civilización. En lo que no estamos de acuerdo es sólo en qué tan urgente es dedicar gastos masivos a lidiar con él, que podrían poner en riesgo la reducción de la pobreza. Creo que el gasto directo para aliviar la malaria, que hoy mata a un millón de personas al año y cuya incidencia probablemente se incremente como resultado del calentamiento global en menos de 0,03% al año, es una prioridad mucho mayor. Eso mismo piensa Gates, a juzgar por los gastos de su fundación.
Es respecto a África que Gates lanza sus proyectiles más agudos. Sin embargo, otra vez, pienso que estamos de acuerdo en el punto más importante, esto es, que África puede tener un buen futuro. "El desarrollo en África es difícil de conseguir pero soy optimista de que se va a acelerar", escribió.
¡Sí! Yo no creo que "todo va a estar bien en África", pero pienso que los problemas reales y profundos de África pueden ser superados. Mis objetivos son los ubicuos pesimistas que dicen que, sea lo que sea que hagamos, África está condenada a seguir estancada "en la pobreza más profunda y oscura", para usar las palabras de un ambientalista.
Sin embargo, con excepciones como Somalia y el Congo, el crecimiento económico está ganando impulso en todo el continente, las tasas de natalidad están cayendo y la pobreza está retrocediendo, como ha documentado el economista español Xavier Sala-i-Martin. Muchas personas merecen reconocimiento por esto, entre ellas Bill Gates. Su fundación, hasta donde puedo ver, hace exactamente lo que sugiero en el libro, concentrándose en resolver problemas humanitarios y médicos reales.
Lejos de decir que la ayuda "no funciona, no ha funcionado ni funcionará", en realidad digo esto en mi libro: "Algunas de las necesidades más urgentes de África seguramente pueden ser enfrentadas con un incremento de la ayuda del mundo rico. La ayuda puede salvar vidas, reducir el hambre, distribuir un medicamento, una red contra mosquitos, una comida o una carretera".
Continúo diciendo que "las estadísticas, las anécdotas y los historiales de casos demuestran que lo que la ayuda no puede alcanzar de forma confiable es iniciar o acelerar el crecimiento económico". Ahora, admito que Gates tiene un punto. Sin quererlo, le he dado a él y quizás a otros lectores la impresión de que, en mi opinión, combatir la malaria o el sida no da dividendos económicos. Sí los da.
Lo que sí discuto es la ayuda económica destinada a estimular el crecimiento económico. Por ejemplo, en 2006 un estudio de Simeon Djankov del Banco Mundial (hoy viceprimer ministro de Bulgaria) y sus colegas concluyó que "la ayuda extranjera tiene un impacto negativo en la posición democrática de los países en desarrollo y en el crecimiento económico al reducir la inversión e incrementar el consumo del gobierno". La ayuda económica desvía recursos a proyectos que fracasan, pone dinero en los bolsillos de funcionarios corruptos y margina los esfuerzos de los emprendedores. Un ejemplo: solamente 13% de la ayuda educacional para Uganda llega a las escuelas; el resto fue captado por funcionarios que buscaban una renta.
Me decepciona que Gates sea tan defensivo respecto a la ayuda "de arriba a abajo". De la misma manera que todo, desde el diseño de software hasta la educación puede beneficiarse de tomar ideas de la multitud de forma que las élites ya no sean las que determinen lo que pasa, de la misma manera la ayuda humanitaria se puede beneficiar también, a pesar de lo mucho que a los intereses ocultos en los gobiernos y las grandes agencias les disgusta esta tendencia.
Asimismo, Gates no comparte mi afirmación de que la economía del futuro será post corporativista y post capitalista. Sé que esas ideas radicales no son del gusto de todos y tiene razón en que la mayoría de las innovaciones se producen dentro de las compañías ya existentes. Pero impresiona que algunas de las innovaciones de mayor alcance en las últimas décadas hayan venido de outsiders visionarios como Gates, Mark Zuckerberg y Sergey Brin más que de los departamentos de investigación y desarrollo de las empresas. Es más, estas innovaciones se han logrado con una inversión de capital mucho menor que en los días de Andrew Carnegie y Henry Ford.
Es verdad que todavía hay mucho trabajo pendiente para llevar estas ideas al mercado y esto requiere dinero y organización empresarial. Pero cada vez más, las corporaciones se están convirtiendo en entidades virtuales, organizadas alrededor de redes flexibles de proveedores, minoristas e investigadores, en vez de cuerpos monolíticos sentados en lugares fijos. Esto me parece que hace la palabra "capitalista" un poco engañosa.
Gates piensa que menosprecio el papel de la educación, el gobierno, las patentes y la ciencia en la innovación que impulsa la mejoría económica. Puede ser, pero hago un planteo cuidadosamente argumentado de que la mayoría de los comentaristas exageran el rol de esas instituciones y que la innovación a veces también es obstruida por esas instituciones, en particular por las patentes y los monopolios del gobierno.
¿Estoy diciendo que debemos dejar de preocuparnos por las tendencias que podrían causar problemas? Por supuesto que no. Lo que sugiero es que debemos preocuparnos por los problemas reales, incluyendo la situación de África, pero debemos hacerlo sabiendo que hemos resuelto muchos de esos problemas antes y que podemos hacerlo nuevamente. Y claro que no estoy diciendo: "no te preocupes, sé feliz". En lugar de eso, digo: "No te desesperes, se ambicioso" aunque admito que la frase no pega muy bien.
Entre los muchos libros de Matt Ridley, los más recientes son El optimista racional y Francis Crick. Su sitio en Internet es www.rationaloptimist.com.
- 23 de enero, 2009
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