Los vasos comunicantes de Facebook
Se hizo justicia. Todo parecía indicar que los medios de comunicación se inclinarían a elegir como personaje del año al travieso hacker Julian Assange, célebre por las filtraciones en WikiLeaks. Es verdad que resultan harto entretenidos los chismes de la diplomacia que, hasta ahora, han resultado ser informes bastante certeros elaborados por diplomáticos estadounidenses. Además, el enigmático Assange, acorralado por la justicia y los políticos contrariados, ahora más que nunca tiene groupies por doquier que lo defienden como una Juana de Arco en los tiempos de Internet.
Después de muchas cavilaciones, la revista Time ha dedicado su portada a Mark Zuckerberg, el joven prodigio que hace seis años sacudió nuestras vidas al introducir la red social Facebook. Lo que comenzó como una broma en el campus de Harvard, donde entonces cursaba el segundo año de una carrera que nunca terminó, acabó siendo el invento más revolucionario de los últimos tiempos. Con medio billón de usuarios, este portal conecta 24 horas al día a los habitantes de la aldea global. Publicados en el ciberespacio, la gente comparte los detalles más íntimos en boletines virtuales donde las fronteras y distancias han desaparecido. Facebook es una suerte de promiscuo patio de vecindad donde casi nadie duerme y todos los trapos están a la vista.
No me interesa formar parte de la multitudinaria tribu digital, pero reconozco que mi autismo internauta tiene más que ver con una brecha generacional; son las limitaciones de quien sustituyó la carta que se echaba en el buzón por el socorrido e-mail. Resulta ser que para los muchachos el correo electrónico ya es tan anacrónico como aquellas misivas que escribíamos en papel cebolla. Para ellos el «muro'' de Facebook es la pared sobre la que dejan al descubierto sus vidas con actualizaciones al minuto de todo lo que les acontece.
No pertenezco a la familia Facebook pero está claro que su creador, el genial y controvertido Zuckerberg, sin duda se merece este reconocimiento por un concepto extraordinario que define a su generación: los chicos y chicas que crecieron con ordenadores y aprendieron a navegar en la Web con la naturalidad con la que mis contemporáneos dominaron la máquina de escribir eléctrica. Ellos son los hijos de la comunicación al instante y su lenguaje se compone al vuelo de los mensajes de texto y el apretado haiku en Twitter.
Aunque el magnífico filme The Social Network se toma las licencias propias de la ficción para recrear la formidable trayectoria de este informático, la película –con diálogos ágiles y una trama de alto voltaje– capta la esencia de un individuo brillante, pero con más habilidad para los logaritmos que para la vida social. Precisamente esa disfunción en el terreno en el que se mueve la mayoría de los mortales es lo que podría haber sido el germen de una red social que, desde la guarida de una computadora, le permite a los tímidos relacionarse con los otros sin competir en los bares y en las fiestas con los más populares y la beautiful people de turno.
La hipótesis que se baraja en la cinta es que Zuckerberg carecía de instinto gregario y de los encantos necesarios para sobresalir en la multitud. Algo que él niega apoyándose, entre otras cosas, en el hecho (ausente en el guión) de que desde su primer año universitario ya tenía una novia muy atractiva a la que todavía está unido. El artífice de Facebook insiste en que su gran pasión es la de construir y dar impulso a los proyectos que para él tienen valor. Seis años después de poner en marcha una empresa que lo ha convertido en el millonario más joven del planeta, no ha vendido sus acciones para vivir como un maharajá, sino que cada día acude a sus oficinas en Palo Alto, California, donde trabaja hombro a hombro con un equipo de genios como él que no llegan a la treintena. Su gran reto es el de modernizar y perfeccionar las herramientas que ofrece a los usuarios.
Los intereses y pasiones de Mark Zuckerberg y el grupo generacional que representa me quedan muy a trasmano. Insondables y lejanos; imbuidos en ese espíritu de reality show a lo «Gran Hermano'', que es el género que prima en esta época. En las redes sociales nunca se duerme, ocupados en hacer y deshacer amigos a golpe de clic en el muro de las alegrías y los lamentos. Pero sería demasiado antediluviana si no comprendiera el peso y la influencia de Mark Zuckerberg en esta era vertiginosa. No lo «colgaré'' en Facebook, sino en blanco y negro y sobre papel. Como en los viejos tiempos.
(C) Firmas Press
- 23 de julio, 2015
- 19 de diciembre, 2024
- 29 de febrero, 2016
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