Venezuela: El cadáver del país
Se escribe una de las etapas más sórdidas de la nación. Un ambiente aciago parece colorear los amaneceres de esperanza de la mayoría, que siente cómo su país democrático se esfuma tras la senda de una pesadilla que se roba hasta los estantillos.
Si bien, hemos padecido épocas durísimas, la actual escapa a cualquier consideración de la racionalidad. Aquí gobierna el caos institucional, sus políticas son tan aberrantes que cualquier organismo internacional debe estar estupefacto ante la hemorragia de acontecimientos que se producen en Venezuela.
Leyes que violentan el estado de derecho, que sólo tienen como propósito mantener a Hugo Chávez hasta que la biología cumpla con su inalterable designio. Legislan sin mayor dignidad y con una sumisión que ofende la condición humana; muchos parecen que jamás sintieron sangre en las venas, que su nacimiento no fue producto del fruto de la unión entre un hombre y una mujer, se arrastran y aplauden su propia inmoralidad. Tamaño acto de autoflagelación es la más ruin de todas las pasiones. Jamás pueblo alguno tuvo semejantes personajes. Ni siquiera la picaresca española con sus alegres aventurerillos llenos de jocosidad puede ser comparada, tampoco los harapientos truhanes londinenses que se escurrían en las noches oscuras en la época victoriana, que ensalzaban a la reina por medio chelín; tuvieron el alma tan podrida como estos enterradores de la patria. Aquellos, eran pillos que robaban por la necesidad de enfrentar las dificultades cotidianas, éstos, son grandes mercaderes de la política que no les importa la suerte de su nación.
Exhiben el cuerpo magullado de la democracia, y ríen de ganas; son íntimos de aquellos que siempre quisieron nuestras divisas. Cubanos y rusos, iraníes en concordancia con las fuerzas oscuras de las FARC y los etarras vascos; ambicionaban tener una fuente de financiamiento que sirviera para promover sus fechorías en detrimento de la humanidad.
¿Será que nos dejaremos robar la democracia? ¿Que como en un viejo cuento europeo no sentaremos en la puerta de la casa a ver pasar el cadáver de la República? Una sinopsis de la historia es algo así como esto: un rubicundo hombre nacido en las afueras de una pequeña ciudad se sentó a echar un vistazo al cortejo fúnebre. Buscó en su cocina una humeante taza de chocolate y comenzó su ritual de mirar cómo el ataúd se alejaba, mientras él, devoraba un trozo de pastel de hojaldre.
La comodidad y sus propios intereses le importaron más que la suerte de su nación. La patria llevada en hombros de pocos, mientras la mayoría cavilaba en su silencio cómplice. La falta de coraje para decidirse a luchar contra aquella opresión, los hacía refugiarse en las labores tradicionales. Optaban por salvar su pellejo, así el mundo que los rodeaba se viniera abajo. Era el pastel de hojaldre que obnubilaba con la dulzura de su preparación; el presidente Hugo Chávez sirve sus raciones y millones solo saben comer y callar.
Se caen las máscaras. Los enemigos muestran su desfigurado rostro; son pérfidos instrumentos del totalitarismo internacional, representan todo un complot contra nuestro sacrificado sistema democrático. El espíritu libertario del venezolano es algo que les impide imponerse del todo. Han gastado millones de dólares en construir su gran mentira. Creen que tienen el control de la vida de todos. Llegará el momento en que su paraíso de falsedad caerá ruidosamente. La derogación de esas leyes repugnantes nos recordará que jamás un hombre puede estar por encima del estado de derecho.
- 23 de enero, 2009
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