De Lula a Dilma
Se conocen pocos casos de un presidente que haya ejercido hasta el último minuto y que al irse no solo sugiriera desde ya su intención de volver en el 2014 –sin darle siquiera la chance del sueño de la reelección a su sucesora y heredera–, sino que hiciera tantas recomendaciones a quien le sucede, además de colocarle varios de sus hombres de confianza, de fijarle metas algo utópicas –“que con Dilma, Brasil se convierta en uno de los países más igualitarios del mundo”– y, por sobre todas las cosas, de dejarle pendientes o encargadas determinadas tareas que debió haber encarado durante su gestión.
Seguro que de haberlo hecho, las encuestas no lo favorecerían tanto y de ahí el porqué se lo dejó a su “delfina”.
Si uno se atiene a la verborragia de Lula, habría que pensar que este ya está instalado en algún escritorio del fondo en el Palacio de Planalto manejando los hilos del gobierno.
Pero puede que no, las cosas no se dan siempre como se espera.
Mire Sebastián Piñera en Chile, parece que siguiera la Concertación . O Juan Manuel Santos en Colombia, quién lo iba a pensar, ni Uribe ni Chávez, para empezar.
La vida da sorpresas y los cambios en el poder también.
La cuestión es que Dilma deberá encarar su gobierno con algunos “temitas” de arrastre, y alguna recomendación especial.
Una de aquellos es el que tiene que ver con la actuación de las Fuerzas Armadas durante la era militar, el cual Lula siempre “pateó” para el costado o “para adelante”. No enfrentó a los militares y logró ocho años de equilibrio.
Pero este es un tema que puede estar mucho tiempo aletargado o postergado y transformarse en un momento dado en punto candente de la agenda política y social. Ha ocurrido en la región y fuera, por ejemplo en España.
Para la presidenta brasileña, por ser una guerrillera amnistiada, el tema, además, se le hace más complejo y delicado.
Otro asunto que ronda tiene que ver con la economía; más específicamente con el valor del real.
Hay versiones de devaluación, todas desmentidas, pero que se repiten. Hay quienes recuerdan el año 99.
Los números dicen que no habría necesidad, pero no alcanzan para aventar ciertas expectativas en ese plano. Hay quienes dicen que Lula lo tendría que haber hecho y no habérselo dejado a ella.
Pero la mayor recomendación de Lula a Dilma, y sin duda su mayor preocupación política y personal de futuro, es la aprobación de un proyecto de ley elaborado durante su gobierno para la regulación de la prensa. Esto es, para controlar la información.
Y es natural que ese tema preocupe al ex presidente cuya gestión estuvo salpicada de numerosos escándalos y casos de corrupción varios de los cuales no fueron resueltos definitivamente.
Sabe que muchos están pendientes, sabe que hay investigaciones en marcha y sabe Lula que mientras estuvo en la presidencia abusó de su poder, pero que ahora es distinto.
Ahora, el “popular” Lula no tiene el escudo de la presidencia y cuatro años es demasiado tiempo.
Ahora necesita una ley regulatoria para censurar, la que no se arriesgó a aprobar durante su gobierno porque no la necesitaba tanto y para no perder imagen, y por eso se la dejó para su sucesora.
¿Estará dispuesta Dilma a hacer el sacrificio de aparecer como enemiga de la libertad de expresión, para proteger a su padrino?
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