El Diario Exterior
La economía boliviana no anda bien. Lo que ciertamente no es sorpresivo, atento la calidad de quienes toman las decisiones centrales que tienen que ver con su marcha. Pese a la ola inmensa de propaganda oficial que -con bombos y platillos, a la manera “bolivariana”- anuncia constantemente el éxito presuntamente rotundo de la “descolonización” del país, lo cierto es que la Navidad pasada reveló una dura verdad: la economía boliviana no genera los excedentes necesarios para que el gobierno pueda seguir subsidiando los precios ridículos de los combustibles, generando un “paraíso” que ha resultado imposible de mantener.
De pronto, se acabó la fiesta, es obvio. No hay más bebidas. Hay que enfrentar la dura realidad, hasta ahora más o menos hábilmente disimulada. No están los casi 400 millones de dólares que deben ser destinados a mantener ese subsidio en particular. Y hay muchos otros en una economía en la que los precios se crean en función del capricho de los “mandatarios”. Se estima que algo así como un tercio del subsidio podría haber ido, este año, a beneficiar a consumidores extranjeros, vía contrabando.
Evo Morales no tuvo siquiera el coraje de anunciar la furibunda suba de combustibles él mismo. Se fue de viaje. ¿A dónde? A Venezuela, “llevando arroz para los damnificados venezolanos por las lluvias”. Cuentan más que los suyos, damnificados por su incompetencia. Para eso sí hay dinero. En rigor, viajó a escuchar al líder indiscutido de la revolución marxista en ambos países: el ahora indisimuladamente autoritario Hugo Chávez.
Por ello, el anuncio de la masiva suba de precios de los combustibles, con su habitual “cara de piedra”, lo hizo el ideólogo de Morales, su Vice-Presidente, el ex guerrillero Álvaro García Linera. Rodeado de dirigentes con cara de funeral frente a las cámaras de la televisión local. Si eso no es “ajustar”, nada lo es.
El alza de la gasolina fue del 72,99%. El aumento del diesel, 83%. Y el del fuel-oil un 95%. Tarifazo mayúsculo, entonces. De no creer. De la noche a la mañana. Algún pícaro al tanto de lo que venía, como suele suceder, seguramente hizo negocios millonarios, beneficiándose de una intimidad relacional que presumiblemente le permitió enriquecerse. Nunca sabremos quien o quienes.
Por supuesto que, con el habitual discurso clasista y populista, el notorio ideólogo marxista arremetió contra los ricos que derrochan combustibles con sus “Hummers”. Y contra los especuladores que exportan y venden -del otro lado de la frontera- para beneficiarse (con precios domésticos mentirosos) de la verdad que, en materia de precios, prevalece en otros mercados. Ellos son los “culpables” de los errores del “gobierno” de Morales. “No nos podemos seguir desangrando”, dijo García Linera. ¿Pero de quien fue la errónea decisión, sino de su gobierno?
Para peor, en errores similares a los groseros que fueron cometidos por los Kirchner en la Argentina, el precio doméstico del barril de crudo en Bolivia es de 25 dólares el barril, cuando cotiza a más de 90 dólares en el mercado internacional. Ante ello nadie invierte y se extrae poco y nada. Obvio. Pero los “bolivarianos” saben más. Todo el resto del mundo está equivocado. Y así les va.
El problema es que el “regalito” de Navidad lo pagará, como siempre, el pueblo boliviano. Mientras tanto, siguen congeladas las tarifas de agua, electricidad y telefonía. En preparación seguramente de futuros tarifazos. En ese clima y con Morales y García Linera a la vista, las inversiones (si las hay) son venezolanas o iraníes. Y el motivo para hacerlas es muy otro que el de crecer.
La confederación de choferes de Bolivia, ante lo sucedido, ha decretado un paro por tiempo indeterminado. Como protesta puntal, se entiende.
La solución sin embargo está en las urnas. Ellas son la alternativa para sacarse de encima la plaga que suponen Morales y los suyos.
La catástrofe económica generada por Morales ha comenzado a aparecer. Se ve, apenas, la punta de un enorme iceberg. Pero la realidad, como siempre, finalmente se impondrá
Para sobrevivir, Morales deberá profundizar el autoritarismo. El camino probable es el de Venezuela. Y, después, ante los fracasos que se acumularán, el de Cuba. Para terminar, cincuenta años después, como Raúl Castro, reconociendo que el colectivismo, como sistema, no sirve para nada y que haberlo adoptado fue un horrendo error. ¿Quién lo paga, es la pregunta? Como siempre, el pueblo. Que, envuelto en propaganda y retórica, advierte cual es la realidad cuando es demasiado tarde.
Emilio J. Cárdenas es Ex Embajador de la República Argentina ante las Naciones Unidas.