La violación Assange
13 de diciembre, 2010
13 de diciembre, 2010
La violación Assange
"Aceptar pulpo como animal de compañía" designa ese estado de resignación o condescendencia en el que el sentido común dimite de sus facultades y se rinde ante lo que a todas luces resulta inverosímil. Pero aceptar pulpo como animal de compañía se convierte en una nadería comparado con el esfuerzo de credulidad que exige aceptar los cargos esgrimidos contra Julian Assange, a quien una señora o señorita sueca acusa de haberla violado "mientras dormía" con él en su misma cama.
¡Jopé con Assange! Ni el Don Diablo de aquella vieja canción de Miguel Bosé, que anda en los rincones y se esconde en los cajones, hubiese sido capaz de semejante hazaña. Decididamente, Assange tiene que ser un íncubo: sólo así se explica que, además de fisgonear documentos secretos, sea capaz de violar a las señoras o señoritas "mientras duermen".
A partir de ahora tendremos que llamar «violación Assange» a esta nueva modalidad de delito sexual, tan superferolítica y estupefaciente. Para comprender cabalmente en qué consiste una «violación Assange» conviene reconstruir el modus operandi del violador, pero también las peculiaridades psicológicas de la violada. Porque para completar una «violación Assange» no sirve una señora o señorita cualquiera, no señor: hace falta que la señora o señorita sea a la vez muy ingenua y tenga un sueño de marmota; y que además carezca de cama donde descabezarlo. Una vez localizada la señora o señorita ingenua con un sueño de marmota que se tambalea por la calle, incapaz de aguantar ni un minuto más en vela, el «violador Assange» debe dirigirse a ella, muy aviesamente, con las siguientes palabras: «He observado, oh señora o señorita dormilona, que tiene usted un sueño terrible; y he observado también que carece de lecho donde descabezarlo.
Muy gentilmente le ofrezco un hueco en mi propia cama, donde podrá dormir a pierna suelta. Yo me acostaré a su vera, pero le juro por lo más sagrado que ni un solo pelo de su lustrosa cabellera rozaré; antes al contrario, velaré castamente su sueño, contemplando el gracioso vaivén de su seno y escuchando el tierno arrullo de su respiración». Una vez vencidas las reticencias de la señora o señorita dormilona con estas o parecidas razones, el «violador Assange» se preocupará de que su ingenua huésped duerma reparadoramente: para ello, conviene que le mulla bien la almohada, que le alise el embozo de las sábanas, que le ayude a recitar sus oraciones y que le prepare una tisana calentita, dulcificada con miel, en la cual habrá derramado muy arteramente un poderoso narcótico.
Y así, una vez que la ingenua señora o señorita se ha entregado a Morfeo, el «violador Assange» se acostará a su vera, en postura decúbito supino, y aguantará un rato, contando musarañas; y cuando arrecien los ronquidos de la ingenua durmiente, el «violador Assange» se encomendará a Príapo y se revolverá en la cama, abalanzándose en posición decúbito prono sobre la desavisada durmiente y deslizándose entre sus piernas cual escurridiza anguila, hasta consumar su alevoso crimen. Muy suavemente y en un tristrás, como el Don Diablo de Bosé; y procurando que sus jadeos coincidan con los ronquidos de la incauta violada, que sólo será consciente de la villanía… unos meses más tarde, como le ha ocurrido a esa señora o señorita sueca.
El pulpo, definitivamente, es animal de compañía; y, además, ladra que es un primor cuando los ladrones rondan nuestra casa. Lástima que esta señora o señorita sueca no llevase un pulpo en el bolso, cuando el malvado Assange la violó.
Tendencias
- 23 de julio, 2015
- 4 de septiembre, 2015
- 16 de junio, 2012
Más reciente
Archivo
Artículo de blog relacionados
El País, Madrid Hace casi dos décadas Mario Vargas Llosa (Arequipa, Perú, 83 años)...
12 de junio, 2019El Mundo, Madrid Buenos Aires.- Argentina, que siempre se jactó de tener más...
13 de junio, 2009- 11 de julio, 2019
Por Ana Luisa Herrera El Sentinel Los frustrados atentados terroristas de los últimos...
25 de agosto, 2006