Tzvetan Todorov, la Argentina y el rol de la memoria
El Imparcial, Madrid
Durante su reciente viaje a Buenos Aires, el pensador francés, de origen búlgaro, Tzvetan Todorov (filósofo, semiólogo, historiador, crítico literario y autor de un sinnúmero de obras que evidencian su formidable versación) pronunció dos conferencias y visitó, entre otros lugares, el Parque de la Memoria y las instalaciones de la ex Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), centro clandestino de detención, tortura y muerte durante la última dictadura militar (1976-1983).
A raíz de esta visita, en una entrevista concedida al diario La Nación Todorov sostuvo que la memoria “siempre es particular”, vale decir que siempre pertenece a un grupo. De ahí que el rol de la historia no pueda consistir en mantener el culto de las diferentes memorias particulares sino en ubicarlas en un contexto determinado, analizando las causas, las consecuencias y el significado de los acontecimientos. En este sentido, manifestó su sorpresa por el hecho de que los monumentos a la memoria existentes en la Argentina excluyan deliberadamente a las víctimas del terrorismo revolucionario al que vino a responder, de una manera “hiperbólica” y “excesiva”, el llamado terrorismo de Estado.
Días después El País publicó una extensa nota de opinión titulada “Un viaje a Argentina”, donde Todorov se explaya sobre estos conceptos y sobre los sucesos anteriores al golpe del ’76 cuando la agrupación Montoneros y otros grupos de ultra izquierda “organizaban asesinatos de personalidades políticas y militares, que a veces incluían a toda su familia, tomaban rehenes con el fin de obtener un rescate, volaban edificios públicos y atracaban bancos”. Todorov se hace cargo, obviamente, de que los crímenes de la guerrilla no pueden ser asimilados a los de la dictadura por cuanto estos últimos procedían del Estado que es (o debería ser) el “garante teórico de la legalidad”. En otros términos, el crimen procedente del Estado no sólo destruye vidas: también echa por tierra “las mismas bases de la vida en común”. Sin embargo, no deja de ser cierto que el terrorismo revolucionario precedió al terrorismo de Estado y que “no se puede comprender el uno sin el otro”.
Para Todorov, una defensa eficaz de la Verdad no puede hacerse omitiendo “parcelas enteras de la Historia”. Por consiguiente, si de lo que se trata es de conocer y comprender con precisión y no solamente de reflejar las vivencias de tal o cual grupo a los fines de reforzar su posición, debería tenerse en cuenta que “la Historia no se hace con un objetivo político (o si no, es una mala Historia), sino con la verdad y la justicia como únicos imperativos”. De lo contrario, si nos somos capaces de comprender al enemigo descubriendo también “en qué nos parecemos a él”, estaremos preparando “el retorno de la violencia, revestida de un vocabulario nuevo, adaptada a unas circunstancias inéditas”.
Que este “hombre desplazado”, como ha querido definirse, feroz crítico de los totalitarismos de izquierda y derecha pero también del neoconservadurismo y de las versiones extremas de liberalismo, señale con claridad estos temas me parece altamente provechoso. Una saludable lección para un país prisionero del conflicto y de un maniqueísmo absurdo que contribuye, entre otras razones, a nuestra parálisis.
El autor es es politólogo argentino.
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