Pidan institucionalidad, no privilegios
A Adam Smith, padre de la economía y referente del mercado libre, con frecuencia se lo lee mal, y se lo cita peor. Ocurre que el autor de "La riqueza de las naciones", lejos de ser un partidario de la libertad del zorro en el gallinero, tenía una enorme desconfianza de todo tipo de recomendación sobre política económica que proviniera del sector empresarial.
Algunos que dicen ser de izquierda critican a Smith porque piensan que les luce bien hacerlo…, sin darse cuenta de las evidentes coincidencias que con él tienen.
El escocés mostraba con meridiana claridad su preocupación por la "conspiración contra el público", que tales recomendaciones inexorablemente terminan siendo (The wealth of nations, modern library, pág. 128), agregando que cuando los empresarios se involucran en actividades de lobby desatienden los intereses del consumidor, "el único fin y propósito de toda producción" (Ibid, pág. 625).
Algunos que dicen ser de derecha aplauden a Smith porque piensan que les luce bien hacerlo…, sin darse cuenta de las evidentes diferencias que con él tienen.
Hablando de estos últimos…, la semana pasada pudo escucharse, por enésima vez, al coro de ángeles que nunca se resigna a perder un privilegio llamado "draw-back", consistente en el reintegro del 6% del monto de ciertas exportaciones. Un reintegro que se paga con sus impuestos. Los de usted, claro.
Insisten con el reclamo pese a que tal como indicaba el economista Daniel Artana en un reporte para FUSADES ("Análisis del proyecto de reforma tributaria de El Salvador", diciembre 2009), hay poca evidencia internacional sobre la eficacia de los regímenes de fomento, "siendo mucho menos justificables aún cuando lo que se reintegra es más que el monto de los aranceles (usualmente nulos…) pagados para la producción de esas exportaciones". Clarísimo.
Notando que el argumento no resiste el menor análisis técnico, ahora apelan al lloriqueo tercermundista, ese que acertadamente le critican a los que dicen ser de izquierda…., según el cual el eventual desmantelamiento del privilegio sería "parte de una maniobra de los países poderosos para aprovecharse de unos pobrecitos como nosotros". Todo sea por justificar el billete que quieren seguir cobrando. Mejor dicho, seguir cobrándonos a los contribuyentes. Patético.
Así, envuelto para regalo, semejante lloriqueo podría convencer a algún incauto, por lo que es importante decodificarlo: "vamos a solicitar que las autoridades nos permitan seguir con este robo legalizado que le hacemos a la sociedad, procurando que dure el máximo tiempo posible". Verlo de otro modo sería vivir en el planeta de los ingenuos.
Se trata de pobres subsidiando a ricos, que es precisamente lo que transforma en injustas a las sociedades. Michel de Montaigne, escritor francés del Siglo XVI, precursor de la teoría marxista, afirmaba que "la pobreza de los pobres es consecuencia de la riqueza de los ricos". Estos privilegios ilegítimos logran el torpe milagro de darle la razón.
Otro francés, Frederic Bastiat, pensador del Siglo XIX, definió con crudeza la visión que algunos tienen del Estado: "Es la gran ficción a través de la cual todo el mundo trata de vivir a costa de los demás". Los privilegios, simplemente, consolidan esa tendencia.
Otra supuesta justificación para reclamar la continuidad del esquema es que "en los Estados Unidos hay subsidios agrícolas", dato que apenas prueba que los países ricos pueden cometer más errores que los países pobres: sólo una mente perturbada ignoraría la sideral diferencia que en materia de recursos disponibles hay entre El Salvador y la primera potencia económica mundial. Además, esos subsidios agrícolas los paga el contribuyente estadounidense, no el salvadoreño.
Finalmente, de manera infaltable, aparece el argumento de "la protección de los empleos existentes". Si ese fuese el objetivo del reclamo…, deberían saber que hay formas socialmente mucho más efectivas de canalizar el dinero de los contribuyentes. Porque regalarle, sin justificación técnica alguna, el 6% de su facturación a un grupo de empresarios no es, precisamente, un ejemplo de solidaridad.
Hasta la próxima.
El autor es Ingeniero, Máster en Economía (ESEADE, Buenos Aires) y columnista de El Diario de Hoy.
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