El geniecillo irónico
7 de enero, 2011
7 de enero, 2011
El geniecillo irónico
Decía Hegel, que la amó hasta el punto de convertirla en filosofía, que la Historia está regida por un geniecillo irónico que gusta reírse de los hombres. ¡Las carcajadas que debe estar soltando viendo a los chinos convertirse en salvadores de un Zapatero desesperado!
No su amigo Obama, sino los chinos, los nuevos amos del mundo, dispuestos a firmar todo tipo de contratos con empresas españolas e incluso a comprar nuestra deuda. Los mismos chinos que practican en su país lo que Franco en España: vía libre al capitalismo más elemental para desatar las fuerzas económicas y férreo control político para que la disidencia no comprometa la estabilidad del régimen. Así, la economía china viene creciendo un diez por ciento anual, como la española crecía un ocho en los años sesenta del pasado siglo. Pero ¿quién se fija en esas minucias cuando se está desesperado? ¿Quién se atreve a recordar al huésped que llega con la chequera abierta los disidentes encarcelados? Era la hora de los brindis, las sonrisas, las firmas … y de engañar de nuevo a los españoles.
Y si lo de engañar les resulta demasiado fuerte, lo dejamos en mentira piadosa. Bienvenidos sean todos los contratos que firmen nuestras empresas y todas las compras de nuestra deuda, que bien lo necesitamos. Pero creer que China va a resolver nuestros problemas es como creer en los Reyes Magos, y un par de cifras lo confirman: esos casi 6.000 millones que representan los contratos firmados con empresas españolas son en un 95 por ciento resultado de una sola operación, acordada hace ya meses: la venta de participaciones de Repsol en prospecciones petrolíferas en Brasil a la empresa china Sinopec. Y aunque las 600 empresas españolas en China parecen muchas, son una insignificancia entre las 600.000 extranjeras que operan en aquel país.
Por último, los chinos han dicho que comprarán deuda española. Pero no han dicho cuánta. Y nadie espera que compren para calmar nuestro voraz endeudamiento. Mientras el desequilibrio a su favor de la balanza comercial es aún más difícil de corregir mientras no corrijamos los fallos estructurales de nuestra economía. Digo esto no para fastidiar, sino para que nuestro presidente no nos engatuse de nuevo con sus cuentos, en este caso, chinos.
Lo más positivo que ha traído esta visita del vice-primer ministro Li Keajiang es el anuncio de la creación de un gran centro de promociones de artículos españoles en China, que pondrá en contacto a nuestros productores con los distribuidores de aquel país. Pero miren ustedes por donde, el dichoso geniecillo irónico vuelve a salirnos al paso: esos centros de promoción ya los había instalado el franquismo en los años de vacas gordas, antes de ser sustituidos por los de cada comunidad autónoma, con muchísima menos proyección e infinitamente más personal.
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