Guatemala: Récord casi perfecto
Los últimos días de diciembre son propicios para reflexionar sobre los éxitos y fracasos del año. En mi caso, tengo un récord casi perfecto: los funcionarios públicos consistentemente han desoído las recomendaciones escritas en esta columna. Sin embargo, el tiempo me ha dado la razón. No se necesitaba una bola de cristal para pronosticar los resultados adversos de malas políticas públicas, solamente sentido común. Me quedan tres columnas para compartir con ustedes estos casos.
A continuación, dos ejemplos.
La Ley de Adopciones fue promovida en 2008, bajo el argumento de que los niños eran secuestrados y que las adopciones se habían vuelto un “negocio”. Yo nunca apoyé la nueva ley porque acabaría, de hecho e innecesariamente, con una noble institución. El tiempo nos ha dado la razón. Ahora, supuestamente ya no se “roban” a los niños —o ya no es necesario reportarlo—, pero tampoco se dan en adopción más que una pequeña fracción de lo que antes ocurría. Convirtieron el proceso en algo prohibitivamente burocrático para un guatemalteco, imposible para un extranjero y oneroso para el tributario. Felicitaciones. Solamente Dios sabe qué pasa ahora con la vida de cinco mil niños que antes encontraban un hogar y hoy están sufriendo desamparados. El colmo es que, ahora, vienen embajadoras especiales de EE. UU. y preguntan ¿Qué pasa? ¿Por qué se congelaron las adopciones a padres estadounidenses?
De cara al aumento de crímenes en moto, el Ministerio de Gobernación prohibió la circulación de dos personas por vehículo e impuso el uso de un chaleco especial en el 2009. Nosotros dijimos que era una violación a los derechos ciudadanos y que de nada serviría eliminar el crimen “por decreto”. El tiempo nos ha dado la razón. Ahora, los criminales roban dos motos en vez de una y, en estricto cumplimiento de la regulación, circulan debidamente identificados con chaleco y casco para continuar robando y matando. Los asaltos están a la orden del día en lugares en donde todo mundo, excepto posiblemente la Policía, saben que ocurren a diario. El gran perdedor fue el ciudadano honrado, que perdió la posibilidad de circular con su esposa en moto.
“El camino al infierno está empedrado de buenas intenciones” —dice el refrán—. No se necesita mayor inteligencia para prever las consecuencias no intencionadas de estas y tantas otras ocurrencias claramente fracasadas de nuestros gobernantes. El problema no es que los funcionarios de turno nos den atol con el dedo, sino que, cometido y demostrado el error, este nunca se corrige. Los guatemaltecos quedamos condenados a vivir con las consecuencias de semejantes estupideces. A ver si el año entrante podemos hacer algo para evitar que se sigan estropeando nuestros derechos ciudadanos y, de paso, corregimos los errores cometidos.
- 23 de julio, 2015
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