El Salvador: El que no paga no vota
Esta es otra de las contradicciones que el FMLN tiene entre las cosas que dice y las que hace. Sólo piense en que el partido ha hecho una profesión de agitar a favor de la lucha de clases, denunciando que en nuestra sociedad los que tienen dinero no sólo disfrutan un mejor estándar de vida sino que además compran el derecho de influir en el destino político del país. ¿Cómo pueden decir esto si en su propio partido sus miembros compran el derecho a votar?
¿Cómo pueden proclamar en los anuncios de su gobierno que quieren incluir a los más pobres en la sociedad salvadoreña, mientras ellos mismos quitan el derecho al voto en su propio partido, específicamente a los que son más pobres?
Ciertamente, sistemas así existieron en la historia de la democracia. En el Siglo XIX, cuando la democracia representativa estaba siendo desarrollada, el derecho al voto estaba inicialmente condicionado a la tenencia de propiedad, dando expresión a la idea de que sólo los que tenían propiedades tenían o la educación necesaria o la legitimidad requerida para decidir el curso de la sociedad. En otros sistemas, el derecho de votar estaba ligado al pago de impuestos: sólo podían votar los que pagaran un monto mínimo de impuestos. Este sistema era la expresión de la filosofía de que el que paga los mariachis pide la canción, que es la filosofía que parece estar detrás de la práctica electoral interna del FMLN.
En ambos casos, el objetivo de las reglas electorales era excluir a cierta gente, definida directa o indirectamente, usando su poca capacidad económica como pretexto. En Europa, por ejemplo, estas restricciones estaban dirigidas a excluir a los que pudieran estar en contra de privilegios económicos establecidos, tales como protección contra la competencia extranjera, gozados por gente que tenía conexiones muy fuertes con el gobierno. En Estados Unidos, leyes de este tipo fueron usadas en muchos estados del Sur para restringir los derechos electorales de los negros, que no tenían propiedad suficiente, o que no pagaban impuestos suficientes, para pagar por su derecho al voto. Es por esta exclusión que estos sistemas probaron ser sólo una etapa en el progreso hacia el sufragio universal. Fueron descartados hace muchos años cuando se reconoció que los derechos políticos se adquieren por nacimiento y no por capacidad económica, origen racial o niveles educacionales.
Estos progresos, por supuesto, no tienen nada qué ver con lo que han establecido en la realidad todos los regímenes comunistas, que es similar a lo que Marx llamaba la tiranía asiática, en la que a través de la violencia un pequeño grupo explota para su propio beneficio a todos los demás. Marx notaba que la clase dominante de este tipo de sociedades es generalmente una aristocracia semi-teocrática, que clama representar aquí en la tierra a algún dios, interpretando libros sagrados que establecen dogmas que sólo esa aristocracia puede supuestamente interpretar. Esta es una descripción bastante acertada de la aristocracia que en los países comunistas vive de interpretar los libros sagrados de un dios pagano, que irónicamente es el mismo Marx. En Cuba, este tipo de tiranía alcanzó por muchos años el extremo de que sólo un ciudadano era libre (Fidel Castro) y todos los demás eran esclavos.
El símil de fanatismo religioso describe muy acertadamente también a la cúpula del FMLN, controlada por el Partido Comunista, que deriva su poder del hecho que es la vía de comunicación cuasi-religiosa con los Hermanos Castro, que son los pontífices máximos de esta arcaica religión pagana. Los marxistas tienen hasta una palabra para esta aristocracia cuasi-religiosa que excluye a todos los demás del poder. Ellos la llaman la Vanguardia del Proletariado. En un régimen comunista, llamado la Dictadura del Proletariado, los miembros de esta vanguardia mandan, y el proletariado (que son todos los demás) sólo obedecen. Todos estos hechos demuestran que excluir a los pobres de las decisiones del partido es sólo un detalle en un sistema en el que el verdadero objetivo es excluir a todos los que no forman parte de la élite comunista que controla al partido, y excluirlos de todo realmente: de las decisiones políticas, de los millonarios beneficios económicos de Alba Petróleos, de la autoestima que se tiene cuando uno siente que no es un ciudadano de segunda clase, como tienen que sentirse los que por no tener dinero no pueden votar en las decisiones partidarias.
El autor es Máster en Economía, Northwestern Universiy y columnista de El Diario de Hoy.
- 28 de diciembre, 2009
- 28 de marzo, 2016
- 29 de mayo, 2015
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