Socialismo Bolivariano: ¿Cuándo se acabará esta pesadilla?
La pregunta se hace en forma reiterada. Tal vez con la idea de entender mejor lo que hemos expuesto, o para tener la oportunidad de replicar.
Se manifiesta así también la angustia que a muchos embarga al aludir a esto como una pesadilla. Un tiempo de pesar, dolor, angustia, padecimiento, miedo, impotencia, que tomó al colectivo por sorpresa.
Sin embargo, se sabe que con el simple repudio no lograremos quitarnos esta carga de encima. Por ello es necesario despertar.
Pero aún se impone explorar este tiempo de sufrimiento. ¿Es éste un tiempo único en el quehacer de lo que se ha dado en llamar república? ¿Es ésta la única pesadilla que se ha vivido en la historia de este expaís?
Inevitable entonces admitir que la historia de Venezuela, por no decir de la América Latina, es la historia de una gran pesadilla que cada día es más profunda. Una sociedad construida a partir de una invasión que da pie a una extensa y continuada dominación.
Una sucesión de pesadillas instaladas desde de la masacre en 1492 hasta estos tiempos de la gran masacre democrático-revolucionaria.
En esta dirección, lo que se llama independencia es un tiempo de desgaste que tiene que ver con la permanencia de la misma historia invasora que ahora asume una supuesta nueva condición.
Un momento del cual no puede surgir nada diferente al pesar del conservatismo y el liberalismo, dos fuerzas que se repelen pero que se complementan.
Para ello hacen valer la capacidad y posibilidad de acuerdo y negociación, para lograr que siga con vida el mundo de una pesadilla que sólo busca aplastar el sentido de lucha de las mayorías.
Esto se ve con mayor nitidez a la hora de la guerra conocida como Federal cuando esa mayoría, que no atiende a los decretos de la guerra declarada, se le ve como una amenaza contra los dos grupos de poder establecidos.
Y ante ese peligro, los gendarmes de las minorías, dedo en gatillo, se encargan de negociar y reimponer el orden.
Es la misma pesadilla que está el servicio de cualquiera de las dictaduras o supuestas democracias que siguen en el curso de “nuestra historia” y que llega a este tiempo de supuesta revolución bolivariana-socialista del siglo XXI.
A esta hora lo importante no radica en establecer o identificar las pesadillas que han sido y que son, sino entender que esa historia no va a cesar por el simple deseo o por el decreto de quienes no las quieren ni suscriben, y que muchas veces contribuyen a su permanencia.
Tampoco va a ser derrotada por un evento electoral. El propio electoralismo es ya una pesadilla que cuenta hoy con el respaldo de los grandes fabricantes de miseria y destrucción.
Aquí está en plena vigencia y actuación una maquinaria electoral puesta y dispuesta para garantizar los intereses del llamado campo revolucionario.
¿Habrá que considerar entonces que estamos ante un tiempo interminable e indestructible? A eso no se alude en el campo de la historia. El acontecer social corresponde a unos actores específicos en un tiempo-espacio determinado.
Para muchos esta concepción es mera utopía. Prefieren quedarse en la historia-beneficios. Es el gran espectáculo electoral para la misma pesadilla infernal.
Unos beneficios que irán a parar al mismo agente: el gran administrador de una historia-pesadilla que ha pagado los mejores dividendos a las minorías.
Así, a la fecha, se puede apreciar como las dos minorías de poder juegan a la confrontación-polarización, sin la radicalización que les impida los pactos-acuerdos y negociaciones convenientes.
Se avanza así en las candidaturas-pesadillas. Los bloques socialdemócrata, socialcristiano y mixto están en plena y primaria acción. Una actitud que aspira mantener bajo estricto control a una mayoría superior al 50% que no cree en esas minorías.
Se trata de un colectivo que ya comienza a despertar. El régimen lo sabe y siente que por encima de su triunfo vía fraude-trampa-CNE, o autogolpe Rangel Silva dixit, amanecerá un año trece que convertirá este expaís en un foco de permanentes protestas con miras a un levantamiento social.
En su base estará la inflación más alta del mundo, las miserias que todo lo carcomen, la inseguridad que amenaza no dejar vida en pie, la división creciente en las Fuerzas Armadas, la implosión a nivel del partido de gobierno, la corrupción, el personalismo-autoritarismo y todos los males que nos han llevado a la condición de expaís y exrepública.
Entonces estaremos en vías de acabar con una condición histórica que no debe ser el comienzo de un nuevo e insufrible pesar.
- 23 de enero, 2009
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